El elevador se había detenido pero no llegó a su destino; la energía eléctrica se fue de repente y los generadores de emergencia se activaron, sin embargo, dentro de aquel cubo de metal se quedó atrapada con luz. Le pegó a las puertas un par de veces para hacerse escuchar, pero no obtuvo resultados. Apretó el botón de emergencia y no funcionó. Se recargo en la pared y se cruzó de brazos; siempre temía por lo mismo y ahora si se cumplió...
Comenzó pues a maldecir por su mala suerte y espero que alguien de sus conocidos se diera cuenta que ya se había tardado demasiado y empezaran a buscarla. Pasó el tiempo, tal vez media hora...de haber tenido señal en su celular ya le hubiera llamado a alguien para que fuera por ella y mientras esperaba, el elevador se movió hacia arriba, sus ojos brillaron de felicidad y sonrió entusiasmada, aunque no duró mucho tiempo. Un crujido aturdidor la asustó y supo que era estar cayendo a una gran velocidad.
Inmediatamente corrió a las orillas del elevador y trató de plantar bien sus pies en el suelo y acomodar fuertemente sus manos en las paredes grises y frías de metal, el agujero que se formó en su estómago era insoportable, sintióse que iba en un juego mecánico de los cuales vas descendiendo muy rápido, comenzó a llorar, pues sabía que aquella caída iba a ser horrible y podría provocarle la muerte.
El elevador se impactó con fuerza en el primer piso ocasionando un estruendo en todo el edificio, el suelo se quebró. Por suerte personas externas al cubo de metal no resultaron heridos, más la persona que iba dentro resultó herida. Tal fue su gravedad qué nadie se percató de su presencia hasta que pudieron abrir las puertas torcidas.
***
Lara estaba sentada frente a ella en esa aula destruida. Observó a su alrededor y sintió escalofríos por ver las enormes fisuras en el techo y paredes de aquel lugar. La enorme lámpara rectangular pendía de los cables eléctricos amenazando con una caída temprana, las puertas de madera que cubrían las ventanas que ya no existían, azotaban entre ellas a causa del viento fuerte que aullaba en cada rincón de aquel edificio y por último el día, les mostraba que convivirían con una tormenta asechando con las nubes negras ocultando la luz del sol.
—¿Dónde estamos?
—Rusia...—contesto Lara mientras acomodaba su violín en su hombro.
Lyla la miró perpleja. Su amiga caminó hasta ella y tomó asiento en la silla de a lado, luego acomodó el atril dónde colocó las partituras. La pelinegra siguió observándola, se sentía muy extraña, quiso ponerse en pie y sus miembros no reaccionaron.
—No siento las piernas—, rompió el silencio frotándose esa parte de su cuerpo.
Lara clavó sus ojos cafés en ella, se mordió el labio inferior a la vez que en su rostro se formaba una mueca de dolor.
—Cuando llegué el profesor con el acordeón, podrás sentir las piernas otra vez...—Apuntó el instrumento que descansaba al lado de la pelinegra.
La estudió perpleja, el sonido de aquel instrumento y depende del género de música que se iba a tocar, le gustaba, más si se trataba de una melodía tranquila cómo en aquellas escenas dónde se ve la ciudad de París. Estaba gastada, pues en algunas partes se encontraba astillada y ya no tenía el mismo color gris claro.
La tomó entre sus manos y comenzó a tocar una melodía que fue acompañaba por el violín de Lara, las dos se perdieron en la música que estaban creando. Todo terminó cuando llegó el profesor con cinco niños, de los cuales dos le arrebataron el instrumento a Lyla que mientras peleaba con ellos por el acordeón, pudo levantarse.
Así pues, soltó el instrumento y disfrutó de su maldad cuando los niños cayeron de sentón al suelo. Para su mala suerte, el acordeón cayó encima de sus piernas haciéndolos llorar. La fémina sonrió de lado a lado y caminó hasta la ventana dónde contemplo el cielo nublado. El viento frío le golpeó en la cara haciéndola sentir viva.
—Tenemos que irnos de aquí—dijo el profesor.—No creo que este techo aguante otra tormenta más.
Antes de partir Lyla cogió el acordeón y mientras caminaba comenzó a tocar otra melodía, una melodía que llevaba días sonando en su mente...
***
La puerta del elevador se abrió acompañada por la campanilla que se escucha en esos aparatos. Abrió los ojos confundida y sintió un vació en el estómago, no estaba cayendo a 50 km/hr, Corín le miraba con el ceño fruncido y dijo algo que ella no entendió, su mente se concentró en la canción que estaba en la bocina.
—Parece que viste a un muerto—alegó el mayor.—¿Por que tardaste tanto?
—Sí entras...nos quedaremos atrapados y el elevador se va a caer...
—Ja, ¿en serio?—Corín entró.
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Editado: 24.01.2020