Veían la televisión, todos se reían por el contenido de la caja de imágenes. Sentada en el gran sillón, se cubría su cuerpo desnudo con el enorme cojín de respaldo. Su amante se encontraba recargado en el cojín. Sus pies desnudos, rozaban la pierna de él, mientras reía. Su familia se encontraba ahí y nadie parecía estar sorprendido por lo que sucedió con sus ropas; todos estaban atentos al aparato.
De vez en cuando, el mayor le hacía comentarios burlescos por no traer ropa. Ella le contestaba molesta, porqué lo estaba, no con él, sino por qué no tenía vestido en ese momento; sin embargo se concentraba más en rozar la pierna de él por encima del pantalón, sentía su calor cálido.
Lo extrañaba y amaba como siempre, llevaba pocas horas viéndolo y eso la hacía feliz.
El sujeto le llamó por su nombre y ella rápidamente le miró.
—Iré a bañarme y después me voy.
—No quiero que te vayas —, respondió la joven desilusionada.
—Tampoco yo, sabes que tengo que irme. —Le besó en la frente y se levantó.
Ella se quedó contemplándolo hasta que lo perdió de vista. Deseaba con toda el alma que no se fuera. Una mujer mayor la tomó de la mano y le dijo que sus ropas ya estaban.
—Ya ve a cambiarte. —Le aconsejó.
Obediente se levantó del sillón aún, cubriéndose con el enorme cojín; se adentró a la habitación más cercana y sobre la cama estaba su ropa. Cuando se vistió, caminó hacia la cocina, dónde tomó asiento en la mesa y se puso a escuchar el sonido de la regadera del baño, que daba a lado de la cocina de una forma inusual. Mientras pensaba en el amor de su vida, una visión se proyectó en su mente.
Estaba en un jardín enorme, con el pasto de color verde y fresco. Una cama elástica y dos personas saltando llamaron su atención, pudo reconocer al instante la camisa remangada a tres cuartos del brazo color verde seco, de la persona que saltaba como un niño, acompañado, de una pequeña niña de cabellos negros y largos, agarrados en una coleta.
La niña le daba la espalda, pero veía que ambos se divertían, el amor de su vida, saltaba dando piruetas en el aire y la niña reía de felicidad mientras intentaba imitarlo.
Un momento después, su amado se bajó de la cama elástica saltando en el aire y girando, cayó sentado en el pasto y la chiquilla corrió hacia él, aventándose en su pecho. Los dos reían como niños. La joven lo observaba a cierta distancia y cuando ellos se pusieron de pie, ella fue acercándose.
El mayor comenzó a enseñarle a la niña formas de kung fu. La pequeña entusiasmada le imitó, dio un puño en frente, una patada lateral y giró de frente hacia la joven lanzando el puño, ella se puso pálida al ver que se trataba de sí misma cuando era una niña.
Volvió a encontrarse sentada en la cocina, empapada de sudor. Su amado estaba en frente diciéndole que ya se iba.
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Editado: 14.04.2018