Lyla era una niña antes de saber que su amiga de la infancia, era sólo la pequeña que contaba la historia de la muñeca de la caja de cristal. Siempre relataba esa leyenda, inventada por ella, le daba miedo cuando alguien veía a la muñeca en sus ojos de espejo que reflejaba el rostro del qué la miraba y moría. ¿Quién iba a pensar que la chica del violín podía asustarla de esa forma con tan sólo cinco años de edad?
Volviendo al presente, Lyla escuchaba embelesada la melodía que Lara tocaba. Recordó con nostalgia su infancia; las aventuras que tuvieron juntas con esa música de fondo, los raspones, las historias, las escondidas, los juegos…las fantasías.
Al crecer tomaron diferentes caminos, sin embargo, allegados en común volvieron a retomar su sendero; por lo tanto Lara, en ese tiempo se convirtió en la chica del violín. No hizo un pacto con el diablo; tiene talento.
Además es de las pocas personas que mantiene la humanidad de Lyla en tiempos difíciles. Así que cada vez que ella toca el violín, Lyla se acongoja mientras la piel de su cuerpo se eriza, admira mucho a su amiga y por eso el día de hoy, escucha el poder de su don.
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Editado: 14.04.2018