Crónicas de un soñador V

La bebida del diablo

Era de noche cuando caminaba de regreso a casa, al intentar abrir la puerta, escuchó que Jafet se rió tras ella. Le miró de reojo y sonrió confundida porque su hermano tenía el dorso del brazo tapándole los labios. Le examinó de arriba abajo, se había cortado el cabello muy pequeño y lo veía más joven de lo que ya era; aparte observó que traía sus lentes para la vista, luego, miró su pantalón de mezclilla y la playera de manga larga color negra. 

— ¿Por qué tan feliz? —, cuestionó la joven abriendo la puerta y entrando a la casa. 

La luz de la sala iluminaba el primer piso, entró pues, acompañada de Jafet, quién con rapidez, tomó asiento a la mesa dónde su abuela estaba viendo la televisión. El sujeto nunca respondió a la pregunta y la chica se adentró hasta la cocina a buscar algo de cenar en el frigorífico; tuvo un día muy agitado y moría de hambre. Calentó en el microondas su cena, que consistía de papas con carne, y también, sería la cena de Jafet, pues algo le decía que debía darle de cenar también. Cuando estuvo lista la comida, la sacó de aquel aparato con delicadeza, para no quemarse, luego, la sirvió en dos platos con ayuda de un cucharón color azul y, al terminar, caminó hasta la mesa, dónde dejó los platos uno frente a ella y el otro a lado de Jafet; después de aquel acto de bondad, el mayor con una sonrisa de lado a lado, fue por el refresco al frigorífico. 

Lyla, Jafet y su abuela, platicaban durante aquella cena— que para la percepción de la fémina — comenzaba a ser muy extraña, pues miraba que Jafet y su abuela se comunicaban con la mirada, y ambos se tornaron sombríos. A tal grado de incomodarse bastante y tal emoción angustiante, la orilló a preguntar: 

— ¿Qué están tramando? 

— Nada —, respondió el mayor. — Tal vez está noche sea tu última cena con nosotros… 

— ¿Qué? —, cuestionó atónita. Esa respuesta le originó al instante demasiadas preguntas e imágenes en la cabeza ¿Por qué la última cena? ¿Qué iba a pasar? ¿Quién iba a llegar? ¿A dónde debía ir ahora?; sin embargo, su abuela tomó la palabra calmándola un poco. Ya sabía que experiencias iba a pasar si se iba con Jafet a dónde se supone que debía ir. 

— Hay algo que debes hacer…porque ya es tiempo, Lyla. Jafet te va acompañar y cuando regresen por favor no vayas a perderlo…no es seguro que andes rondando sola por la noche por hoy cómo tanto te gusta hacerlo ¿De acuerdo? 

— ¿Y que se supone que voy hacer? ¿Entrar a una secta satánica o algo así? — atajó confundida. 

Jafet que yacía a su lado, soltó una carcajada que fue extinguida con una mirada de seriedad de la abuela. Lyla, le miró con sorna al ver que su abuela le había callado con una mirada, pero, al momento que su vista se fijó en ella, se estremeció de pies a cabeza, encogiéndose de hombros y agachando la mirada. 

— Haz lo que te diga…váyanse, que ya es tarde y no quiero que regrese uno primero…si lo hacen…espero que regresen vivos…es una orden.  

Jafet, miró a la menor y le hizo una señal con la cabeza para que lo siguiera. La joven, suspiró antes de ponerse en pie, seguida de aquel que se hacía llamar su hermano cuando le venía en gana, y ambos, caminaron hasta la puerta. Salieron a la calle y Lyla, le preguntó a dónde irían, Jafet sólo respondía que lo siguiera; así pues, duró mucho tiempo preguntándole lo mismo hasta que cedió, pues su hermano le cambiaba la respuesta.  

Llegando a su avenida favorita, toda emoción que sentía en ese instante se intensificó por miedo. La tienda de jamones y cortes de carne carísimos, que había visitado alguna vez en otro país, estaba al lado de un bar que funcionaba como casino. Giró la cabeza 180° grados para asegurarse que aún seguían en su ciudad, pues de no ser así, no quería tener visiones en medio de aquella situación tan inesperada. Jafet le tomó del hombro y la condujo al edificio que estaba a lado del bar; sin embargo, la joven siguió con la vista perdida en el ventanal dónde se mostraban los cortes de jamón y carne. Su ego animal provocó que sus intestinos rugieran y su boca comenzó salivar. 

— Lo que vas a ver, te va a aumentar el apetito o peor, será mejor que no lo mires ya y me sigas, Lyla. 

— ¿Los demás saben lo que pasa, Jafet? — Le observó con duda. 

— No…es un secreto entre nosotros tres…— Jafet desvió la mirada viendo la entrada angosta del edificio. 

— ¿Gabriel lo sabe? — Ante tal pregunta, el mayor se mordió el labio superior y tomó a la joven de la mano. 

— Lo sabrá…—, respondió con seriedad, adentrándose al oscuro edificio. 

— ¿Y qué va a pasar? — cuestionó Lyla, en aquel pasillo que hizo eco su voz. 

— No lo sé, Lyla —, respondió el mayor. — Será mejor que guardes silencio desde ahora —, susurró. — Este lugar me provoca escalofríos. 

La luz naranja de los postes que alumbraban la calle, entraba por el enorme ventanal que estaba frente a ellos, subieron las escaleras despacio; la joven, guardó silencio como lo había pedido su hermano, pero, le tomó muy fuerte de la mano. Sí él se estremecía, ella má,s porque no sabía lo que le esperaba allá arriba. Subieron dos pisos más y al detenerse, hacía la dirección dónde la conducía Jafet, vieron a una persona con vestidura larga color gris y encapuchada, que los esperaba.  

La joven, pensó que se trataría de Gabriel; aunque, al estar más cerca de la puerta de cristal, se dio cuenta qué era una persona de estatura baja. Dio por hecho, que se trataba de una mujer, quién al verlos, le hizo un ademán con el brazo para incitarlos a pasar, además, les indicó que debían quitarse los zapatos con una indicación de su mano. Ambos jóvenes, obedecieron, entrando descalzos al salón. Al contacto de sus pies, sin zapatos, sintieron una alfombra acolchonada. La luz naranja de la calle seguía entrando por aquel salón, haciendo sombras, porqué, todo ese piso estaba en penumbras, algo que reconfortó un poco a la fémina porqué odiaba la oscuridad.  



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En el texto hay: vampiros, lobos, zombis

Editado: 14.07.2020

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