Hubo una epidemia, el control, fue el siguiente: todo humano debía resguardarse en el lugar dónde estuviera al haberse dado el toque de queda. Ese día, Rhys, Corín y ella habían estado en casa de su abuela y por indicación, ya no salieron de ahí. Ellos no se quedaron con la historia qué daban en los noticieros, pues, decían que se trataba de una epidemia, y ellos sabían la verdad detrás de la supuesta epidemia. La menor enfermó y los tres mayores tuvieron que cuidar de ella. Su enfermedad tenía un cuadro de psicosis, alucinaciones, temperatura alta, estupor, estados de inconsciencia.
Todo comenzó cuando la joven comenzó a ver cosas que no estaban, decía que veía sombras y prendió las luces de toda la casa, después una noche, mientras tomaba una siesta; despertó gritando e hizo que la lámpara del techo explotará. Su abuela preocupada, la revisó. Tenía de temperatura más de cuarenta grados centígrados, estaba empapada en sudor y a la vez, temblaba de frío.
Corín, comentó a su abuela que esa noche él se encargaría de revisarle la temperatura y hacer lo posible para que esta descendiera, además, le avisó que debían mantenerse en cuarentena. Así pues, decidieron aislar a la joven en la habitación de la anciana; se turnaban para dormir con ella.
Rhys, días después, propuso que la mujer y su amigo se fueran de la casa y buscarán un refugio; algo le daba mala espina y no quería permanecer más tiempo en aquella ciudad. Alegó además, que mientras ellos buscaban otro lugar, el cuidaría de la joven y, que cuándo mejorará su condición, les daría alcance. Ambos accedieron y emprendieron el viaje; mientras tanto, Rhys cuidaba de la chica día y noche. A veces la misma enfermedad, dejaba a la fémina desconectada del mundo y Rhys, le relataba historias. No quería qué lo olvidará, y mucho menos perderle.
Después de quince días en las cuales el estupor la invadió, despertó. Lo primero que vio fue a su abuela, estaba sentada en una silla al lado de la cama dónde estaba acostada; miró que su abuela tejía un suéter color rojo. La observó tanto tiempo, hasta que su abuela, se percató que había despertado.
—Hola—, dijo con su acento peculiar.
—¿No estoy muerta?
—No…—Contesto la mujer, sonriendo —Rhys y Corín se esmeraron mucho para que sobrevivieras. No recordaba qué alguien cómo tú pudiera enfermar así.
***
Después de despertar, su abuela le contó toda la aventura que pasaron mientras ella enfermó. Se aseó, se cambió y dejo a su abuela en la habitación aun tejiendo y mirando televisión. Además, ella le ordenó ir en busca de su hermano y de Rhys, para que vieran que sus esfuerzos dieron frutos.
—Ve a darles una sorpresa. —Le dijo. —Están en la playa tomando un poco de aire. Al salir de la casa, que estaba pintada de color amarillo, y qué además, adentro estaba infestada de muchas personas, olió el mar. Sintió la brisa salada llenarle los pulmones.
Calculó una distancia de veinte metros, de la casa al mar. Buscó con entusiasmo a su hermano, pasaba entre personas que corrían y jugaban, en la playa había muchos niños.
El día estaba nublado, vio hacía el cielo y dedujo que pronto llovería. Su mirada se clavó en Rhys, él sonreía mientras platicaba con unas personas. Corín no estaba con él. Intentó gritar su nombre, pero el eco de su grito fue ahogado por la muchedumbre que vagaba por la playa.
No perdía de vista a Rhys, hubo un momento en que él, desvió la mirada hacia su dirección. Sus ojos negros brillaron. El corazón de la joven comenzó a latir con fuerza.
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Editado: 05.04.2018