Crónicas de Nyssa: Hermanos de Fuego

[7] ARUNA

Me tiraron en una especie de jaula, se trataba de un pozo en la tierra y por encima de mí un entretejido de ramas y lianas como puerta. Quise reír de la ridícula prisión que tenían.

En cuanto el sol baje yo comenzaría a idear un plan de salida. Comenzando con romper la puerta de madera y siguiendo por clavarle el cuchillo que tenía en mi pie a los guardias más cercanos. Solo debía buscar el momento en el que estén distraídos y demasiado oscuro para que se fijen en mí, entonces sería el momento de sacarlo de su escondite.

Las horas pasaron y me mantuve calma y callada en un rincón, los guardias caminaban demasiado y estaban al pendiente de lo que hacía. Miraban para abajo con sus sonrisitas de triunfo y desprecio que tanto quería arrancarles, pero no dejaban de sostener sus armas.

Los hijos del rey del imperio tenían una muy buena reputación en batalla.

Cuando ya comencé a hartarme me hice una pequeña bola en el suelo y cerré mis ojos poniendo en alerta el resto de mis sentidos. No iba a quedarme dormida, pero fingiría para que bajaran un poco la guardia.

El sol ya no me apuntaba directo, la luz se iba del pequeño pozo en el que me encontraba para desaparecer. Ahora las sombras jugaban a mi favor. Los guardias cambiaron de turno, lo sé porque escuche más pisadas de lo normal y uno que otro saludo. Los nuevos solo me observaron un tiempo y hablaron entre ellos para seguir con lo suyo y no volver.

Perfecto.

No me levanté de mi lugar, simplemente fui desatando los cordones hasta aflojar mi bota. La saqué de su lugar, tomé rápidamente la plantilla y tiré de ella para destapar mi cuchillo. Cuando estuvo en mis manos sentí el frío del pequeño metal como si fuera la sensación de la salvación.

Puse todo en su lugar nuevamente. Mi libro aún estaba en mi espalda, no fueron muy cuidadosos en revisarme. Narayan lo había hecho ya, me había sacado casi todos mis cuchillos. Los quería de vuelta.

Me senté observando hacia arriba, ni siquiera era capaz de vislumbrar el blanco nítido tan característico de la luna. Las copas de los árboles estropeaban las vistas al cielo nocturno.

No importaba, no estaba aquí para admirar las vistas. Me paré e intenté cortar en vano la soga que me ataba. Como era de esperarse, un simple cuchillo no vencería a la magia. Tengo que tomar el cuchillo de Narayan o su lanza.

Ajusté el cuchillo en mi cintura, donde lo podría extraer al instante. Mis manos aún se sentían frías, mis dedos temblaban y no tenían la fuerza de antes. Pero aún podría defenderme, me habían entrenado para soportar malas situaciones.

Salté para tomar la reja con mis manos, me colgué impulsando mis pies hacia arriba y quedé colgada haciendo que la madera soporte mi peso por completo. Me moví intentando que se quiebre, sentí los sonidos que hizo al ceder y sonreí. Pero no fue el único, hubo pasos que me obligaron a bajar mis pies y soltar.

Maldición ¿Ahora qué querían?

Se escucharon aullidos y gruñidos de animales, un cuerno sonó en la distancia. Tambores. Pasos.

¿Qué estaba pasando?

Los guardias aparecieron encima de mí, me observaron deseosos de lo que estaba por ocurrir. Si tan solo no tuviera esta soga en mis muñecas… Una chispa y lo próximo que escucharía sería el glorioso sonido de sus gritos.

— ¿Cooperas o tendremos que obligarte a cooperar?

Abrieron la reja y tiraron una soga para que la tomase. Los observé ¿De verdad pensarían que me prestaría a ser sacada de esa forma?

— Sujétate — Dijo uno de ellos mientras el otro sacudió la soga con énfasis.

— Ni soñar — Si pudiera cruzarme de brazos, lo haría — Ven a buscarme.

No se inmutó con mi respuesta, como si se lo hubiera esperado. Miró hacia arriba, alguien más estaba junto a los dos guardias que podía ver. Inclusive, ahora que prestaba más atención, escuchaba a otros más hablar y dar órdenes.

Un grupo vino, creo que fueron tres o cuatro. No pude contarlos porque al instante fui bañada en lodo. Cometí la equivocación de abrir la boca por el impacto y me entró el sabor asqueroso de tierra húmeda.

La furia creció en mi interior.

Escuché risas mientras escupía y trataba de limpiar mis ojos. Observé hacia sus rostros, los memorizaría. El primero tenía barba y cabello largo marrón atado en una cola, el otro sus cejas eran gruesas y su sonrisa era arrogante y burlona, uno de sus labios parecía partido. Ambos con esas pinturas de guerra que adornaban su rostro y brazos.

— Sal de ahí si no quieres morir ahogada — Gritó el de barba mientras con una mano daba la orden a los otros de frenar.

Observé mis pies, no podía moverlos. El lodo llegaba hasta por encima de mis rodillas. Si me quedaba él tenía razón, me matarían sepultándome en este pozo. No tenía más remedio que acatar y salir de allí.

Tomé la soga con mis manos, con toda la fuerza que tenía, y ellos me arrastraron fuera de allí. Ni bien estuve tendida en la superficie me tomaron de los brazos, me alzaron y cruzaron una soga a mi cuello para obligarme a caminar.

— Tráiganle algo de agua, hay que llevarla presentable ante nuestra Jefa — Volvió a ordenar mientras otros reían.

Observé alrededor con ganas de recordar cada rostro pero me quedé perdida en aquellos que estaban en mí misma situación. Eran tres hombres, sogas al cuello y en sus manos. Esta vez solo se trataban de sogas comunes.

Uno de ellos tenía el cabello rojo oscuro, los otros dos parecían ser marrones a simple vista pero tenían ese tono cobrizo casi imperceptible tan característico de los draconianos. El mayor de ellos me observó frunciendo el ceño, intentando descifrar quién estaba debajo de esa cortina de mugre.

Un balde de agua fría se estampó contra mi rostro. Ardió levemente y, otra vez, las risas no faltaron.

Me mantuve con los ojos cerrados, respirando pausadamente. Imploraba a Draco que me diera paciencia para no hacer de este bosque un baño de sangre.



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En el texto hay: fantasia épica, amor romance, aventura en un mundo fantastico

Editado: 19.09.2020

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