La furgoneta tenía muy mal los amortiguadores y ya se encontraba mareada por los movimientos que provocaban los baches del camino. Desorientada recargó su cabeza en el brazo de Aaron, que la miró de reojo.
—Estamos atrapados—susurró.
— ¿Cómo llegamos aquí?—preguntó con el mismo tono de voz.
—No lo recuerdo.
—Quiero matarla, lo haré...—Aaron tomó su mano y la cubrió con las suyas.
—Tranquila—le dijo viéndola a los ojos. —No ganaremos nada sí te pones así.
***
Los encerraron en una habitación oscura iluminada por velas en cada esquina de las paredes. El tono de los muros era verde oxidado y olía a humedad. Ambos trataban de deshacer el nudo de las cuerdas que ataban sus muñecas, sin éxito.
—No hice nada...
—Lo sé.
— ¿Por qué estamos aquí? —Los ojos azules de Aaron resplandecieron en la oscuridad.
—Esas figuras de piedra están vivas—giró la cabeza y observó por una ventana pequeña que estaba muy alto a las figuras moverse, mientras la piedra chillaba con el movimiento. Tenían espadas de piedra y las alzaron provocando que se estremeciera por lo grandes que eran.
— ¡Corre!—gritó Aaron.
El suelo se fisuró con el impacto, además se cayó la pared dónde estaba la puerta, la luz entró a la habitación y corrió tras su compañero. Todo a su alrededor estaba destruido.
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Editado: 14.04.2018