Dormía. Estaba en una habitación muy pequeña y cómoda, despertó porque la luz del atardecer se coló por la ventana. Tuvo un sueño, en el vio a Gabriel, pero su padre era joven, más joven y esbelto, no estaba fornido como ahora.
Se levantó de la cama y salió de la habitación, era el edificio donde trabajaba pero más grande; ya tenía dos pisos y habitaciones. Fue ahí porque quiso descansar un poco de la rutina del día. Descendió por las escaleras y en una columna vio a Gabriel. Ya no se sorprendió por verlo con su capa negra y encapuchado, últimamente él se presentaba así desde que dejó de buscar la forma de beber su sangre. Y eso pasó desde el día que ella aceptó que de alguna manera era su hija.
Así pues se acercó a él y Gabriel levantó la cabeza. No pudo evitar mostrar una sonrisa de medio lado al mirar esos ojos azules.
—Hola—, susurró—¿Me estas siguiendo?
—No—, contestó el mayor con seriedad; algo que alertó a la joven.—Vine a mostrarte algo. —Gabriel le dio la espalda y ella caminó a su lado. Lo veía esperando que su padre bajará la vista y le dijera algo, pero no pasaba nada.
—¿Estás bien?
—Sí, —Gabriel suspiró. —Por ahora.
—¿Qué está pasando? —, levantó el ceño, no estaba convencida.
—Ya lo verás.
Caminaron entre columnas y pasillos hasta que se detuvieron en un salón. Había muchas sillas color negro y al fondo otras dos personas y un ataúd. Cuando vio hacia Gabriel, él ya no estaba. Confundida y asustada por el lamento de un presente, se adentró más.
Se percató que conocía a la persona que lloraba… ¿Quién era? ¿Por qué la condujo hasta ahí? ¿Quién se había muerto? ¿Por qué la otra persona es tan parecido al que llora?
Sólo los veía de espalda y decidió sacarse de la duda. Caminó hasta ellos y se asustó al ver que era Gabriel; ambos.
El Gabriel que lloraba y gritaba era muy joven y flaco, como ella lo había visto en su sueño y en fotos. Tenía el cabello rojizo y corto. Luego el otro, era más grande, apenas y se le notaban sus días en el gimnasio; vestía de traje y se veía muy bien, aunque no podía ver sus ojos, llevaba gafas oscuras; su cabello era castaño oscuro. Ambos lloraban pero uno más que otro ¿Quién estaba en el ataúd? ¿Por qué había tres? ¿Pasado? ¿Presente? ¿Dónde estaba el encapuchado? Se le cruzó por la mente su amiga, ella llevaba dos años saliendo con el vampiro ¿Tanto la amaba para estar así? ¿Era ella quien estaba dentro?
Caminó hacia la caja negra para asegurarse. Al tenerla frente a frente, tragó saliva y vaciló, le dio miedo…No quería saber quién yacía dentro. Lo meditó unos segundos y cuando se armó de valor miró. Se quedó boquiabierta. Debía ser una broma porqué estaba viendo a Gabriel y él estuvo con ella hace unos segundos. Se giró con brusquedad, ahora estaban tres Gabriel y con el del ataúd cuatro.
—¿Qué está pasando?
—Estás en mi sueño, Lyla—, contestó el de la capa negra. —Es hora de despertar…
—No. —, dijo ella.-No eres tú quien está ahí dentro. No llorarías por ti de esa manera.
Gabriel suspiró. La miró, esos ojos tenían un brillo desconocido ¿Tristeza? Lyla se acercó a él.
—Dime quién es—, insistió—¿Por quién te destrozarías así?
—Lyla…es tiempo de despertar. No quiero que te veas ahí.
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Editado: 05.04.2018