Crónicas de un soñador Il

Todo por una pizza

 

Entró a la oscura casa, sus ruinas sólo le alertaban en tener poco tiempo para estar ahí. Debía subir rápidamente antes que se dieran cuenta que había salido; una vez más, no hizo caso. El rubio estaba enfermo y por amabilidad, ella quiso llevarle una pizza.

En esos tiempos, a esa hora y cómo estaban las cosas, era imposible poder disfrutar una deliciosa pizza con doble queso; sin embargo la joven, sabía dónde podría conseguir lo que tanto quería su hermano. Desafortunadamente, ese rubio, era su medio hermano…junto con otros de sus amigos, su vida dio un giro de ciento ochenta grados al enterarse de tal verdad; lo tomó muy bien al principio, sólo que al rubio ya no le agradó qué esa joven supiera la verdad; puesto que él, tenía otras cosas en mente. (Su hermana le gustaba.)

Se metió por el hueco dónde estaba la puerta antes que se derrumbara, estaba muy oscuro y caminó apoyándose tocando la pared y contando los pasos que llevaban a las escaleras. Sintió que la seguían, escuchó el leve susurro de los pasos de alguien más. Se alertó y se detuvo, buscó un escondite. Pensó que había atraído a una bestia de la noche, sí así era, debía mantenerse callada al menos hasta que esa criatura ya no estuviera cerca.

Cerró los ojos y contuvo la respiración. Supuso que el olor de la pizza pudo haber atraído a la bestia, percibía la mirada de lo que fiera qué yacía frente a ella. Una mano tocó su hombro y gritó asustada.

—Cállate—, contestaron. —te estaba buscando, ya sabes que no debes salir de aquí.

—Le traje de comer…

—No me importa, si vas a permanecer con nosotros debes obedecer mis órdenes.

—Tú me detestas…

El peli ondulado se burló por lo bajo. La miró sin decir una palabra más, aunque, pronto aquella sonrisa que destacaba la cicatriz en su mejilla se esfumó.

—Vámonos —, la chica obedeció y caminó por delante del mayor.

Llevaba entre sus manos la pizza guardada en el cartón, estaba recién horneada. Subieron las escaleras hasta el cuarto piso, sin cruzar palabras. Se adentraron a la habitación, dónde se refugiaban. Rápidamente corrió al colchón donde dormía el rubio.

Lo despertó con suavidad, y mientras su hermano despertaba ella contemplaba con la luz de la luna su espalda, su tatuaje de la espalda, se apreciaba mejor de noche que de día, y eso no lo entendía.

—¿Qué quieres? —Preguntó su hermano enfadado, aun dándole la espalda.

—Te traje tu pizza.

—¿De verdad? —El joven se volvió, —¿Estás loca? ¡Tú no debes salir de aquí!

—¡Cállate! ¡Tú no puedes salir de aquí!

—¡Eres una tonta! —, gritó —¿Dónde diablos conseguiste eso?

—Por ahí —contestó.

El mayor la veía con desaprobación, sin embargo, llevaba días sin probar bocado y esa pizza era realmente deliciosa.

—Gracias…ahora vete, no te daré nada y no necesito que me cuides. —le arrebató la pizza y le dio la espalda —lárgate.

Decepcionada, se tragó todas las palabras que quiso decir en ese momento.

El peli ondulado la veía desde el marco de la puerta y con un ademán de su mano le advirtió que lo siguiera.

 



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En el texto hay: vampiros, lobos, zombis

Editado: 05.04.2018

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