El día tan esperado ha llegado. Con 21 años recientemente cumplidos, mi hermano y yo teníamos que enfrascarnos en nuestra misión y cumplir con las expectativas de todos a nuestro alrededor.
Como en el territorio Draco no había quien haga pieles que me resguarden contra el frío, dado las altas temperaturas que siempre había, tendría que comparar afuera. Así que me aseguré de tener dinero para ello y para una embarcación, llegado el caso, que me lleve hasta el antiguo territorio Siren.
Por lo tanto, mi ropa solo constaba de un pantalón y remera largos y negros. Tenía mi armadura de escamas de dragón que padre nos había regalado a Kalu y a mí en nuestro cumpleaños, forjado con las escamas que se le cayeron a su vulcanus. Eso hacía que la armadura sea liviana y altamente resistente.
Tenía mis dagas escondidas en mis botas y a mi espalda, además de los dos espadas cortas de doble filo en el cinturón de mi cadera. A diferencia de Kalu, que prefería una espada dada la fuerza que tenía para blandirla, yo prefería ser rápida y certera con mis dos espadas ligeras.
Me até el pelo en una trenza para que no me molestase, y también para ocultar el hecho de quien era con una capucha.
Tomé mi capa y mientras me la ataba observé a mi hermano. Kalu estaba también enfrascado en sus propios movimientos, justo del otro lado del pequeño establo con su caballo. Ajustaba las riendas y se ponía su propia capa, su ropa no difería mucho de la mía. La gran espada la puso en la funda ajustada en la montura de su caballo negro, era para que no le molestara al cabalgar.
Ninguna de nuestras pecheras tenía el escudo Draco como todas las demás lo tenían, era algo peligroso que la gente supiera quiénes éramos.
— ¿Lo tienes todo? — Le pregunté mientras montaba mi caballo y tomaba las riendas.
— Así es — Él también se acomodó encima del suyo.
Ambos salimos del establo, nos llevaron hacia el tumulto de personas justo delante del castillo y paramos hasta esperar ser presentados.
La voz de mi padre retumbó entre todos los gritos, pude verlo en el escenario, aunque no entendía sus palabras por el ruido de la gente emocionada. Debía estar dando un gran discurso, tal vez uno muy similar al que venía practicando días atrás.
Cuando señaló hacia nosotros, Kalu y yo comenzamos a movernos en el espacio que la gente había dejado. Llegamos al centro del tumulto, las caras eufóricas hacían que mi corazón lata y la sonrisa se escape de mis labios.
Recordarían este día por el resto de sus años, nosotros éramos los príncipes y estaban viviendo nada más ni nada menos que nuestra ascensión.
Nos atreveríamos a dejar las comodidades de nuestro castillo y la seguridad de nuestros guardias para probar nuestra valía, nuestro coraje. Y volveríamos para ser, en caso de Kalu, coronado rey y, en mi caso, coronada formalmente como princesa del imperio. Además de los títulos que tanto venía ansiando: guerrera y jinete de dragón.
Por fin tendríamos nuestros propios dragones.
En cuanto llegamos a la base del escenario de madera nos bajamos de nuestros caballos y subimos las escaleras a la par. El lugar estaba decorado en banderines rojos y blancos con el escudo de nuestro imperio, el dragón con las alas desplegadas y escupiendo fuego hacia arriba, también las antorchas con fuego nos rodeaban.
Como si lo hubiera previsto, la ceniza volcánica no se hizo esperar para unirse a la fiesta de despedida.
— Mis hijos, Kalu Areu Draco y Aruna Eloísa Draco, se irán en busca de sus dragones el día de hoy — Padre nos rodeó con sus brazos a cada uno y siguió hablando a la multitud — Nadie sabe qué destino eligieron, ni qué dragón les espera. Lo que sabemos, es que dentro de poco tiempo los tendremos de vuelta en casa volando sobre nuestras cabezas con sus espléndidos dragones. Y un nuevo reinado dará comienzo.
Todo nuestro pueblo gritó con entusiasmo, mi piel sintió cada uno de sus gritos transformándolos en piel de gallina. Mi estómago dio un vuelco por completo y aseguraba que nadie más podría robarme la sonrisa de mi rostro.
Nuestro pueblo estaba allí, todos fieles al imperio y todos esperando ver nuestro regreso.
Observé a mi lado, los ojos de Kalu me recibieron. Dio un paso adelante y tomó mi mano para ponerme a su lado, entrelazamos los dedos y nos hizo levantar los brazos.
Cuando regresé mi mirada al frente me sentí poderosa, tanto como nunca antes. El agarre de mi hermano me daba confianza. Estaba segura de que jamás nos había brillado los ojos de esta manera, cuando veía a Kalu por fin pude ver el rey en que se convertiría.
Toda esa gente allí se arrodillaría ante él. Ante nosotros. Todos bajarían su cabeza con respeto y lo seguirían en las batallas con sus espadas en mano.
Lo vi allí parado y no pude evitar sentirme orgullosa de quien él era y en lo que pronto se convertiría.
Cuando el momento de júbilo cesó, padre nos dio su bendición. Aún tomados de la mano ambos bajamos en dirección a nuestros caballos nuevamente. Esta vez para montarlos directo hacia la muralla de piedra y así salir al resto de la isla de Nyssa.
Kalu tiró de mí para ponerme frente a él y me sonrió.
— Tengo un regalo para ti — Pestañé confundida por sus palabras.
Él se tomó su tiempo para revisar sus bolsillos hasta sacar una cadena de oro blanco, de ella colgaba como dije un pedazo de colmillo de dragón.
— Tuve que tomarme un día entero para revisar esas cuevas — Me pasó el colgante alrededor del cuello y yo me petrifiqué entera — Le pedí al colalarga verde de mamá si me podía dar un colmillo o una garra para ti.
Cuando Kalu abrochó el colgante y yo sostuve el colmillo en mis manos no pude evitar sentirme un poco más cerca de ese dragón y, por lo tanto, de mi madre. Observé a mi hermano intentando que las lágrimas no se derramen, no quería que el mundo entero me viera llorar.
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Editado: 19.09.2020