Crónicas de la Conspiración

VII - Infiltración en la masonería

VII

Infiltración en la masonería

Ahora voy a retrotraer el relato varios siglos atrás en el tiempo, para ser más preciso, en el año 2570 antes de Cristo, en las lejanas tierras del Antiguo Egipto. Gobernaba en aquel entonces lo que en la actualidad se cataloga como la Dinastía IV, bajo el mandato del faraón Keops. Descendiente de Seneferu y de la reina Hetepheres, este faraón era una persona autoritaria, de gran influencia y aclamado por su pueblo, de estatura media y tez morena, con ojos oscuros, atemorizantes, con gran personalidad y un carácter inquebrantable. Keops, se casó con  Meritites I. Además, tuvo otra mujer, Henutsen, con la que tuvo cinco hijos: Kauab, Dyedefra, Kefrén, Dyedefhor y Baefra. 
Un día, como de costumbre, el faraón Keops, pidió consejo a Horus, en su templo, para que lo ayude a gobernar de manera correcta su reino, el Imperio Antiguo de Egipto.
Para ello, siempre debía invocarlo, citando su nombre en idioma egipcio, mientras hacia una reverencia, postrándose a sus pies. Imponente como siempre, Horus, bello y poderoso, se presentaba una vez más.
-¿Qué es lo que me aconseja hoy, señor?–planteó Keops.
-Hoy no será un día ordinario –contestó Horus-. El consejo que te daré ahora es crucial, determinante para el futuro de nuestro reino.
-¿Y de que se trata, señor?
-Para empezar deberás pedirle a uno de tus sirvientes que construya un artefacto de enorme dimensión, suficiente para escribir en él más de mil jeroglíficos. Luego, trae ese artefacto enfrente de mí. Por ahora es solo eso.
Y sin mediar mas, Horus, desapareció de manera repentina, como de costumbre.
Keops encargó a uno de sus consejeros, para que construyera ese artefacto. El faraón le mencionó que ese artilugio debería tener una capacidad para poner miles de jeroglíficos dentro de él. Luego, el  consejero le planteó:
-Considero que hay varias opciones, pero solo una es la correcta. No puede ser una tabla, porque no tiene capacidad para que entren en él tantas palabras. Tampoco se pueden usar un conjunto de tablas, porque se necesitarían más de mil, y no hay forma de construir tantas. Tampoco el mensaje que exige Horus, puede ser representado como jeroglífico en el interior de las pirámides, porque debes llevar ese mensaje con el artefacto ante su presencia.
-¿Qué sugieres entonces?
-Sugiero que ese artefacto debe ser un papiro.
-¿Y cómo construirás el papiro?
-Será sencillo. Necesito que envíes a uno de tus esclavos al Río Nilo. Él deberá extraer en el interior de dicho río una hierba palustre. Ésta, está constituida por un tallo de sección triangular que en su extremo superior porta hojas dispuestas en estrellas. 
Keops, envió a un esclavo y le instruyó según lo dicho por el consejero. Una vez, el sirviente extrajo la hierba, se la entregó al consejero del faraón.
El consejero comenzó la elaboración del papiro. Primero, puso en remojo el tallo de la planta durante una semana. Después, cortó en tiras finas la hierba y la prensó con un rodillo, para eliminar parte de la savia. Luego, dispuso las láminas de forma horizontal y vertical, y la volvió a prensar, para que la savia actuase como adhesivo. Frotó la lámina con una pieza de marfil, durante varios días, finalizando así la elaboración del pergamino.
Keops, invocó nuevamente a Horus y le llevó el pergamino a su presencia.
-Haz cumplido con tu destino –le dijo Horus.
-¿Qué debo hacer ahora?
-Escribir en el papiro todo lo que te voy a dictar. 
Horus relató al Keops, cosas incomprensibles para el faraón, sucesos cruciales, algunos de ellos con fecha y lugar, otros como indicio de algo nuevo. Una vez finalizada la transcripción, cuya elaboración llevó varios días, faltaba aun la fase final para darle poder al papiro.
El dios egipcio, se quitó el parche de su ojo y de él emanó una luz que iluminó todo el recinto y hubo un temblor de tierra, dándole un poder sobrenatural al pergamino.
-A este artefacto, mantenlo oculto en los sitios más recónditos del imperio. Se deberá esperar hasta el momento adecuado, para que su uso se emplee, podría tardar décadas, incluso siglos. Mañana, invócame nuevamente y te daré más instrucciones.
El faraón marchó a su hogar y allí descanso plácidamente tras tan arduo trabajo en la transcripción de textos en egipcio arcaico, antiguo y de jeroglíficos al papiro. Al día siguiente, fue nuevamente al templo e invocó otra vez a Horus.
-¿Qué nuevas instrucciones me dará, señor?
-La construcción de una nueva estructura edilicia.
-¿Qué clase de estructura?
-La construcción de tres nuevas pirámides.
