Crónicas de un soñador Ill

Espada

 

Su avenida favorita de la ciudad amaneció cubierta de hielo. No eran copos de nieve, una tubería se tronó por las bajas temperaturas y el agua corrió por toda la calle, adornándola para ser perfecta; no dudo en patinar sobre la capa de hielo. Vio todo el paisaje, los niños cruzaban de una acera a otra a carcajadas tratando de no caer al suelo. Siempre le gustó ver el vaho que sale en cada exhalación de las personas, al respirar o al hablar; mientras se metió en sus pensamientos sobre lo hermoso que era aquel clima frío, su mente fue ocupada por cierto apiñonado de cabellos negros y sonrisa hermosa. Lo buscó entre la gente con la esperanza de encontrarlo, sin embargo, él no apareció por ningún lado, sólo había niños, adolescentes y personas mayores divirtiéndose con el agua congelada.

Después de un tiempo patinando decidió ir por un café para acompañarlo con una deliciosa crepa de fresas con queso y chocolate; entonces emprendió camino hacia la cafetería que estaba a unos metros, mientras se acercaba al local, visualizó a dos personas conocidas platicando cerca de la ventana, no pudo contener la sorpresa porque esas chicas, que eran sus amigas de la secundaria, dejaron de hablarse hace mucho tiempo. Se acercó con una sonrisa hacía la ventana y se recargó en el marco.

— ¿Por qué siempre me hacen esto?—Sus amigas voltearon sorprendidas.

— ¡Hola!—Exclamó la morena y empezó a reír.

—Te invitamos un café. —Alegó la rubia con una sonrisa.

—Muy bien.

Posterior al café y al a crepa de ensueño y además de conversar con las chicas, se dispuso a ir con su hermano Terry a casa, puesto que, por extraño que suene se lo encontró en el camino.

— Hacen muchas cosas con la piel de serpiente...

— ¿Sí?—Respondió sarcástica.

— Te pueden hacer una espada.

— ¿De verdad?—Le brillaron los ojos. Desde hace tiempo la joven desea tener una espada, no importa de qué tipo, sólo quiere una.

—Sí. —Afirmó Terry.

— ¿Debo llevarles la piel?

—No sólo debes escogerla...vi una de color azul.

—No hay serpientes azules...

—Vamos.

El lugar dónde forjaban piel de serpiente, encontrase lleno de personas formadas en fila; la joven al mirar semejante espectáculo, cedió. Prefería ir a casa y estar en un ambiente cálido  con una bebida caliente mientras leía un buen libro, que esperar por horas fuera de un local con tanto frío.

—Vengamos después.

—No—Terry la detuvo agarrando su brazo. —Es rápido—suspiró y miró a su hermano con una mueca en el rostro.

—Bien. —Terry tuvo razón, en la fila permanecieron máximo cinco minutos. Cuando les tocó el turno, les mostraron como moldeaban la piel de serpiente a tu gusto y además era en un abrir y cerrar de ojos; cosa que hizo pensar a la pelinegra que había algo más que un simple show.

En un momento de distracción, salió del local y dejó a su hermano esperando por un cinturón. Así pues, se movió con sigilo y se metió al taller donde se veía un anciano trabajando. Manipulaba una piel de color azul, con tonos verdes y negros; las escamas brillaron. La magia la invadió provocándole la sensación de vacío y absorción a la vez, dio un respiro tratando de darle oxígeno a su cerebro por el movimiento brusco que sintió y al ver hacia el frente, yacía una espada en el mostrador. Abrió los ojos por la sorpresa.

—Tómala, es tuya—Comentó el anciano con seriedad.

 



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En el texto hay: vampiros, zombies, aventuras

Editado: 14.04.2018

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