Era el momento de aprender técnicas de la vida que comenzaba a llevar. Ante la aparición de Gabriel, las cosas habían cambiado mucho, luego Hidan se volvió un tiempo un guardaespaldas fastidioso porqué ambos comenzaban a darse cuenta de que no necesitaban estar de esa forma, los dos se volvieron grandes amigos y en verdad añoraban su amistad. Aunque por fin, Gabriel había accedido a enseñarle unos trucos, pero primero debía aprender cosas básicas que le servirían en el futuro. El gran paso fue la llegada de Aram, estaba segura de que fue culpa de él, porqué su primer mentor iba a ser Artemis, un buen amigo de su amado que además era hermano de Gabriel o eso decían.
Su primera lección comenzó en el centro de un enorme patio del tamaño de una cancha de básquetbol, que pertenecía a un local abandonado. No entendía cómo aquellas criaturas podían conseguir acceso a lugares que desconocía. Eran las diez de la mañana y Artemis le esperaba con una enorme sonrisa dibujada en el rostro. Su cabello teñido de castaño rojizo, brillaba a la luz del sol, sus ropas holgadas color blanco, invocó un pensamiento en la chica. «Tai Chi Chua, no por favor…aún no». Observó sus sandalias, típico de él.
— Buenos días.
— Hola —, respondió desanimada.
— Lamento mucho que te obliguen a esto. — Sonrió el mayor, tratando de animarla un poco.
— Yo también —, la joven desvió la mirada.
— Te mostraré una vez lo que vas a aprender hoy. Tendrás todo el día para intentarlo y yo estaré aquí…No es fácil de hacer ¿Lista?
— Sí.
Artemis extendió sus brazos a la altura de los hombros respirando profundamente como es debido, cerró los ojos, sacó el aire por la boca despacio. Lyla lo miró atenta esperando el ejemplo que le pareció muy impactante. El mayor se despegó poco a poco del suelo que estaba pisando, se elevó diez centímetros por el suelo antes de abrir los ojos y contemplar su rostro de incredulidad, pues la joven se mordía el labio inferior con angustia. «¿Cómo se supone que haré eso? No me has dicho que debo hacer…» El mayor se elevó aproximadamente cinco metros de altura y cuando volvió a tierra, observó a su aprendiz.
— Podía hacer eso cuando veía Dragon ball Z e iba a dormir —, rezongó.
— Podrás hacerlo de verdad si lo practicas.
— ¿Te has elevado con la mente?
Artemis ladeó los ojos.
— No, no lo he hecho así. —Se acercó a la fémina. — Para hacerlo tienes que alejar todos los pensamientos que rondan por tu mente, además debes relajarte…si te concentras demasiado en querer elevarte, no vas a poder, debes dejar ese pensamiento…Imagina que eres la pluma desprendida de un ave, que ligeramente se ladea en el cielo para caer en la tierra, pero qué se deja llevar por el viento a un viaje desconocido.
Suspiró después del discurso de la criatura. Le miró sin saber que responder, le parecía algo muy difícil.
— Es fácil decirlo… —, se encogió de hombros.
Artemis se acercó a ella, puso una mano en su hombro derecho sin apretarlo pues empezó a mover la mano hacia arriba y abajo intentando tranquilizarla.
— Cuando soñabas que volabas…eras una pequeña que no se preocupaba por nada. Debes recordar esos momentos…
Torció los labios y desvió la mirada hacia las puertas de vidrio.
— En esa época sólo quería jugar, ver televisión y esperar que todo lo que veía se volviera realidad…
— Inténtalo y cuando lo logres…quita los cinco sellos que he puesto en los muros. — El castaño señaló los pedazos de papel color amarillos con kajis color rojo.
— ¿Qué hacen?
— Sí llegas a quitarlos te darás cuenta…
━⊰❖⊱━
Eran las tres de la tarde, lo sabía por la posición del sol, con el tiempo había adquirido la habilidad de saber el tiempo con observar la posición del astro. Estaba cansada, por lo tanto, comenzó a frustrarse y enojarse pues le dedicaba miradas asesinas a quien era su mentor, que por cierto, le animaba con tranquilidad. (Actitud que la enfadaba más.)
— Con esa actitud no podrás hacerlo.
— Cállate…
— Recuerda lo que te dije al principio…evoca tus recuerdos, servirán.
— Lo intento…
Observó al mayor que estaba en la sombra que le proporcionaba el muro dónde se encontraban las puertas de vidrio que dejaban ver la entrada. El corazón comenzó a palpitarle con ferocidad, al principio pensó que se trataba de una alucinación pues ya estaba muy cansada; sin embargo, la persona que veía caminaba hacia las puertas de vidrio. Artemis se percató que su rostro endurecido se relajó y se formó una sonrisa que nunca había visto, su mirada también había cambiado, así pues, el mayor se giró un poco y vio a su amigo. Lyla corrió hasta las puertas de vidrio que empujó con mucha fuerza, por un momento se sintió como una niña que corría porque veía a la persona que creía querer más que a nadie en el mundo. Aunque en este caso, ya era mayor y corría hacia la persona que la enamoró. Aram caminó extendiendo los brazos y ambos se envolvieron en un abrazo que duró mucho tiempo para el gusto de Artemis.
La criatura no tenía la mínima idea que él recién llegado había regresado. Por su aspecto se le veía muy bien, un poco bronceado por el sol, aunque para el calor que hacía, no le pareció agradable traer una playera con mangas de tres cuartos, pero así se vestía Aram, y no podían faltar la cabellera hasta los hombros y las gafas de sol.
— ¡Maldito calor! —, comentó al despegarse de Lyla.
— Dímelo a mí.
— Me platicaron que iban a estar aquí…¿Cómo te va?
— Sácame de aquí…es una tortura.
— Te invito a comer.
La idea era tan agradable que la joven no dudo en decir que sí, pues era la hora de comer, aunque, no contó que Artemis la tomaría por el cuello de su blusa y la jalaría hasta el patio. Lyla no se resistió en lo absoluto, pero si le suplicaba a Aram que no la dejará con el vampiro. Artemis tomó medidas drásticas, cerró la puerta de vidrio dejando a la joven sola en el patio, se cruzó de brazos porque Lyla comenzó a golpear la puerta y a maldecirlo.
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Editado: 14.07.2020