Ya habían sido construidas otras pirámides en tierras egipcias. Éstas fueron elaboradas en la  época de la Dinastía III: la pirámide escalonada de Saqqara del faraón Dyeser, cuyo arquitecto fue Imhotep; la pirámide acodada, en la región de Dahshur; la pirámide en Meidum de Seneferu, iniciada por Huni; y la Pirámide Roja, erigida en Dahshur.
-¿Y cómo lo construiremos, señor? 
-No será nada fácil. Será la  estructura más imponente de todos los tiempos. Será un construcción tan compleja que será difícil de entender incluso para los arquitectos más sabios de la modernidad.
-¿Y quién nos ayudará a construir algo de tanta complejidad?
-Una raza de seres superiores al hombre.
-¿Quiénes?
-Son personas provenientes de otro lugar. Pertenecen a otro planeta del firmamento.
-¿Y cuándo llegarán?
-Pronto –culminó Horus, desvaneciéndose otra vez.
Y quedándose con una gran intriga, Keops, marchó a encargarse de otros asuntos, referidos a la administración de su imperio.
El faraón una vez descansando en su recinto, se quedó reflexionando sobre lo ocurrido en el templo y lo que le dijo Horus. “¿Seres de otro planeta?”, se preguntó.”¿Será posible?”.
-¿Qué estas pensando? –le preguntó Henutsen, su esposa.
-Nada.
-No mientas, algo te pasa.
-Es sobre lo que me dijo Horus.
-¿Qué te dijo?
-No me lo creerás.
-¿Qué te dijo? –insistió su esposa.
-Habló sobre una hipotética construcción de tres nuevas pirámides. Y no solo eso. Dijo que vendrán seres de otro mundo a ayudarnos con el proyecto.
-No te lo creo.
-Pero es lo que me dijo. Horus nunca me mintió y todos sus consejos siempre fueron fructíferos. Mañana lo invocaré de vuelta, y le pediré que me aclare mejor todo esto.
Al día siguiente, Keops, invocó a su dios y le planteó sus dudas.
-¿De dónde vienen? –le  dijo.
-Vienen de un planeta, perteneciente a nuestro sistema solar. Sus habitantes lo llaman Nibiru. 
-¿Y cómo son?
-Son personas como de tres metros de altura, con piel de escamas, con su cráneo alargado y plano. Pueden vivir miles de años y tienen una inteligencia y fuerza sobrehumana. Ellos manipulan una tecnología sorprendentemente avanzada, más compleja que la del hombre en más de siete mil años. Por eso nos ayudarán a construir las pirámides.
-¿Y con qué fin construiremos las pirámides?
-Tendrá varios usos. Servirá como sepultura para los faraones difuntos y también como lugar de culto. Pero no solo será para eso. El dios padre, Amón-Ra, se encuentra viejo y senil, solo su condición de inmortal lo mantiene con vida. Las pirámides también servirán para que los faraones estén más cerca del dios, sirviendo como templos solares, dándoles fuerza. De hecho, la pirámide de Saqqara; la pirámide en la región de Dahshur; la pirámide en Meidum de Seneferu y la Pirámide Roja fueron construidas con tal propósito.
“Servirán además para contemplar donde muere el sol al oeste con el ocaso y cuando renace al este del alba, símbolo para que el alma difunta del faraón viajara por la eternidad acompañando al sol –Amón-Ra- del lado este”.
“Pero hay algo más” agregó Horus. “Servirá para transmitir un poder único, un nuevo tipo de energía elaborada por los habitantes de Nibiru, desconocida hasta ahora por la humanidad: ellos la llaman electricidad”.
-¿Qué es eso?
-Tiene una característica similar a la caída de los rayos y de los relámpagos. Servirá como fuente de energía que será indispensable para los modelos de vida que están por venir.
“Dentro de poco tiempo vendrán los habitantes de Nibiru y debes estar preparado para ello. Debes darles la bienvenida y advertir a tu pueblo sobre su llegada. Ellos, conjunto a tus esclavos, sirvientes y cualquier otro tipo de clase social del imperio, trabajarán en la construcción de las pirámides, cuya producción llevara décadas”.
Horus desapareció.
Keops, una vez en sus aposentos, se quedó reflexionando sobre como informarle a su pueblo sobre la llegada de un grupo de personas extraterrestres que vienen a ayudarlos y en son de paz. Tenía miedo de que su población lo tomara por loco, que especulen que quería burlarse de ellos o jugarles una broma. Solo se decidió a decirles que vendrían unas personas de tierras lejanas. Pero, ¿y si realmente fuera cierto, tal como dijo Horus, que estos seres miden tres metros de altura y que tienen piel escamosa como un reptil? Se dio cuenta que su poblado entraría en pánico. Especulando, decidió decir la pura verdad, reaccionen como reaccionen, así por lo menos, su gente sabría o tendría una mejor idea sobre como son los nuevos visitantes y no se lleven una sorpresa pasmosa cuando los vean por primera vez. 
El faraón envió a sus sirvientes a correr la voz para que todo el pueblo se entere de lo que estaba por ocurrir. La población quedó sorprendida. Se rumoreó que era una broma, tal como especuló Keops. Unos pensaron con seguridad que la noticia era certera y otros la ignoraron.




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