Crónicas de Luminara : El Origen

Capítulo 6: El olvido invisible “La magia puede ser descubierta”

Al llegar al mundo humano, el Maestro apareció visible ante los humanos, ahora como un conejo mágico… algo muy peligroso para su misión.

Se detuvo en seco. Sorpresivo y molesto, exclamó en voz alta:

—¡Ayyy! ¡Noooo! ¡NO, no esta vez!… Ahora… ¿quién fue? ¿A quién se le olvidó empacar mi polvo invisible? ¿Búho o Lord? Ese par me va a oír… ¡Esto no puede estar pasando! ¡Osh!

Mientras tanto, en Luminara, un eco extraño recorrió el aire, como un grito lejano.

Búho, erizando sus plumas, dijo tembloroso:

—¿Lord, lo sentiste? ¡Ay! ¡Me dan escalofríos… mis plumitas!

La Ardilla, afirmando algo que nadie le preguntó, dijo con absoluta seguridad:

—¡Que…! ¡Qué! ¡Yo oí al Maestro gritar!

Lord, serio pero intrigado por la sensación, habló con firmeza:

—Ardilla, guarda silencio… algo va a pasar.

—Estén todos alertas.

El Maestro necesitaba encontrar el enlace con los Guardianes de los Puentes.

Caminó unos pasos entre los árboles, hasta que encontró un roble ancestral.

—Hermoso árbol… necesito de tu ayuda ahora.

El árbol abrió una rendija secreta en su tronco.

El Maestro —ahora en su forma de conejo mágico— insertó su llave maestra y la giró.

Una luz suave se encendió; de una de las ramas surgió un auricular etéreo, un teléfono hecho de luz.

—Guardianes de los Puentes… ya saben quién soy —dijo con urgencia—. Estoy visible ante los humanos. Necesito ayuda. Manden a Lord con el polvo invisible… ahora mismo. Ya saben el proceso. No quiero burocracia. ¿Les quedó claro?

—Muy claro, Señor, como el cristal de su palacio —respondieron los Guardianes—.

Ejem… ejemmm… Maestro, entendemos la gravedad, cero burocracias. ¡Tranquilo! El sol aún no se pone en su cuadrante. Prepararemos la coordenada y enviaremos a Lord de inmediato…

El Maestro suspiró con alivio, y la conexión se desvaneció.

Mientras tanto, en Luminara…

Búho revoloteaba nervioso sobre la mesa de trabajo.

—¡Ardilla! ¡No mezcles eso ahí! ¡No toques nada! ¡Eso no es para jugar! —gritó desesperado.

La Ardilla lo ignoró con maestría.

—Ay, Búho, por favor… qué exagerado eres. Solo estoy “acomodando” las cosas.

—¡No las acomodes! ¡Déjalas como estaban! —Búho se llevó las alas a la cabeza.

Lord, con voz grave y autoritaria, interrumpió:

—¡Silencio! Ahora… tres, dos, uno… el teléfono. ¡Tráiganlo, rápido!

Los Guardianes llamaron a Lord para notificarle su travesía.

Sus primeras palabras al colgar el auricular fueron:

—Vamos a recrear la coordenada principal que usó el Maestro. Necesita el polvo invisible ya. Ahora mismo. Y tú, Ardilla…

Se inclinó hacia ella.

—Escucha bien: con que muevas un granito… ¡adiós misión!

—Ay, ay… está bien —refunfuñó la Ardilla cruzándose de brazos.

Los Guardianes abrieron el mapa estelar.

Una luz intensa surgió del centro.

—Coordenada lista —anunció uno de ellos.

—No es un portal completo —aclaró uno de los Guardianes—. Solo un acceso temporal. La cápsula hará el resto.

El aire comenzó a vibrar suavemente, como si el universo contuviera la respiración.

Las luces del recinto se inclinaron hacia el centro del salón, y una apertura ovalada se formó en el espacio, delineada por tonos rosados, dorados y azulados.

Búho abrió los ojos de par en par.

—No puede ser…

Desde el interior del portal emergió una luz delicada, blanca y tibia, distinta a cualquier otra.

No hablaba.

No avanzaba.

Solo estaba ahí.

Era Celestia, nacida en Aurora Nébula.

Su presencia no imponía… tranquilizaba.

A partir de su resplandor comenzó a formarse una cápsula estelar, suave como una burbuja de luz viva, sin bordes definidos, flotando en el aire como si no pesara nada.

Lord tragó saliva.

—Ejem… ¿eso… es para mí?

Búho asintió lentamente.

—Es la única forma de alcanzarlo sin romper el equilibrio entre mundos.

La Ardilla dio un salto exagerado.

—¡¿QUÉ?! ¡¿Y por qué él?! ¡Yo soy más ligera! ¡Más rápida! ¡Y definitivamente más divertida para viajar!

Nadie respondió.

La cápsula brilló un poco más, dejando claro que no había discusión posible.

Lord acomodó su saco, respiró hondo y murmuró para sí:

—Por el Maestro… y por mi dignidad.

Dio un paso al frente.

—¡Oye! —gritó la Ardilla—. ¡Si ves humanos, tráeme algo brillante!

Lord levantó una ceja.

—Si sobrevivo… lo consideraré.

La cápsula se abrió suavemente, esperándolo.

Lord subió.

La luz se cerró a su alrededor. Y el portal comenzó a intensificarse.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.