En toda la noche no había podido parar de removerme en la cama, aun cuando mi hermana se había colado en mi habitación para intentar tener una buena noche de sueño. Ambos estábamos demasiado nerviosos, realmente ansiosos por lo que pasaría el siguiente día. Pero mientras ella pudo descansar un largo rato, tranquila por mi presencia a su lado, yo no dejé de dar vueltas.
Sabía que, al otro día, cuando esté camino hacia mi misión, me arrepentiría de no haber descansado como debía. Así que hice lo único que pude haber hecho esa noche, ir a la tumba de mi madre.
Desde que ella había muerto, mi hermana y yo nos unimos más que nunca. Tanto ella como yo nos apoyamos cuando los días se veían demasiado grises, hicimos el rol de padre y madre. Más de una vez Aruna me había enderezado y regañado como si no tuviéramos la misma edad. Creo que, de ambos, ella había sido la más fuerte y la que más había madurado en ese entonces.
Aun así, había veces donde ambos preferíamos la soledad. Intentábamos no agobiarnos con nuestras inquietudes y pensamientos. La tumba de mi madre había servido de buen escondite por esos días, y actualmente también.
Sabía que mi hermana tenía su propio escondite por las cuevas lindantes al volcán, justo por detrás de nuestro castillo, donde los dragones se ocultaban. El dragón de nuestra madre nunca había salido del laberinto de cuevas de tierra roja cuando ella murió, Aruna era quien se ocupaba de visitarle constantemente. Yo solo había ido unas cuantas veces para salir de allí transpirando del calor y con barro hasta las rodillas.
La tumba de mi madre se encontraba justo por debajo de nuestro castillo, en las mazmorras. Por un lado de ellas se encontraba la prisión mientras que del otro las tumbas de la familia Draco. Que no eran más que meras decoraciones y recordatorios de nuestros antepasados porque nuestros cuerpos, al morir, iban a parar a la lava ardiente en una gran ceremonia fúnebre.
Abrí las puertas dobles de madera, ambas chirriaron cuando pasé. Las antorchas estaban prendidas en cada columna, eso quería decir que alguien ya había estado aquí. Muy seguramente mi padre.
Él no hablaba mucho de mi madre, no porque no la haya amado, más bien porque no podría resistir hacerlo. Aruna y yo habíamos preguntado por ella de chicos, siempre decía cosas vagas para luego retirarse. Hace rato que sabíamos muy bien cuánto le dolía recordarla. El gran rey Balcor Draco cambió rotundamente cuando la tragedia ocurrió.
En realidad, todo Draco lo hizo. La reina Fedora no solo había sido una hermosa mujer y una excelente compañera, ella había sido una gloriosa líder y combatiente. No cualquiera había podido ganarle en un duelo y, como si fuera poco, era una jinete de dragón asombrosa. Los draconianos contaban excelentes historias sobre ella y Aruna se las sabía todas de memoria.
Suspiré cuando estuve junto a la tumba de piedra. La figura de mi madre estaba tallada en una escultura, acostada sobre un altar de mármol. Las flores le rodeaban en el suelo, rojas y blancas.
Me gustaba ver el rostro de mi madre, aún más las pinturas que estaban por el castillo. Hacía tiempo que su imagen en mi cabeza era demasiado difusa y prefería pasar largos ratos admirándola para no perderla por completo. Su voz era un caso perdido, aunque noto muchas actitudes y rasgos en mi hermana. Tal vez por eso Aruna era capaz de mantenerme a raya, su temperamento al ponerse seria haría temblar a cualquiera. Justo como Fedora.
Deslicé mis manos sobre la escultura y le sonreí.
— ¿Cómo estás mamá? — Pregunté, solo por costumbre — En unas cuantas horas todo habrá comenzado. Estoy ansioso.
La placa dorada con el nombre y títulos de mi madre se hallaban justo en la pared, por debajo del gran cuadro de su figura. También las fechas de cuando su vida había comenzado y terminado.
— Este último tiempo ha sido algo ajetreado, por eso no había vuelto a verte. Pero tenía que hacerlo, una última vez antes de irme. Aruna ha estado ayudándome a escoger el dragón, seguro sabes cuán inteligente ella es — Sonreí de lado recordando los libros que se había tragado con tal de elegir un dragón incluso más fuerte e impresionante que el de mi padre — Hicimos un trato, ella escogería el mío y yo el suyo. Nos dijimos ayer nuestra elección. Tendré que ir hacia el sur, según mi hermana allí se encuentra un rocacraneo joven.
Los rocacraneo tenían la piel recubierta por escamas duras e impenetrables, además llegaban a medir en su etapa adulta de ocho a diez metros de largo. Era un tipo de dragón apto para un líder, eran algo temperamentales y tenían un rugido que hacía temblar a cualquiera.
Al lado del volcanus de mi padre, sería una gran adquisición. No podía pedir algo menor de aquel estándar porque un volcanus era un dragón de nuestra tierra y eso quería decir que habitaba en volcanes. Ellos escupían lava ardiente y tenían escamas aptas para altas temperaturas, eran realmente gruesas y muy difíciles de penetrar.
El volcanus que montaba Balcor Draco medía nueve metros de largo, era realmente una imponente figura cuando atravesaba el cielo. Sus escamas negras y ojos rojo sangre. Mi padre le había encontrado a los pocos días de haberse ido pero, como todo volcanus, ganarse su confianza era otra cosa. Estuvo más de un mes para que el dragón no le quemara vivo y se lo comiera como carne asada. Aunque, como todo draconiano sabe, una vez ganada la confianza de un volcanus, este te será leal hasta la muerte.
Por eso mismo era algo difícil de competir contra mi padre ¿Qué otro dragón más impotente habría? Bueno, Aruna lo había conseguido. Después de tantas averiguaciones y rumores que le llegaron y haberse comido la biblioteca del palacio entera, ella encontró mi destino próximo.
— Me encantaría ir con Aruna a la misión, nunca nos habíamos separado tanto tiempo. Y jamás libramos una batalla sin estar de lado a lado — Seguí contando, imaginándome como mi madre podría estar escuchándome desde algún lugar desconocido — Creo que todo el mundo espera esto porque significa que por primera vez no contaremos con el apoyo del otro. Somos como uña y mugre después de todo… Obviamente ella siendo la mugre.
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Editado: 19.09.2020