Crónicas de Nyssa: Hermanos de Fuego

[1] ARUNA

Me había pasado el día entero viendo que todo esté en orden. Revisé mi bolso e incluso el de Kalu, mi hermano, que tenía la costumbre de siempre olvidarse de las cosas importantes.

Me ocupé de que las monturas de nuestros caballos estén bien cocidas, de que la bolsa tuviera una manta, algo de comida, dinero y también cosas útiles como sogas y ganchos. Si mi hermano iba a los riscos del sur estaba segura de que lo necesitaría.

Nada podía salir mal y eso hacía que cada parte de mi cuerpo aflore en nervios. Si Kalu no regresaba con vida y con un dragón él no podría tomar el puesto de rey y por lo tanto todo recaería en mí. Y yo no quería ser reina.

Mi puesto estaba más que claro, era y siempre sería la princesa del Imperio Draco. Claro está que me encantaría adherir a mi título el de “guerrera” y “jinete de dragón”. Por eso, Kalu y yo, nos estábamos yendo a la misión que todos nuestros ancestros habían ya hecho. Ambos iríamos en busca de nuestro dragón, solos y sin ayuda.

Nadie más que mi hermano y yo sabíamos acerca de nuestros dragones para que nadie pudiera ayudarnos, ni siquiera el mismo rey. Aunque padre nos había aconsejado y ampliado nuestra información para nuestra elección.

Como era demasiado difícil decidir por nosotros mismos, y estaba claro que ambos podíamos ver las fortalezas y debilidades del otro, decidimos simplemente dejarlo en manos ajenas. Kalu decidiría mi dragón mientras yo el suyo.

Así que ahora nos enfrascaríamos en la búsqueda de un rocacraneo joven para mi hermano y yo iría al oeste, donde antiguamente el clan Siren habitaba.

Según mi hermano, aquél frío e inhóspito lugar era el hábitat de una población de dragones frizo. Kalu me había contado sobre ellos y más lo que había estado leyendo tenía entendido que se trataban de una especie que llegaba a medir hasta los cinco metros de largo, sus escamas eran blancas y gruesas y soportaban temperaturas muy frías. Podían manejarse dentro del agua y aguantar la respiración por unas horas, nadie sabía exactamente cuántas, y para mi sorpresa llegaban a volar a grandes velocidades al ser realmente livianos.

Kalu me dijo que sería el dragón perfecto para mí, me haría ágil y rápida en batalla. Congelaría a grandes grupos en una pasada rápida con su aliento y, lo que podría ser más importante, sería la primera en la historia de los Draco con un dragón de frizo.

Nadie hasta el momento había montado un dragón que pertenecía exclusivamente a los antiguos dominios del clan Siren.

Cuando pude tener mi mente tranquila con respecto al equipaje que llevábamos y las armas, no pude evitar caer en mi cama algo rendida de tanto ajetreo. Aun así no pude pegar un ojo, me levanté varias veces y vislumbré la noche desde mi balcón. El paisaje que daba mi ventana era el del volcán justo por detrás del palacio. Estaba algo humeante esa noche, como si la montaña de lava supiera la fiesta que se venía y quisiera deleitarnos con una caída de cenizas para festejar.

En una de las tantas cuevas, muy en lo profundo, estaba el dragón de mi madre. Había ido esa mañana a verle antes de irme, era un colalarga verde que rebosaba en tristeza. No había vuelto a salir desde la muerte de mi madre.

Lo entendía, yo tampoco lo hacía los primeros meses.

Cuando no supe con qué más distraerme simplemente agarré la pila de libros y comencé a elegir cuál me serviría para el viaje. Había uno en específico acerca de la historia de un ancestro que fue rey y había sido el primero en domar a un dragón.

Estaba su investigación completa, cómo fue poco a poco conociendo cada especie y cada técnica que tenía para los diferentes dragones. Padre me había dicho que hubiera querido tenerlo cuando tuvo que ganarse la confianza de su dragón.

Todos sabemos que los volcanus son tan impredecibles y temperamentales como los mismos volcanes.

Lo dejé a un lado de mi mesa a un lado de la cama, sin duda me lo llevaría. A diferencia de Kalu, que su dragón escupía fuego y podría darle un espectáculo con nuestras habilidades, yo tendría que ser más astuta. Mi dragón podría temerle al fuego y eso sería un punto en mi contra.

Me estiré sobre la cama una vez más con mi corazón latiendo desbocadamente. Esta noche no podría dormir.

No era algo nuevo en mí, principalmente cuando la muerte de mi madre nos impactó en la familia. Yo me había escabullido a la cama de mi hermano varias noches seguidas. Esta no sería la excepción.

Sin ni siquiera tocar en su recámara, que quedaba justo en frente de la mía, entré. Estaba todo oscuro y él, como ya me lo esperaba, estaba despierto y removiéndose en la cama.

— ¿No puedes dormir? — Me preguntó y yo negué — Todo saldrá bien, tienes que dejar de preocuparte por tanto.

— Me preocupo por demás porque tú no lo haces — Me acosté con mi estómago apoyado en el suave colchón — Recuerda que tenemos una apuesta, pienso ganarla hermanito.

Kalu rio y me observó con sus brazos por detrás de su cabeza.

— Estas demasiado preocupada, eso quiere decir que temes perder — Alegó — Ganaré, volveré primero a casa volando en mi rocacraneo. Te estaré esperando para mi coronación.

Ahora fue mi turno de reír.

— No puedes hacer nada sin mí, veremos cómo sale eso.

En realidad, ninguno de los dos sabía hacer nada sin el otro. Ese era uno de mis mayores puntos de preocupación.

No solo compartíamos una gran cantidad de rasgos en común, como el color de nuestro pelo que era un colorado medio anaranjado, también nuestros ojos color miel claro o inclusive nuestra nariz respingona adornada con pecas. Además de, claro está, la edad. Y aunque él fuera tan solo uno o dos minutos mayor, la que actuaba prudente y madura era yo.

Pero, sobre todo, compartíamos todo tipo de momentos. Éramos hermanos, éramos la misma sangre. Y todo el mundo sabía que el próximo rey venía con una princesa a su par, una princesa que quería ser una guerrera y defendería a su rey con su vida.



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En el texto hay: fantasia épica, amor romance, aventura en un mundo fantastico

Editado: 19.09.2020

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