Crónicas de un soñador Ill

Gusanos

 

Auditorio del gobierno municipal, se dormía; su amigo le acompañaba y ambos estaban cabeceando. Les habían dicho que iban a dar un congreso, pero no había gente, contó diez personas a parte de ellos. El edificio era nuevo, antes en ese terreno yacía una gasolinera.

Pocos minutos después su amigo se levantó del sillón, enojado; corrió tras él y cuando lo alcanzó discutía con una persona. Escuchó su queja y trató de calmarlo, porque era cierto que los había engañado.

 

***

En la casa donde llegaron, algo le atemorizaba. Su amigo le ofreció una taza con café y la condujo a la sala; esa no era la casa de él. Mientras caminaba al sillón, frente a la televisión le sucedió un flashback.

 

***

Vio hombres, ellos enterraban cadáveres y después, construyeron la casa. Miró los cuerpos envueltos en sábanas blancas y pudriéndose, incluso pudo ver los gusanos que comían los cuerpos y las telas.

 

***

De regreso a la realidad, sintió el sudor frío recorrer su frente, la taza casi se le resbala de su mano y se puso incomoda al observar que en el suelo, en la parte de la orilla del azulejo, salía un gusano. Era amarillo y en su boca tenía un punto rojo y dentro sus dientes puntiagudos.

Comenzó a sofocarse, nunca había observado tantos gusanos, quiso devolver el poco café que había bebido; vio a su amigo y con pena le dijo:

—No me siento bien, tengo que irme.

Coloco el café en la mesa de centro y bajo corriendo por las escaleras.

La invadió el mareo y pronto salió desesperada de la casa; la muchedumbre afuera era mucha y chocó con varias personas, se percató que había puestos con lonas blancas. Era la expo para la época navideña.

Los gusanos y la visión que presenció seguían manifestándose en recuerdos; caminó tambaleante y se posó en la esquina de un puesto, observó el suelo y empezó a respirar. Sintióse recuperada, al girar, Milo andaba hacía su dirección; su semblante preocupado no cambió al verla.

—¿Qué te pasa? —, preguntó con el ceño fruncido.

—Gusanos—, respondió incorporándose.

Él la miró confundido, estiró su brazo para rodearla por los hombros y emprender el camino juntos. Mientras andaban sin rumbo fijo, comenzó a recuperar el color de sus mejillas, el estómago ya no le daba vueltas y los gusanos pasaron a segundo plano.

Milo por otro lado, se mordía el labio inferior.

—Gabriel está aquí—, comentó dudoso.

—¿De verdad? —, contestó el mayor con una afirmación de cabeza.

Lyla recordó la última vez que se vio con el vampiro. Sólo se plasmó la sonrisa que le dedicó ese día. Sonrió para sí, a pesar de los malos recuerdos que tenía sobre el ojiazul, bastaba con recordar su hermosa sonrisa (de vez en cuando) para olvidar su negatividad hacia él.

—¿Y bien? —, preguntó mirando los ojos verde miel de su interlocutor.

—¿Quieres verlos?

—¿Por qué no? —Milo suspiró ante la respuesta.

—Está vigilándonos…sabes la manera de escapar.

Alegó con seriedad, y al hacerlo el joven se fue volando dejándola observando cómo le ganaba ventaja.

Bufó vencida, miró alrededor para encontrar al “vigilante”. No vio a nadie sospechoso, sólo al individuo de la gorra negra y la chaqueta del mismo color, y esta vez, le faltaba el tubo chorreando en sangre.

—Hola—, dijo sonriendo.

Lyla abrió los ojos muy grandes y deglutió con pesadez, su cuerpo comenzó a tiritar.

—Hace tanto sin verte—, añadió el desconocido.

Su sonrisa le provocó escalofríos.

—Me tengo que ir—, afirmó la joven.

—Pero si acabamos de vernos.

—Has llegado en mal momento—rezongó.

Quería correr, le urgía escapar.

Zach, ese es el nombre del asesino; con alevosía tomó a Lyla por el brazo. La joven no intentó forcejear, había una especie de esencia malévola en él, que la inhibía hacer algo en su contra. Maldijo a Milo. Nunca espero que sucediera tal hecho; jamás la había dejado atrás y se sentía más humana que nunca.

—¿Qué quieres?

—Conversar—, respondió Zach, sin perder la sonrisa.

—¡Ah! ¿Si? ¿Sobre qué?

—Gusanos…—, levantó la ceja divertido.

Las náuseas regresaron. Recordó los cuerpos envueltos en las sábanas, mientras aquellos gusanos blancos los comían con voracidad.

—Quiero que me digas…¿Dónde es? —Lyla le miró sorprendida.

Apretó los puños y los dientes.

—¿Por qué?



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En el texto hay: vampiros, zombies, aventuras

Editado: 14.04.2018

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