Como siempre una aventura más empezaba en medio de la noche, de costumbre estaba sola. No sabía por qué yacía frente a un edificio abandonado, en el cual, se adentró. Estaba oscuro y frío; sin embargo al caminar por el pasillo principal, una luz roja iluminó el suelo gris. Sin dudar fue hacía ella, bajo del piso no había nada y el resplandor rojo seguía iluminando.
Apretó los dientes y giró sobre sus talones, una sensación de peligro la rodeó; debía saber que era esa luz y, por lo tanto golpeó el suelo con su puño fracturándolo. Por el hueco que dejó se asomó y vio una piedra roja, parecía un diamante; estiró su mano y al tocarlo, vio y sintió cómo era succionada al interior del agujero.
***
Temblaba de frío y abrió los ojos, divisó paredes de madera y cuando se movió escuchó un crujido. Se sentó, con su mano derecha tocó el hielo. Estiró los pies y más hielo crujió; desconcertada se levantó y se percató que a sus costados estaban muros de hielo y frente a sus ojos, el muro de madera. Se mordió el labio y abrió la palma de su mano, dentro un pedazo de piedra roja brillaba con mucha intensidad.
–Pensé que había sido un sueño. —Murmuró.
Bajo el hielo, vio un resplandor rojo y no dudó en golpear el hielo con su puño, el agua congelada crujió bajo sus pies y pudo ver más líquido abajo. Cerró los ojos y se hincó. Los abrió mordiéndose la lengua, después vio hacía la luz roja; de nueva cuenta miró otro diamante rojo.
Suspiró muy fuerte, derrotada; ya se estaba cansando de las succiones, aunque, se armó de valor para meter la mano al agua helada; sabía que no alcanzaría la piedra y tendría que ir por ella nadando. Respiro profundo y aguantó la respiración lanzándose al agua helada. No sintió frío y mucho menos, tuvo que nadar los diez metros de distancia; otra vez fue jalada por una fuerza desconocida.
—“Me va a estallar la cabeza.”—Pensó por la presión que sentía en la sien.
Tocó el diamante y una vez más se transportó a otro lugar. Estaba empapada de agua fría y comenzó a tiritar. Esta vez el destino fue un poco agradecido y la dejó en el sótano de una casa y nuevamente, vio otra luz roja.
–Otra prueba. —Suspiró.
Cerró los ojos y meditó un momento su travesía desde el punto dónde encontró el primer diamante.
—¿A dónde me va a llevar todo esto?
Una vez más recogió la piedra, sin embargo, fue coleccionándolas en cada tele transportación, hasta que el recorrido llegó a su fin.
***
Tenía la mano en el pomo de la puerta de la casa de su abuela. Las luces estaban prendidas y no se veía nadie adentro. Cuando abrió la puerta y puso un pie en la casa, Gabriel apareció caminando por detrás del sillón. Lo contempló y estudió. Ropa negra, pantalón, playera y botas. Su cabello era negro y lo tenía peinado hacía atrás y lo más perturbador, fueron sus ojos rojos. Su padre sonrió y recargó sus manos en el sillón en la cabecera.
–Te tardaste.—Dijo.—Ahora que has encontrado todas esas piedras que traes en las manos, debo decir que estamos jodidos.
La joven frunció el ceño, caminó dos pasos más y cerró la puerta tras su espalda.
Abrió las manos y preguntó:
–¿De qué hablas?
Su padre le miró y forzó una sonrisa mostrándole los colmillos, caminó y optó por sentarse en el sillón, sin antes abrir la palma de su mano y mostrarle un diamante rojo.
–Somos oscuros, Lyla. —Añadió señalando la mano de él y de su hija.—Siempre lo seremos a pesar de encontrar nuestra luz. Estamos destinados a permanecer en la oscuridad, por eso salimos de noche…Aunque traten de separarnos estaremos juntos de una manera u otra. Esto no es malo…
«Estamos destinados a vivir así a pesar de nuestros esfuerzos y esto...—Señaló el diamante.—Es la prueba que indica qué has encontrado tu destino.
Lyla observó a su padre impactada. Pudo sentir la energía que la emanaban las piedras y vio en el espejo de la vitrina frente a ella, el reflejo de sus ojos…eran rojos cómo los de su padre.
–¡No!
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Editado: 14.04.2018