Crónicas de un soñador lv

Coches explosivos

 

En la plaza, muchas personas estaban haciendo sus compras de fin de semana, se oían sus cuchicheos y pasos al andar: tacones que pegaban fuerte en el azulejo y suelas que se arrastraban en el mismo. Niños que corrían para alejarse de sus progenitores y detenerse en los aparadores de las tiendas que llamaban su atención, mientras sus padres les gritaban que regresarán con ellos. Incluso olía a comida. El olor produjo que su estómago rugiera, se detuvo un momento, miró a su alrededor las tiendas de comida rápida y caminó hacia las alitas de pollo. Corín y Jafet, quienes le pidieron que los acompañara, se miraron por segundos; en sus planes no estaba el momento para comer, solo las compras. Siguieron a su hermana adoptiva hasta el local y vieron el menú. 

— Quiero unas picosas. 

— ¿Seguro Corín? Vas a morir —, Jafet le miraba incrédulo. 

— Voy a probarlas—, cruzó los brazos — ¿Cuáles pediste Lyla? 

— Barbecue  

— Yo también quiero Barbecue—, comentó Jafet. 

La joven miró al mayor de reojo. 

— Buena elección. 

Terminando de comer volvieron a retomar las compras. El presupuesto de la joven sólo alcanzó para comprarse una blusa de su súper héroe favorito, los mayores por su parte compraron ropa, calzado, perfumes y relojes, además por la cantidad gastada les regalaron boletos para la rifa de uno de los diez autos último modelo que había en exhibición en la entrada de la plaza. Tanto era su presupuesto que no necesitaban de la suerte para ganarse un automóvil así que regalaron sus boletos a Lyla. 

— ¿Gracias? — preguntó con sarcasmo. 

— Vamos…son diez coches. 

— Tú puedes comprar más de diez y solo tienes uno, Corín. 

— Tengo otras prioridades…Tú necesitas un auto y mucha suerte. 

— Gracias —, rezongó la pelinegra. — Muchas gracias por tus buenos deseos. 

— Ya, ya…—, interrumpió Jafet. — Sí quieres algo sólo dime…creo que te quedaste muy triste y sin dinero. 

Lyla frunció la nariz y estuvo apuntó de gruñir, mas optó por desviar la mirada y enfocarla en un aparador de la tienda de en frente.  Caminó dejando atrás a sus hermanos adoptivos. Pareció que la tienda salió de la nada porque en el tiempo que llevaba dando vueltas en la plaza no la vio hasta en ese momento. Entró y contempló toda la ropa, era un sueño hecho realidad. Tomó seis prendas y sonrió radiante a Jafet, que estaba sacando el efectivo de su cartera, él sonreía porque al fin había hecho algo por la joven. Casi se arrepiente por decirle que si quería algo le dijera, pero no podía dejar que ese entusiasmo desapareciera sólo por su mala actitud. Jafet ayudó a la joven con las bolsas y al salir del local, vieron que los autos que estaban afuera entraban y se estacionaban en la parte central dónde estaban. Todos los autos eran color rojo y tenían un moño enorme de color blanco en el capote. 

— Mira ahí viene tu auto. Sí metiste los boletos ¿verdad? 

Lyla miró los autos uno por uno. Eran coches de marcas muy caras; sin embargo, no le agradó que todos fueran del mismo color. 

— Sí. 

El tono de voz de la joven advirtió al mayor. 

— ¿Qué tienes? 

— Tengo miedo… 

— ¿Por qué? 

— No suelen meter los coches uno por uno en una plaza atiborrada de gente. 

El primer coche que entró a la plaza explotó después que se detuvo, el suelo tembló, las personas comenzaron a correr y a gritar. La segunda explosión fue más sonora, provocando otro temblor y que por el impulso todos cayeran al suelo. El zumbido en sus oídos le estaba taladrando la cabeza y solo buscó a Jafet con la mirada. Lo encontró dándole la mano para ayudarle a ponerse en pie, mientras se tapaba un oído con la otra mano. 

— ¡Busquemos a Corín! 

— ¡Jafet! ¡No! 

— ¡Qué! 

— ¡Tenemos que salir de aquí! ¡Van a explotar todos! 

Una tercera explosión más potente que las otras dos. Los letreros de los locales comenzaron a caer al suelo, la gente corría intentando salir de ahí. Su hermano la tomó fuertemente de la mano y comenzó a guiarla hacia el otro lado. Ya había visto a Corín. Los gritos, las estampidas, las explosiones, el humo la estaban mareando. Las regaderas de emergencia comenzaron a funcionar, pero, aun así, el agua no podía acabar con todo. El cuarto coche explotó y Jafet se le zafó de la mano. Cada bomba era más potente que la anterior…cayó hincada al suelo y gritó el nombre de su hermano cuando lo vio de espaldas, mientras su visión fue borrada por otra explosión. 



#29935 en Otros
#9660 en Relatos cortos
#21128 en Fantasía
#8671 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: vampiros, lobos, zombis

Editado: 24.01.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.