Crónicas de un Amor Malsano

11.

Cuando mamá supo que yo venía en camino seguramente fue el peor día de su vida, estaba a punto de dejar a papá ¡y llegué yo!, como milagro de Dios para salvar su matrimonio, o al menos el que papá quería salvar.

 Él era un buen hombre, no bebía ni fumaba, la trataba bien y siempre trabajaba. Tenía un buen puesto en una compañía petrolera, no podía quejarse, no les faltaba nada, pero mamá siempre le reclamaba que tuviera más tiempo para su trabajo que para satisfacer sus necesidades, y sabes de lo que hablo. Mamá tuvo muchas, MUCHAS, aventuras amorosas, y papá siempre se las perdonaba todas, y no era porque ella se disculpara, ella ni siquiera tenía idea de que él supiera, él solo se callaba y seguía con la vida. La amaba demasiado, más de lo que yo hubiese querido que él lo hiciera. Cualquier niño desearía que sus padres siempre estuvieran juntos, ¿no es así? 

Pero yo no. Odiaba oírlos discutir cada día, mucha de las veces, o más bien la mayoría de ellas, era mi madre quién comenzaba la discusión, y papá... papá sólo cedía.

Hasta que un día, se cansó, así que, es cierto eso de que todos, por más que amemos a alguien, por más que nos importe y la querramos a nuestro lado, nos cansamos de las humillaciones, los desprecios y de las mentiras. Sobre todo de las mentiras.

Recuerdo que tenía 7 años, ese día papá vó a mi madre entrando con un tipo a un hotel, él no la exhibió en aquel lugar, al final él era un caballero, y la amaba, no le haría eso, él no pagaría humillación con humillación, era distinto.

Así que llegó a la casa y se sentó en el sofá frente a la puerta y la esperó pacientemente durante 4 horas, a mi me pidió que me encerrara en mi habitación a jugar. Esperó y esperó, hasta que ella apareció muy tranquilamente, y pasó de largo junto a él, con cara de pocos amigos y sin decir ni una sola palabra, lo mismo de cada día.

-Rita.-dijo papá aclarándose la garganta.

-¿Qué quieres, Ernesto?-preguntó mamá de mala gana sin voltear ni siquiera mientras subía las escaleras.

-¿Me puedes explicar qué hacías en ese hotel?-preguntó con voz ronca.

Mamá se paró en seco, las piernas comenzaron a temblarle, por un segundo pensó que se desmayaría.

-¿No vas a responder a mi pregunta?-soltó papá desesperándose por la situación.

-No...-titubeó mamá.- no sé de que hablas.

-¡¿Cómo carajos no vas a saber de qué te hablo?! Te vi maldita sea, ¡te vi!-gritó papá apretando los dientes y sintiendo una punzada en el corazón.- Sabía que me engañabas, LO SABÍA, ¡siempre lo he sabido! Pero esto ya es el colmo, pensé que algo estaba mal conmigo, pensé que no te daba lo suficiente, pero te doy amor, te doy un techo, comida, todos tus malditos lujos, ¡todo! Tienes una hija hermosa, tienes todo lo que cualquiera mujer querría y ¡aún así tienes los ovarios para poder hacernos esta maldita bajeza a tú hija y a mí!- Papá se acercó a ella y la tomó por el brazo, ella guardaba silencio, estaba completamente congelada.- ¿Es por qué trabajo mucho? ¿Esa es tú maldita excusa?

-Si, Ernesto.-soltó mamá desafiante mientras se soltaba de papá bruscamente.- Sólo trabajas, no tienes tiempo para mí, ni para tú hija.

-¡A mi hija no la metas en esto!-le gritó papá furioso.- Escudate en cualquier mierda, pero a mí hija no la arrastres contigo.

-¡Es la verdad! Yo necesito amor, ¿sabes? necesito sentirme querida, amada, deseada, necesito sentirme satisfecha, y tú, tú no me proporcionas nada de eso.

-¡No te proporciono placer sexual, eso es todo! Te hago sentir querida, amada y satisfecha cuando paso tiempo contigo, cuando te digo que te ves bien, cuando ceno contigo, cuando te traigo flores, con cada maldito detalle, pero tú sólo piensas en la cama. ¡Sólo en eso, maldita sea!  Eres una enferma.

-¡Dios, Ernesto! No quiero seguir con esta conversación, me aburre. Mejor me voy a dormir.-dijo y luego siguió subiendo las escaleras como si nada.

-Muy bien, pero te vas a dormir a la calle.-sentenció papá.

-¿Qué has dicho?-preguntó mamá volteando como resorte.

-Lo que oíste, Rita. Te vas de esta casa, no te quiero más aquí. Eres una deshonra para este hogar y un mal ejemplo para mi hija.

-¡No puedes hacerme eso!-gritó.

-Si puedo, esta es MI casa.

-¡Pues entonces me llevo a mi hija!-gritó hecha una furia.

-A mi hija no te la llevas, si lo haces te voy a denunciar.-papá estaba muy enojado.

-¡No me interesa, ella se va conmigo!-le gritó y luego subió corriendo las escaleras.

Entró al cuarto, tomó una maleta y metió toda su ropa, mientras papá corrió a mi habitación y me ordenó que no abriera la puerta.

-¿Qué pasa, papá?-pregunté asustada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.