Agitada, alterada y cansada subía los peldaños de lo que parecía un templo azteca construido entre una loma. La loma y los escalones inclinados estaban fusionados; al llegar a la cima encontraría a Gabriel. Regresó del futuro, le estaba pasando algo parecido al efecto mariposa.
Si no llegaba a tiempo no podría evitar la muerte inesperada de su padre, Waltz era un traidor, fue un traidor.
Lo había visto agonizar de dolor en su lecho de muerte; mas algo pasó. La lluvia lechosa que cayó del cielo y creó un río en la cima del templo, le devolvió los pies a Waltz; fue testigo de aquel milagro.
Se asustó mientras miraba como volvían a renacer los pies de lo que antes eran muñones, escurrían en sangre y el señor se retorcía de dolor en su silla de ruedas. Vio a la vez, que sus ojos brillaron de un rojo sangre; fue un milisegundo suficiente para saber que Waltz se había perdido.
Después de aquel suceso, el señor se levantó, caminó y miró a su alrededor. Acomodó su saco y dedicó una sonrisa torcida a sus acompañantes.
—Me he recuperado—su voz se escuchó entre la lluvia. —Mátenlos a todos.
Luego recordaba a la gente que corría, gritaba y caía muerta. Su deber no era proteger a esas personas; debía alejar al gentío lejos del lugar dónde su padre dormía. Se distrajo lo suficiente para perder de vista a Waltz y al buscarlo, le dispararon por detrás.
***
Protegería a Gabriel a pesar, que años atrás le era intolerante; mataría a Waltz después que recuperará sus pies, sólo le daría la virtud de la felicidad por unos instantes. Siempre confió en Waltz y ahora sabía, que lo había subestimado.
Waltz era peligroso y haría cualquier cosa por obtener lo que quiere. Aún desconocía qué era lo que él quería poseer de Gabriel, pero, para ser Gabriel debía tratarse de algo muy importante para acabar con el vampiro mientras dormía.
Llegó a la cima a tiempo, vio y escuchó los gritos de Waltz; se desvió del camino para ir en busca de su padre al que encontró despierto fuera de su escondite, mirando hacia abajo y al sol que se ocultaba en el despejado oeste.
Escuchó sus pasos y la vio; le sonrió mientras sus ojos azules brillaban.
—Estás vivo.
—¿Qué te pasó? Estás hecha un desastre.
—Waltz…—Hizo una pausa a la vez que la sonrisa se le borraba del rostro. —Te matará.
—Ya lo hubiera hecho—, contestó él desvaneciendo su sonrisa.
—¡Yo lo vi! —, gritó. —Vi tu cuerpo tirado bajo la lluvia.
Gabriel negó con la cabeza, caminó hasta la orilla del precipicio y apuntó en dirección al río lechoso dónde la muchedumbre gritaba.
Sí eso pasó. —, dijo—alguien morirá en mi lugar…¿Cómo es que estás aquí?
—Alguien con ropas blancas y antiguas, que montaba en un caballo de color café y llevaba un báculo…se acercó a mi mientras intentaba levantarme del suelo…me tocó el hombro con su palo y estaba allá abajo cuando parpadeé…
—Te dispararon…—interrumpió el mayor.
—Sí. — Se vio la espalda, sentía el fluido descender por su piel.
—Si no te vas de aquí nos meteremos en problemas. No he bebido en mucho tiempo…Te he dicho muchas veces que no vengas herida. —Gabriel le dio la espalda y caminó hacia su guarida.
—Estaba cerrada cuando llegué aquí.
—Lyla…¿No lo entiendes? —Su padre giró la cabeza. —Sigues allá afuera…tu cuerpo es aquel que yace en el suelo—, apuntó a Waltz que reía cínico.
Desde su ubicación ellos lo observaban muy bien, sin embargo Waltz no se molestaba en mirar a lo lejos.
—Sí sigo allá…¿Por qué no estás muerto? —rezongó tiritando.
—Yo no estoy muerto…
***
Abrió los ojos, sintió el lodo embarrado en su cara y cómo la fría lluvia le golpeaba todo el cuerpo y humedecía su ropaje.
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Editado: 05.04.2018