Crónicas de un Amor Malsano

14.

La justicia es justicia, no importa de donde venga ni cómo venga. En un sistema donde la corrupción reina por sobre todas las cosas, la única arma disponible es recurrir a tomar acciones por tú propia mano, y eso lo sabía muy bien Christian, sabía que tenía que hacer pagar a los delincuentes de una u otra forma. 

Se había propuesto acabar con la vida de Ben, pero no lo haría solo, necesitaba de alguien que fuera capaz de hacer el trabajo, y sabía de alguien... sabía de alguien que deseaba con toda su vida deshacerse de él. Alguien que lo odiara con todo su corazón al punto de asesinarlo. 

Ella.

Ella sería capaz de matarlo sin que le temblara el pulso, la conocía; ella lo haría, haría que él pagara por cada maldita traición que hubiera cometido, principalmente la que él le hizo a su madre. Recordaba el día en que ella le contó lo que ese bastardo le había hecho. 

Ella lloraba a mares, con una expresión de rabia, dolor y tristeza en su rostro. Estaba abatida. Se sentía sin fuerzas. Ese bastardo la había matado por dentro, pero él no dejaría que se saliera con la suya; buscaría la manera de hacerlo pagar por eso. Por hacer sufrir a su chica.

Así que lo hizo morder el anzuelo. Ben siempre había sido ambicioso, lo tenía todo, pero quería más y más, no se conformaba con nada. Quería el mundo para él y no le importaba qué tuviera que hacer para poder salirse con la suya. Había trabajado para él durante muchísimo tiempo, y realmente nunca le había fallado, pero sabía que simplemente estaba tanteando el terreno. Estaba buscando el momento perfecto para actuar y Christian se lo pondría en bandeja de plata, al alcance de sus dedos... tan cerca que pudiera saborearlo.

Lo llamó por teléfono para proponerle un trato, uno que nunca en su vida podría rechazar.

-¿En qué puedo ayudarte, querido amigo?-preguntó al momento que contestó el teléfono.

-Necesito material, ya no me queda.-respondió Christian con voz ronca.

-¿De cuanto hablamos?-preguntó Ben con malicia.

-Cien millones en juego.-soltó Christian sin reparo.

-¿Tanto?-Ben se sorprendió.

-Si, es un negocio importante, y necesito lealtad ante todo, Ben. Si te lo pido es porque confío en ti, lo sabes.-Christian contenía la risa, trataba de mantener un tono seguro y serio.

-Lo sé muy bien, y créeme que puedes tener la tranquilidad de que este negocio saldrá de maravilla, mi amigo.-Ben sonrió.

-Me parece perfecto, ya misma depositaré el dinero en tu cuenta, necesito el material para este fin de semana, sin atraso.-concluyó.

-Puedes contar con ello.-Ben colgó.

Había caído como mosca atraída a la sopa, ahora lo siguiente era contactarla, él estaba muy seguro que Ben se fugaría, con una cantidad así ¿quién no?. Depositó el dinero en la cuenta de Ben,  ¿y luego? 

No supo más de él, no contestó sus llamadas. ¡Justo como lo quería! Le dejó miles de mensajes y tampoco los respondió. Todo estaba saliendo genial.

A ella la citó en un lujoso bar, le sorprendió mucho que él la llamara, y lo sabía, porque hacía mucho que no hablaban, por alguna u otra razón el había decidido apartarse de ella, pero estaba dispuesto a regresar para protegerla.

Manejó hasta el restaurant y se estacionó cerca, bajó del coche y emprendió su camino, a través del vitral la vió, sentada al fondo tomando un martini con sus piernas cruzadas, portaba un vestido hermoso que la hacía lucir como una obra de arte. Christian se remojó los labios y pensó un segundo en cómo sería hacerla suya, besarla, tomarla entre sus brazos y hacerle el amor una y otra vez, pero más pensó en cómo sería despertar cada día teniéndola justo a su lado y hacerla feliz el resto de su vida. 

Suspiró. Eso no pasaría jamás. Nunca más se arriesgaría por una chica, así que apartó todo eso de su mente y entró al lugar, caminó despacio entre la multitud hasta que estuvo frente a ella.

Buenas noches, lindura.-sonrió.- Es un placer volver a verte después de tanto tiempo.

-Puedo decir lo mismo, cuando me llamaste no podía creerlo.-ella sonrío y el mundo de Christian se tambaleó.

-Tenía que hacerlo-respondió él tomando asiento.- Nadie más perfecto que tú para el trabajo.

-¿"El trabajo"?-ella alzó una ceja, parecía desconcertada.

-Sí, tengo un pequeño trabajo para ti, nada complicado, y te prometo que será muy bien remunerado.- él guiñó un ojo.

-Eso lo sé, pero, ¿qué clase de trabajo?-ella preguntó impacientemente.

-Es muy simple, tienes que ayudarme a deshacerme de alguien que me estorba.-él susurró.

-Oh no, nada de eso.-respondió ella en seguida.- Estoy de vacaciones en ese trabajo.

-Él se carcajeó, sabía que ella había matado a dos personas últimamente, le había seguido el paso desde hace años, todo lo que pasaba en su vida él lo sabía.- Nunca se está de vacaciones para ese trabajo, y menos cuando se tiene esta paga.-deslizó un pequeño papel sobre la mesa. ella lo tomó, lo leyó y luego lo volvió a cerrar.- ¿Y bien? ¿Es suficiente para volver al trabajo?-preguntó Christian con una sonrisa maliciosa.




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