— ‘El camión que siempre vuelve.’
Al leer el letrero pintoresco ladeó la cabeza un poco para rectificar que el camión —, que más bien parecía un antiguo vagón de tren para pasajeros — era similar al del anuncio. Luego observó al propietario del transporte. Su aspecto le recordó al Sombrerero loco de Tim Burton, aunque en vez de tener un rostro color blanco era verde y su nariz larga con una verruga en la punta; le hizo imaginar la vida que debía pasar con esa apariencia pues estaba segura de que no era maquillaje.
Siguió el camino marcado por el pasto, miró a su alrededor contemplando el paisaje salvaje en dónde estaba y le sonrió levemente al personaje color verde que le devolvió el gesto con un ademán del brazo y le invitó a subir al vagón. Esperaron a que más personas subieran a la atracción y comenzar el viaje. El vagón estaba programado para seguir la misma ruta de siempre; sin embargo, se decía que nadie debía conducirlo porqué el sujeto que guiaba el viaje fue maldecido hace años con el aspecto que presenta. Nadie sabe la razón ni porqué llegó ahí.
El vagón comenzó a andar pasados diez minutos; todos los pasajeros iban en sus asientos disfrutando el paisaje salvaje, verdoso y montañoso. Era como ver un paisaje de fotografías de postales de los Alpes suizos y sus alrededores.
— ¿Eres un duende gigante? —, preguntó un niño pequeño de aproximadamente cinco años.
El sujeto verde le sonrió y si hubiese sido posible, podría haber revuelto su cabello rubio con su mano; pero el niño estaba sentado al lado de su madre, por lo tanto, el personaje de piel verdosa negó con la cabeza. Sintióse invadida de curiosidad, Lyla también quería saber qué tipo de ser escondía ese aspecto superficial. Puso una mano sobre su pecho y cerró los ojos porque sintió una emoción latente cobijar todo el vagón.
— ¿Alguien más tiene otra pregunta? —, cuestionó el individuo.
Levantó la mano con rapidez.
— Adelante.
— ¿De verdad este camión siempre vuelve a dónde mismo?
— Así es ¿Otra más?
Y antes que alguien más formulará otra pregunta ella volvió hablar.
— ¿Eres feliz?
Aquella pregunta provocó que el anciano verde borrara la sonrisa de los labios. Vio a la joven pelinegra tanto tiempo que hizo que se arrepintiera por la pregunta, pero Lyla quería saber si lo era y también, quería desviar el vagón hacia otra ruta para comprobar que regresaba al mismo lugar solo.
***
— Anda no pasará nada, vamos a moverlo —, tocó el volante y comenzó a girarlo hacia la derecha; las ruedas del vehículo cambiaron de dirección y acto seguido, se escuchó el grito del anciano de cabello blanco y tez clara — que estaba arrugada y reseca por la edad —, sus ojos cafés se abrieron más porqué sintió miedo y odio por esos adolescentes que habían interrumpido y arruinado el hilo del destino. Ya lo habían hecho y no habría vuelta atrás, así pues, el vagón se desvió de su curso y comenzaron a caer por la colina revotando por las piedras en el camino.
Una cuerda salió en el sendero al lado del vagón mientras descendía cuesta abajo; la cuerda era igual a aquellas que se encuentran en el mar sosteniendo las boyas, que dividen una parte de él, para que las personas que nadan dentro no crucen la línea.
El vagón seguía aquella línea solo y por si fuera poco, el anciano sollozaba. Tenía una mano en su pecho y se dejó caer de rodillas mientras limpiaba sus lágrimas con la otra mano. Los turistas que yacían en el vagón le miraban y otros trataban de ayudarlo a levantarse; sin embargo, él se rehusaba y les decía que era su último viaje.
***
— Dios me permitió la felicidad en los momentos más agradables de mi vida y en aquellos en los que sólo había tristeza. Después de tiempo comprendí que en mi estado actual he sido feliz y no por mi aspecto. Las colinas me hacen preguntarme que hay del otro lado siempre que las veo pues sólo conozco un camino. Los árboles aguardan por las aves que los habitan esperando siempre su regreso cada vez que deben volar hacia otro país.
«La vida me ha dejado contemplar las pequeñas e importantes cosas de la naturaleza. El atardecer y el amanecer. La noche llena de estrellas, la Luna en todas sus facetas y al sol que siempre es el mismo. Aquí no suele haber nubes…pero en invierno hay nieve por todos lados…no muero de frío y es mi época de descanso.
Lo miró sorprendida, su aspecto verde se había ido por un momento. Estaba observando al señor de cabello blanco y piel arrugada de su visión; vio lágrimas en sus ojos marrones y una sonrisa de melancolía en sus labios.
Quiso llorar.
—Comprueba que el camión siempre vuelve antes que nos impactemos en esa colina…
Confundida por sus palabras le miró atónita, luego parpadeó y al volver a mirar al anciano, su aspecto verde volvió.
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Editado: 24.01.2020