Caminar entre los bosques montañosos en época de invierno no era muy agradable, mas si debías estar cuidándote las espaldas por si te encontrabas humanos armados listos para asesinar a cualquier persona que pensarán que les haría daño o quisieran robar sus provisiones. La ventaja era que ellos nos tenían nada especial que guardar, sólo buscaban a un hombre, hermano del sujeto con ojos verdes y barba castaña y poblada que iba en aquel viaje con Lyla y Terry.
Su ubicación no la sabían con exactitud, pero era impresionante que Milo no pudiera comunicarse y más con los dones que él poseía. Alguna vez Lyla se enteró que él hermano de su querido héroe estaba muerto; sin embargo, ahora caminaban a su lado y la pregunta que se formuló en su cabeza, llevaba días repasando su mente.
«¿Eres un fantasma?» Aunque nunca la decía ya que carecía de credulidad...Terry y ella, podían ver y sentir que ese individuo llamado Adrian, era real. Tan real que podían ver el vaho salir de su boca y mirar sus huellas en la nieve.
Llevaban aproximadamente una semana buscando a Milo de no ser porque el hermano de este llegó diciendo que la última vez que lo vio, unos ancianos se lo habían llevado porque alguien más tuvo el honor de atacar a su hermano menor, provocándole por segunda vez una pérdida de memoria temporal.
«¿Sí él te vuelve a ver...pensará que está en la otra vida?» La joven no podía dejar de observar cada movimiento de Adrian, si Terry la acompañaba fue porque estaba convencida que era un fantasma y quería estar segura que alguien más a parte de ella lo veía, así que Terry pasó la prueba de realidad. Su hermano además ya no se quejaba tanto de los viajes de última hora, ya le gustaban.
Caminaron unas horas más después del amanecer y algo que impresionó su andar fue haberse topado con un túnel viejo que daba señales de una civilización cercana, aunque del otro lado del túnel—que por cierto era cómo de tres metros—, no se veía nada. Sólo arboles podados y casas deshabitadas. Sin embargo mientras decidían llegar al otro lado en medio del camino Adrian interpuso el brazo. En la salida había cajas de dinamita.
— Están preparados para cuando forasteros lleguen aquí — dijo hablando en voz baja. — Si atravesamos el túnel quizá estén esperándonos... o puede que lo exploten antes de pasar... — vio a los hermanos con sus ojos verdes, se mordió el labio inferior y formando una sonrisa, prosiguió su discurso.
— Yo los distraeré, ustedes vayan a esas casas y traten de encontrar a mi hermano...si hay personas dentro...no las maten y cuiden que no los asesinen a ustedes...Creo que esta montaña no es tan alta...
Adrián sonrió de medio lado y se esfumó volando dejando a Lyla y Terry en medio del túnel. Los dos se contemplaron por un momento esperando la señal.
— Esto se pondrá divertido—, comentó Terry.
— No, no lo creo... —, respondió su hermana frotándose los brazos.
La temperatura estaba descendiendo y el cambio era muy notorio.
—Si vas hacer lo que creo que harás, por favor cuida que no te disparen con una escopeta...
— No...no haré nada de eso yo... — Terry fue interrumpido por un disparo.
Los dos miraron al final del túnel y vieron a Adrian del otro lado, estaba de pie caminando sobre la blanca nieve.
Terry y su hermana corrieron. Parecía que todos los aldeanos de aquel pequeño pueblo en medio de las montañas, estaban apuntándole al sujeto que no borraba la sonrisa de su rostro. Escuchaban que hacían comentarios acerca de lo que pasaba en el mundo. Todos se aislaron volviéndose salvajes para proteger sus tierras y su pueblo, pero claro, le decían que no iban a permitir que se lo llevaran. Era obvio que hablaban de Milo.
Recorrieron las diez casas pequeñas que había entre el túnel y el enorme muro de la gran montaña y,en la última casa del lado derecho, dónde había una pareja de ancianos, sentados en un sillón viendo televisión en un aparato muy viejo a blanco y negro, estaba Milo haciéndoles compañía.
El héroe de Lyla se veía muy distante sentado en la cama que estaba pegada a la ventana, además traía una gasa en la cabeza cubriéndole una herida. Los hermanos entraron a la casa sin hacer el menor ruido; sin embargo, cuando los ancianos se dieron cuenta que habían irrumpido en su hogar, no se inmutaron. Se miraron y sonrieron.
— Él está mejor... —, dijo el viejo.— Es mejor que él se vaya de aquí... — Lyla y Terry se miraron.
Su hermano menor asintió con la cabeza y ella fue la que se acercó a Milo, quien al verla sonrió de medio lado torciendo su labio.
— ¿Te acuerdas de mí?
— Sí...¿Quién los trajo aquí?
Sus ojos verde miel brillaron con más intensidad, luego se enrolló en la brazada que cubría sus piernas.
— Adrian...
Milo levantó el cejo y vio hacia la ventana.
— ¿De verdad?
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Editado: 24.01.2020