Quizá era un sueño muy lejano, en el cual, el señor de Inverlania gobernaba; sin embargo, no era el mundo de ese libro fantástico ya que la tierra no era hielo, había mar, arena y mucho calor. Con certeza sabía que el calor le estaba provocando alucinaciones, debía buscar agua y pronto. Corrió hacia la edificación dónde se quedaba; fue a la cocina y bebió agua muy despacio en grandes cantidades, terminó cuando se sintió fresca e hidratada.
Salió hacia el pasillo porque escuchó que unos niños estaban gritando, sonrió; su espera había llegado a su fin. Amaba tanto a esos infantes que pasar días sin verlos le abrumaba, pero sabía que era sano desprenderse de ellos para que conocieran la vida que había en el mundo de allá afuera; los cuidaban y criaban la mayor parte del tiempo, (siempre y cuando no estuvieran alguno de los dos), comían postres-la hora favorita de los tres-jugaban en la playa, leían cuentos, hacían dibujos, buscaban más pasadizos secretos entre las cuevas que rodeaban su entorno y más que nada, procuraba que esos chiquillos no jugarán a menudo cerca del acantilado que daba a la costa.
Saludó a los tres abrazándolos y llenando de besos sus mejillas y frentes, luego, les mostró las creaciones que había hecho la naturaleza en uno de los túneles que pasaba por debajo de la casa. Los niños se fascinaron por la inundación y los colores que se veían en el agua. Se dedicaron a contemplar las aguas tranquilas y a escuchar las gotas que caían, y además, a mirar el mar que se veía desde la salida. Cuando terminaron regresaron a casa, se le olvidaba algo…no había preguntado por él, ni siquiera lo vio cuando llegaron los niños.
—¿Dónde está tu padre? —Preguntó ansiosa.
—Se quedó allá. —Apuntó hacia la playa, pero del otro lado.
Suspiro vencida, tenía que caminar dos kilómetros para llegar a él. Miró al pequeño de cabello negro y acarició su cabeza suavemente.
—No tardo…ve a jugar con tus hermanos.
***
¿Por qué llevaban tanto tiempo sin verse? Le parecía una eternidad…Lo extrañaba, aún lo amaba cómo siempre. Caminó hasta llegar a ese pasillo oscuro y fresco, ambos siempre se han preguntado por qué habían construido una especie de bodega cerca de la costa, ella decía que pudo ser un lugar dónde guardaban armas para la guerra en la época medieval, y él, decía que había sido una biblioteca dónde residían los alquimistas, porque había huellas que probaban ambas posibilidades.
Le encantaba verlo de espalda, a pesar de los años no perdía su figura, se imaginó avanzando con sigilo y abrazarlo por sorpresa por la espalda y no volverlo a soltar en un buen tiempo; lo extrañaba muchísimo. Al percibir que era observado, se giró. Contempló con una media sonrisa a su amada, que se ruborizó al momento que sus miradas se cruzaron.
—Hola. —Dijo.
—Hola. —Respondió en el mismo tono de voz.
—¿Cómo te fue? —Suspiro.
—Nada mal…—Sonrió. —Llegamos completos.
La miró con el cejo fruncido, sabía que algo le pasaba y por alguna razón no le decía la razón; la contempló por unos segundos más porque ya no emitió ninguna palabra y comenzó a sentir un silencio incómodo. Un silencio que no había sentido en años entre ellos dos.
— ¿Estás bien? —Preguntó preocupado. Negó con la cabeza, bajando la mirada al suelo— ¿Qué estás pensando?
Ante esa pregunta, su interlocutora levantó la cabeza muy rápido y lo miró fijamente. Vio el brillo en sus ojos a pesar de la oscuridad, notó el leve rubor en su rostro y sobre todo, el temblor de su cuerpo la estaba delatando.
—Te amo. —Le respondió.
Él sonrió, también la amaba; estiró sus brazos esperando abrazarla una vez más, oler el aroma de su cabello, rodearla entre sus brazos, apretarla entre su pecho…Aunque no esperó el golpe que se iba a llevar cuando lo aventó contra la pared y empezó a besar su cuello. Sí, su cuello, esa zona erógena qué era uno de sus tantos puntos débiles, bajó la cabeza para que ella le besará en los labios, los probó con lentitud, no quería que terminara. Luego la tomó del rostro y siguió besando sus labios con tanta pasión, que comenzaron a entrar en calor, pero para su desgracia la voz de un niño les llamaba.
—¡Mamá! ¡Papá! ¡Tenemos hambre!
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Editado: 14.04.2018