Crónicas de un soñador Ill

Amon

 

Estaba atrapada en un callejón y frente a ella, se encontraba un anciano amarrado en una silla y reía desquiciado. Aquella risa macabra provocaba que se le erizaran los vellos de los brazos y la nuca, su tono era más grave del que podía haber escuchado alguna vez; no entendía cómo un hombre mayor podía reír con tanta intensidad.

– ¿Quién eres? –La joven se arrodilló, para soltar las manos del anciano.

Cuando escuchó la pregunta el hombre de cabellos blancos y ojos azules, clavó su mirada en ella y su risa diabólica se detuvo por completo. Lyla al ver aquellos ojos con las pupilas dilatadas y al darse cuenta del rostro endurecido, se paralizó.

–No hace falta decirte mi nombre, Lyla.

El sudor frío recorrió su frente acompañado de una brisa helada que le caló en huesos; debía tratarse de una pesadilla. Ese anciano, era un director de cine muy famoso, y por lo tanto…no entendía por qué tenía que estar allí con él, en un callejón sin salida.

– ¡Déjalo en paz! –Gritó asustada. – Él no tiene nada que ver conmigo.

La risa carismática del director se deformó, por una sonrisa maquiavélica.

–Sí. – Contestó. – Es por eso que está aquí, lo encontré en tu inconciente…¿Qué tan importante es para ti esta persona?

–No lo conozco, por favor…sal de su cuerpo. –El mayor ladeó.

–No…primero tienes que saber mi nombre.

–Dime cómo te llamas…–Pidió asustada.

–No…tienes que saberlo por ti misma.

–¿Cómo quieres que lo sepa si no sé qué eres?

–Sabes lo que soy. Lo sientes, por eso estás temblando de miedo y utilizas un tono de voz sumiso conmigo. Debo decirte qué eso no funciona. –Rió. – ¿Piensas que por ser un sueño no puedo hacerte daño?

«Que te quede claro que esto primero comienza a través de los sueños. Sé que no eres ingenua y por eso estoy aquí.

– ¡Entonces sal de su cuerpo y hablemos! ¡No es necesario que lo tengas amarrado en una silla sí sólo quieres venir a jugar conmigo!

La risa grave invadió una vez más las paredes de aquel callejón. La joven se vio perdida, sabía lo que era y tenía miedo de decir su nombre, podía pensarlo e incluso él escuchaba sus pensamientos; y sí lo hacía, cabía la posibilidad que fuera la palabra que dijera no tendría sentido y aquel señor inocente pagaría por el error cometido.

Cómo a toda persona, Lyla odia que jueguen con ella; sin embargo está noche, está odiando que un demonio, cuyo nombre desconocía, viniera a molestarla en sus sueños ¿Qué hora sería en el plano físico? ¿Alguien podría despertarla pronto? Sentía el frío invadirla y podía escuchar los latidos de su corazón.

–Nadie va a despertarte…anda…sé que no te gusta soñar demonios desde que Baltazar ha andado buscándote en tres ocasiones…Sí, sé que te ha pasado; muchos han venido a buscarte, otros han poseído tu cuerpo…y siempre sales ganando ¿Tienes una idea de cómo me llamó?

–¡No! Yo no sé ni quien eres. Me da pavor estar en situaciones cómo está y lo único que se me ocurre es rezar, pero estoy segura que estarás riéndote, porqué he rezado en la mente desde hace rato y sólo podía escuchar tu risa en mi cabeza.

«Y si vas a seguir insistiendo en que diga tu nombre, no tengo idea de quién eres…Así que sal de su cuerpo y déjame despertar, porqué estoy aterrada.

Una vez más se dilataron las pupilas del anciano, la silla comenzó tambalearse, él se burlaba y hablaba en un idioma desconocido. El cielo se hizo más oscuro y la joven, sintió que se encontraba en un lugar con vacío; no sentía el aire, ni el frío, no escuchaba ruidos externos que acompañaran a la carcajada aterradora.

Se dejó caer de rodillas y se puso a llorar; tenía miedo. Un rayo de nombres de demonios se le plasmaron en la mente y comenzó a gritar cada uno de ellos, lo cual, provocó que las carcajadas de aquel ser prosiguieran.

–Tu ignorancia me agrada. Sabes mucho pero sigues siendo ignorante…–Los ojos dilatados se clavaron en ella, que levantó el rostro mojado en lágrimas. –Me conocen cómo manitas…

***

Pasaron los días de esa pesadilla y Lyla seguía investigando si el apodo de “manitas” tendría otro nombre escondido entre sus letras. Lo intentó por semanas y nunca lo descifró, hasta que un día su hermano Corín llegó con una playera que tenía la palabra “Amon.”

Separó las silabas y las leyó “Am” “on”

–“Mano” –Pensó. – “Manitas”

 



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En el texto hay: vampiros, zombies, aventuras

Editado: 14.04.2018

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