Crónicas de Sauce y Acacio

Noche UNO

 

Después de un día largo, de conversaciones y negociaciones con Abejas y Hormigas, llega la noche.

Cuando en medio del silencio se oye esa voz diminuta que saluda, le sigue otra voz, que en forma enérgica trata de callarla. Nadie tiene que enterarse de su presencia.

De a poco, van llegando personas diminutas con alitas. Llevan en sus manos algunos faroles y cuencos con colores. Son las Hadas de la noche, que pintan y trabajan para dejar muy lindo el paisaje para el día siguiente. Cada una tiene un nombre.

La primera en hablar es Adhara, la más inquieta. La que la calla es Murzim, que le sigue los pasos, porque conoce lo impulsiva que es. Siempre está cerca para contenerla:

— ¡Shhhhhhh, Adhara! ¡Te van a oír!

Adhara, al sentirse en falta, busca algo para recriminarle a Murzim, que ya empieza a esparcir colores por todas partes. Sobre todo, vuelca el color verde sobre los Árboles:

—Bueno, bueno, ya sé. ¿Pero vos por qué estás usando tanto color verde?

Murzim le contesta con otra pregunta:

— ¿Cómo se forma el verde?

Adhara no conoce la respuesta.

Las otras Hadas están un poco más lejos, pintando a las Abejas, las Plantas, las Flores.

Furud, un Hada regordeta con lentes, grita desde lejos, cuando oye la pregunta de Murzim:

— ¡El verde se hace con azul y amarillo!

— ¿Ves? — agrega Murzim— ¡No necesito usar solo verde para pintar! ¡Puedo mezclar esos colores y no se me acaba el verde nunca!

Adhara, otra vez en falta, argumenta algo muy inteligente para un Hada:

—Bueno, es igual. Es otoño, así que ahora no se necesita tanto el verde. Más bien el rojo y el marrón. ¡A ver qué me decís ahora!

— ¿Cómo formas el marrón?

Muy atenta a lo que podía venir de su amiga, rápidamente le contesta, sin dejar de pintar:

— ¡Uf! Ponés un poco de azul, un poco de rojo, otro poquito de amarillo y… ¡Vualá! ¡Ahí tenés el marrón!

Unas esferas de cristal rodean a las Hadas. Vuelan por todas partes y les avisan dónde hay que pintar o dónde falta coloro si se avecina algún curioso. Son vigilantes silenciosas. Solo las Hadas pueden descifrar sus mensajes, y Murzim acaba de recibir uno:

—Las luces dicen que el Sauce no se pone rojo, que sigue verde en otoño. Habrá que corregir eso…

Se oye la voz de Furud que está ahora arriba del Acacio. Como una sabelotodo, les dice a sus compañeras:

—El Acacio y toda su familia pierden las hojas. ¡Menos mal! ¡Sino, no tendríamos vacaciones nunca! ¡No veo la hora de que llegue el invierno, así descansamos de pintar un poco! ¡Me da mucha hambre!

Detrás de un grupito de hierbas sale Mulifein, un Hada muy refinada y esbelta. Se la ve agitada y un poco preocupada.

Al verla, todas le preguntan qué le pasa. ¿Por qué esa cara de terror?

Mulifein, sin dudar, les da la mala noticia:

—El invierno va a ser muy duro, va a venir con mucha lluvia. ¡Más de lo habitual! ¿Saben qué significa eso?

No, no lo saben. Así que, intrigadas, la rodearon para que les explique. Mulifein continúa:

—Significa que se necesitan menos trabajadores para este Planeta. ¡Vamos a tener que irnos a trabajar a otro lugar!

No lo pueden creer. Revolotean alrededor de Mulifein y le siguen haciendo todo tipo de preguntas. Pero llega Aludra muy rápido, con una esfera de luz en sus manos. Logra llamar la atención de todas y les dice:

—Escuchen esto: Debido a la tala de los melenudos verdes…

Adhara mira a Murzim. No entiende quiénes son los melenudos verdes y Murzim le aclara en voz baja para no interrumpir:

—Los Árboles, Adhara.

Adhara abre la boca bien grande, tratando de entender la noticia que seguía dando Aludra:

— ¡El Planeta Azul va a tener cada vez menos trabajo de pintura, porque a los melenudos los están cortando cada vez más rápido! ¡Y no se dan cuenta de que eso está muy mal!  ¡Los pocos melenudos que queden en pie, van a estar empantanados y no van a poder absorber el agua que sobra!

Aludra hace silencio. Todas quedan paralizadas. ¿De dónde las sacarían? ¿A dónde irían? Aludra continúa:

— ¡Saldremos del remolino de leche!

Todas indignadas discuten entre ellas, menos Adhara que mira fijo a Murzim:

— ¿Qué dijo?

Murzim se aparta con Adhara y le explica:

— ¡El remolino de leche le dicen a la Vía Láctea!  ¡Qué bien te hubiera venido estudiar cuando estábamos en clase!

La triste noticia sigue en la boca de Aludra. No era lo único de qué preocuparse:

— ¡Si esto sucede, nos enviarán a las estrellas del Perrito!

Saben que allí el trabajo es arduo; que es la constelación planetaria con los colores más hermosos nunca vistos y no hay ni días ni noches.

Hacen silencio. No pueden creerlo. Quieren vacaciones. Esto lo complica todo. ¡Hay que hacer algo!

Empiezan una a una a opinar, hasta que las voces son una confusa masa de sonidos chillones. Están enojadas. Aludra las detiene:

— ¡Basta! ¡Hagan silencio!

De apoco se van aquietando las voces y solo se oye bien alto la de Adhara, que sigue gritando ideas y sugerencias:




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