Lyla, Hidan y Gabriel se encontraban en un refugio, era uno de tantos que visitaban en las noches de caza por parte de los mayores. Gabriel dejó al cuidado de Hidan a su hija, mientras él se encargaba de unos cuantos demonios que atacaron. Las personas normales corrían a refugiarse y Lyla en el intento quedó perdida en medio del patio, no veía señal de Hidan y Gabriel; encontró un palo de escoba rotó cerca de sus pies y lo recogió. Después volteó al frente y vio a un niño pálido. Se asustó y dio un salto; contempló al infante pues nunca había visto a una persona tan pálida, podía asegurar que no se trataba de un albino por el color de sus cejas y su cabello; eran negros cómo esa noche.
–Hola. –Saludó la chica apretando el palo entre sus manos.
El niño sonrió sin decir una palabra. La joven se fijó en sus dientes afilados, no se parecían a los de un tiburón, pues eran muy delgados y estaban muy juntos.
–Jiji. –Rió el niño.
Tragó saliva, esa risa macabra provocó que se le erizaban los vellos de la nuca. Cambió de posición y empuñó su palo de escoba en frente. Se preparó para lo que vendría luego, ya que ese niño dio un salto y con velocidad inhumana empezó a quitarle el palo de las manos. Forcejearon mucho tiempo; Lyla estaba impresionada por la fuerza que estaba ejerciendo en ese momento, no tenía conocimiento de su propia fuerza; pensó que se trataba por la adrenalina que estaba fabricando en ese instante.
– ¡Déjame! –Gritó.
–“Quiero tu cuerpo.” –Siseó una voz en su cabeza. –“Esté cuerpo no me sirve…el tuyo es mejor.” –El demonio, se lamió los labios.
Para desgracia de la pelinegra, ella no sabía mucho sobre demonología, aunque él niño se parecía mucho a uno que había visto en una película; se sintió incrédula, sin embargo no tenía más opciones si quería salvar su pellejo, ya que Hidan no se veía por ninguna parte.
–Eres un Dybbuk…–Vociferó.
El demonio rió. Emprendió a decir palabras que ni siquiera ella conocía, salían solas de su boca y estaban dañando al Dybbuk que gritaba y eso permitió a Lyla hacerse del palo de escoba. Lo golpeó con el palo un par de veces en los hombros y en la cabeza, oraba en un idioma desconocido y empezó a temer de sí.
¿Dónde había aprendido todo aquello? ¿Acaso era algo nato por ser hija de un vampiro?
¿Lo aprendió en sus lagunas mentales? Hidan llegó gritando su nombre al ver qué el demonio se desprendía del cuerpo del infante.
– ¡Lyla! –Gritó. – ¡Ten cuidado!
La joven al escuchar el gritó del pelicorto, volvió a la realidad; en un parpadeo miró que el demonio iba directamente a ella, cerró los ojos y el palo de escoba se rompió por la mitad.
–¿Cómo aprendiste eso? –Hidan le zarandeó de los hombros.
–No sé.
–Exorcizaste…
–Era un Dybbuk. –Afirmó.
–¿Cómo lo sabes? –Vio a Hidan a los ojos, mordiéndose el labio inferior ¿Sí le decía que lo vio en una película le creería? Porque esperaba que él tuviera más respuestas que ella.
–Lo vi en una película. –Hidan se carcajeó al escuchar esas palabras.
–Será mejor que no le digamos nada a Gabriel, porque si sabe lo que hiciste nos va a matar a los dos. A mí por descuidarte y a ti por derrotar a un Dybbuk.
– ¿Cómo lo hice?
–No quieres saberlo.
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Editado: 14.04.2018