Crónicas de Sauce y Acacio

Dìa Seis

Cambiar de color por las mañanas no es lo habitual. Pero esto es lo que les pasó a los habitantes de la Laguna.

Hoy no saben de qué color serán, ni si las negociaciones del Grillo habrán tenido éxito o no.

El Sol asoma apenitas, respondiendo al pedido de salir un poco más tarde. Pero esto el Gallo no lo sabe:

— ¡Ya pasó la hora del amanecer, es casi la mitad de la mañana! ¡Deje de taparse los ojos! ¿Qué? ¿Tiene miedo?

— Pero ¡qué dice! ¡Yo, siendo una estrella tan importante, voy a tener miedo! ¡Lo que pasa es que me encandilo! Ayer estaba todo amarillo y negro. ¡Me hace mal tanto brillo!

— ¡Déjese de macanas!

El Gallo no le cree ni un poco.

Finalmente, bien entero y para iluminar como se debe, sale el Sol.

— ¡Mire! —grita el Gallo.

— ¡Uf! —dice el Sol, que está traspirando de los nervios.

De a ratos, y a medida que despiertan, se oyen algunos gritos de alivio, de hurras, de risas. Hay festejo otra vez. Han vuelto los colores.

— ¡Estamos elegantes de nuevo! —suspira el Sauce aliviado.

— ¡Pss! —despectiva, lo mira de reojo la Abeja, que no está muy de acuerdo.

En medio de la alegría general, aparece el Grillo colorado, muy satisfecho.

Nuestro héroe del momento, del que se espera una declaración profunda, dice:

— ¡Ahora la única rayada es la Abeja!

—Pero ¿qué le pasa? ¡Grillo pardo!  —se defiende la Abeja ofendida.

— ¡Tan chiquitos y peleadores ustedes dos! ¡Vamos! ¡Dejen de molestarse! Y ahora cuéntenos qué fue lo que hizo. ¿Cómo pudo solucionar así de rápido todo esto? ¿Con quién habló? —pregunta el Sauce.

El Grillo se hace rogar:

— ¡Ah, no! ¡Soy el Grillo colorado! Sino, no cuento nada. ¿De qué color soy?

 El Sauce le hace señas a la Abeja para que haga silencio:

— ¡Está bien! ¡Es colorado! ¡Por favor, cuéntenos qué pasó!

— ¡Ok! Así me gusta.

Empieza a girar en círculos, se acomoda las alas, se peina las antenas y decide hablar:

— ¿Cómo les explico? ¡Contactos son contactos! Hicimos un balance de la situación planetaria con mis amigas y llegamos a un arreglo.

— ¡Uh! ¡Esto va para largo! ¡Vaya al grano! —lo apura Tenorio.

De repente, se oyen pasos. Detrás, el Hombre.

Todos se quedan inmóviles.

Este Hombre, como todos en el Planeta está temeroso, esperando otra sorpresa; porque cada día que pasa, hay más acontecimientos que lo desconciertan: las lluvias, el calor extremo,

los terremotos, las inundaciones. Pero esto, no lo había visto jamás.

— ¡Acá se acomodaron las cosas, parece! No sé qué pudo pasar… ¿Y allá? —pregunta el Hombre, mientras habla con su celular, sin sospechar que algo muy trascendente está por suceder.

Muy cerca, viajando en un tronco, haciendo equilibrio, viene llegando un ser extraño. Busca bajar a tierra. Mira y olfatea, mientras aprovecha la corriente del agua para que lo acerque a la orilla.

Es un animal que nadie conoce. Tiene cola larga, con escamas. Parece un soldado medieval. Tiene una coraza que cubre todo su cuerpo. Su color es gris oscuro. Parece sucio, porque debe haber viajado desde muy lejos.

Las Abejas dejan de zumbar y miran desde lo alto del Sauce.

Las Hormigas detienen la marcha, por si es un Oso Hormiguero moderno.

Los Cerditos se esconden en la hierba, por si es un depredador de Cerdos.

Lo que más les preocupa a todos es saber de qué se alimenta, a quién se come este nuevo conquistador de tierras lejanas.

No es la primera vez que el agua trae cosas raras. Esto ya lo saben todos.

También saben que no siempre fueron buenos los viajeros del agua. En general han venido para quedarse y alimentarse de lo que encuentran, poniendo muy nerviosos a los que estaban tranquilos porque nadie se los comía. Todo esto, ha generado grandes desequilibrios en la naturaleza, difíciles de acomodar.

¿Será otro cazador? ¿Tal vez alguien a quien cazarían? ¿Alguien a quien tendrán como mascota los Humanos? Cada uno se pregunta todo esto y más cosas. Lo bueno es que nadie es indiferente ante su presencia. Les produce curiosidad y —por qué no— miedo. Es alguien nuevo.

Detrás del Sauce, el Hombre lo observa, curioso también, y se pregunta:

— ¿Qué bicho es ese? Parece una Mulita…

De inmediato, saca de su mochila una red.

Mientras el nuevo conquistador reconoce el terreno sigiloso, le cae la red encima. Trata de escapar, pero el Hombre, más rápido y ágil, lo atrapa:

— ¡Esto para el puchero me viene súper!

Con los colores otra vez en su sitio y con el nuevo botín, el Hombre se aleja satisfecho. Allá va a hacerse un puchero de bicho raro.

Ya a salvo, con el Hombre lejos, se recuperan de lo sucedido y en silencio se miran sin entender.

— ¿Qué era eso? ¿Una Mulita? —pregunta intrigado Tenorio.

—Más bien un Lagarto…creo —dice Barrito.

Empiezan a discutir si es una Mulita o un Lagarto.

Cada uno opina, según su parecer, qué podría ser ese animal nuevo que nunca habían visto.




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