John se encontraba en el auto observando el panorama, había planificado todo perfectamente, sólo esperaba que ella no lo arruinara todo. La conocía, sabía que era capaz de todo.
Pero también sabía que el único motivo que la haría cometer un asesinato es que le hicieran daño, sabía que en el fondo ella tenía un corazón débil, así que no estaba seguro de que ella pudiese acabar con la vida de el viejo del bar.
Pero debía correr el riesgo, no podía hacerlo él mismo. Esa zona era muy peligrosa y de vez en cuando los policías se paseaban por allí buscando a ladrones, presos fugitivos o simplemente por fastidiar a los presentes.
Ese objeto era muy importante, les cambiaría la vida, o bueno, le cambiaría la vida.
John no tenía planeado compartir absolutamente nada con ella. Después de que lo obtuviera, la mataría. No dejaría cabos sueltos.
La quería, si. Y también le gustaba. La pasaba bien con ella, pero no iba a perder la cabeza solo por una insignificante chica.
Entonces lo escuchó.
Muchos carros acercándose, lo había vivido, sabía que eran ellos. No había mucho tiempo.
Abrió la puerta del auto y se deslizó por el suelo hasta llegar a unos arbustos, desde allí la vió caminando dentro del bar, ella estaba en problemas. Los policías comenzaron a estacionarse y corrieron con su armamento hasta el bar.
-¡Todos quietos, esto es un allanamiento!- gritó el comandante Ramírez.- Tenemos notificación de que se introdujo un cargamento de heroína hoy por la tarde en este lugar.- todos los presentes se miraban unos a otros asustados, esperando lo peor.- De aquí nadie se retira hasta que revisemos a cada uno de los que se encuentran en este sitio, empezando por el dueño del lugar.
-Nadie sabe dónde se encuentra el dueño, Señor.-dijo uno de los policías.
-Revisen la parte de atrás y la bodega, ¡vamos, rápido!-indicó el comandante mientras miraba de un lado a otro observando cada uno de los rostros.
Ella se escondió tras la barra esperando lo peor, no sabría cómo saldría de allí. Todo estaba perdido.
De pronto, sintió que una mano le tocaba el hombro, giró a su izquierda, y agradeció a Dios que fuera él.
Era John, quién le indicada con el dedo que guardara silencio, y luego se arrastraba por el piso poco a poco indicándole que hiciera lo mismo, y así fue, hasta llegar a las afueras del bar, para su suerte nadie lo notó.
-Gracias.-le dijo ella.
-No hay tiempo para eso, corre que estamos a punto de morir.-soltó John rápidamente.
-¿De qué hablas?-ella frunció el ceño.
-¡Corre, carajo!-John la haló del brazo y corrió hasta llegar a un lugar alejado, de repente sonó una explosión muy grande, y el bar estaba completamente en llamas.- Tuve que recurrir al plan B.-él sonrió.- Los acabamos.
-¿Pero qué co..?-ella quedó sin habla.
-Tenía que sacarte de allí.-John la miró serio.
-Sí, ¡pero no matar a toda esa gente inocente!-ella le gritó furiosa.
-No tengo tiempo para tus ridiculeces, lo sabes. Hay que irnos.
-¡Pues entonces vete tú solo! ¡Ya no te soporto!-ella corrió. John la persiguió hasta llegar al bosque. La tomó por el brazo y le dió la vuelta. Con un mano la tomó del cuello y la apretó fuertemente.- Tienes que hacer lo que yo diga cuando yo diga o serás una puta muerta.-le dijo apretando los dientes.-¿Lo entiendes?
Ella con sus pocas fuerzas le dió una patada en la entrepierna provocando que la soltara , tomó una piedra del suelo y lo golpeó en la cabeza, el cayó desmayado en un charco de sangre. Sus manos temblaban. Tenía miedo. Lo había matado. Pero lo merecía. Él no tenía derecho a tratarla así. No era nadie.
Pero no había sido así.
Tres años después ahí estaba él, parado frente a ella pidiéndole lo que le "pertenecía".
Todo se había complicado.
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Editado: 22.10.2019