Al abrir sus ojos esperando salir del sueño, se dio cuenta que se encontraba en un escenario magnifico, iba de cabeza cayendo a una velocidad media, pero no tuvo miedo porque no podía ver la tierra que le esperaba abajo. Su vista se enfocó en las nubes, el cielo y el sol. Aquel espectáculo natural que podía ver todos los días si salía y miraba hacia arriba. Los colores del crepúsculo siempre variaban depende del ángulo dónde se contemplaba. El cielo se veía teñido de naranja dónde el sol se ocultaba, de rosa cuando la luz pegaba en las nubes y por último de azul, violeta y rosa, dónde el sol iluminaba y dónde ya no lo hacía.
Intentó mirar hacia abajo, los edificios, caminos, montañas, casas y coches, se distinguían muy bien, el Sol aún iluminaba todo. Cerró los ojos pues el astro que estaba frente a ella le cegó. Se dejó llevar por la caída y se permitió sentir el viento helado, la ráfaga qué se formaba al caer y oler los aromas de la tierra para escuchar el silencio de las alturas. El único sonido que escuchaba era su propio cuerpo caer.
«¿Estoy muriendo? ¿Voy a morir? ¿Estoy soñando? ¿Qué pasó?» Suspiró, decidió abrir de nueva cuenta sus ojos esperando no seguir cayendo; sin embargo, todo seguía igual. Cerró los puños al sentirse impotente, miró a las nubes pues creyó ver algo encima de ellas. Se rascó los ojos con el dorso de sus manos. Debía estar alucinando por la falta de oxígeno que hay en las alturas pues veía criaturas tiernas color rosa con ojos rojos, sobre las nubes, que ondeaban sus pequeñas manos en un adiós.
«Pokémones…Son pokémones…que parecen algodones de azúcar y me dicen adiós.»
Aunque en realidad no eran esas criaturas, eran seres pequeños que vivan en las nubes y los veía de ese color por el efecto de la luz del Sol. Le decían adiós no porque fuera a morir, sino porque ellos no suelen ver personas caer a gran altura, era por eso por lo que observaba a muchos sobre las nubes. Llegó a pensar que si caía en una nube podría detener su caída interminable; no obstante, traspasó demasiadas y sólo sentía el frío de su materia.
Se entretuvo entonces en su caída a ver a las pequeñas bolas rosas y esponjosas. El Sol se ocultó y ellas desaparecieron, la noche invadió el cielo pintándolo de morado, negro y azul oscuro, adornándolo con estrellas. La joven cerró los ojos al percatarse que iba a impactarse.
«Despertar o morir…»
Se llevó un buen golpe en el agua de la alberca dónde había caído. Era profunda y no llegó a impactarse en el fondo. Abrió los ojos y con rapidez nadó hacia la superficie, dio una bocanada de aire intentando llenar sus pulmones de oxígeno, luego contempló su alrededor y se topó con un pequeño que le miraba fuera de la alberca.
— Lyla… ¿por qué caíste del cielo?
— Morgan… —, lo observó sorprendida.
— Creo que se están hundiendo las cosas que estaban en tus bolsillos. — Era la voz de Jafet.
— ¡Mi yoyo! —, se alteró la chica.
Corín, Rhys, Morgan y Jafet observaron cómo la joven intentaba hundirse de nueva cuenta al fondo de la alberca.
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Editado: 14.07.2020