Crónicas de un Amor Malsano

4.

-¿De qué hablas?-le pregunté a John mirándolo fijamente.

-¡Vamos! Sabes perfectamente de qué hablo.-respondió con una sonrisa extraña.- Tienes que dármelo.

-No lo tengo.-afirmé.

-No te creo, más te vale que me lo des o toda tú familia sabrá de lo que eres capaz.-amenazó.- Y eso no te conviene, ¿o sí?- él tenía razón, no me convenía. 

-Está bien, tú ganas. Pero te lo daré en otro lugar, y más tarde, debo ir a un velorio.-dije.

-¿Un velorio?-un brillo de malicia se colocó en sus ojos.- ¿A quién mataste?

-A nadie, ¡cállate! Te pueden escuchar.-apreté los dientes.

-Dime la verdad, ¿qué te hizo?-preguntó metiendo las manos en sus bolsillos de su pantalón.- Tú no matas sólo por diversión, siempre hay un móvil.

-No maté a nadie.-insistí.

-Está bien, de igual forma esa mierda no es mi asunto, sólo quiero que me des lo mío.

-Así será, veámonos en el parque de las lagunas en tres horas y todo quedará arreglado. Tienes mi palabra.-le dije segura.

-Confiaré en ti, aunque no es algo que yo pueda hacer, ¿verdad?-sonrió.- Pero te daré el beneficio de la duda, más te vale que llegues.-dijo y luego se alejó sin dejarme contestar. 

Tenía que idear un plan, no podía dejarlo salir con la suya, y también sabía que él tampoco se quedaría tan tranquilo, el quería mi cabeza. Sabía que no estaba feliz por lo que hice, él quería vengarse de mí, y yo no sé la pondría tan fácil.

Subí a mi habitación, y me vestí rápidamente, tenía que ir al velorio de Elizabeth y fingir que todo estaba bien. No podía levantar sospechas. Pero estaba feliz. No puedo evitar sonreír en el espejo al darme cuenta que todo salió como quería. Ella ya estaba muerta  yo estaba tranquila. Ya no me molestaría nunca más. Así como tampoco John. 

John...

¿Cómo no lo pensé?

Abro uno de los cajones de mi vestidor con llave, y ahí está, mi fiel amiga. Una pistola nueve milímetros que compré en Cleveland a unos viejos amigos. Me ha acompañado por mucho tiempo, y nunca, nunca me ha fallado. Hoy menos que nunca. La meto en mi bolso y bajo las escaleras a toda velocidad.

-¡Hija! ¿A dónde vas con tanta prisa?-pregunta mi madre saliendo de la cocina.

-Al velorio de mi amiga Elizabeth.-pongo cara de tristeza.

-Oh, lo vi en la televisión. Pobre chica, ojalá encuentren pronto al monstruo que le hizo eso. Cuídate mucho, por favor. No me gustaría que te hicieran daño.-dice haciendo una mueca de desconsuelo.

-Estaré bien, mamá. Sé cuidarme.-le sonrió.- Nos vemos en la cena, adiós.-le digo y salgo antes de que me alargue más la plática. 

El cielo está nublado, negro y triste, así como lo ha estado mi alma por mucho tiempo. Desde hace mucho dejé de tener sentimientos. 

Sin embargo, aún no soy capaz de matar a alguien que no me haya hecho algún tipo de daño, es la única forma en la que me arrepentiría, pero ni ella, ni él, ni ninguno de ellos me harían arrepentirme jamás. Ellos jamás se arrepintieron. Así que yo tampoco lo haré.

John nunca me quiso, sólo me usó, una y otra vez, a su conveniencia, 

¿Si sentía algo por él? Si. 

Estaba enamorada de él. Pero jamás dejé que me pisoteara, dejé que tomara el crédito de todo, si. Siempre. Cada vez. Menos una. Esa última vez.  Me harté de sus manipulaciones, de sus abusos, de todo. Él sabía mis puntos débiles. Sabía lo que me dolía. Conocía como herirme, como destruirme un segundo, pero ahora ya no. Ahora yo llevaba la delantera.

No sé cuantos minutos llevo caminando, pero estoy aquí. Frente a la funeraria donde velan a mi amiga, a mi víctima. Aún no me he arrepentido. 

Entro, y allí están. Todos los lame botas del Fergunson. Todos me miran como si fuera un bicho raro -como siempre- pero eso no me importa, tenía que cumplir. Estar aquí, y verla por última vez. 

Todo está muy hermoso. Rosas blancas adornan todo el lugar.

Sus favoritas.

Y una gran foto de ella junto al féretro, se veía hermosa. Me pregunto si su rostro estaría así de hermoso aún, o si en lugar de esa linda y dulce sonrisa habría quedado una expresión de miedo y dolor al ver como su vida se apagaba en un segundo. No puedo resistirlo. Me acerco, y la veo. 

Allí, dormida en un profundo sueño del que nunca podrá despertar, con una extraña expresión de nostalgia y tristeza en su rostro. Ella lo entendió. Entendió el dolor que sentí. El infierno que pasé. Entendió mi razón. 

Estoy segura de eso. Ella lo sabía. Sabía por qué lo hice. Y ella me perdonaría. Así como yo nunca la perdoné. Pero eso era agua pasada, no me arrepentía. Ella estaría bien. Ella no viviría lo mismo que yo. No sufriría el mismo dolor que yo cargaré en mi cuerpo y alma por el resto de mis días. Ella escapó. Yo la ayudé a escapar. Todo sería mejor desde ahora para ella. 




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