Crónicas de un soñador V

Contenedor

El puerto se había convertido en su refugio desde hace meses, debía cuidarse del peligro de afuera, por lo general, salían de noche para poder buscar alimento o divertirse; pues no habían perdido las tradiciones del viejo mundo, se divertían contando anécdotas, bailando, degustando alguna bebida alcohólica o un banquete que no habían probado en días. Era extraño que el día se volviera peligroso y la mayoría no toleraba cambiar la rutina cotidiana, aunque, no se dormía de día y de noche, alguien tenía que hacer guardia en la entrada del puerto. Algunos abrieron contenedores de barco refugiándose en ellos, adaptándolos cómo un hogar o escondite.  

 Era de noche, la Luna llena estaba en lo alto del cielo como un pequeño punto brillante y Lyla, que se encontraba tirada en el suelo pastoso más allá de la costa, tomaba un respiro observando las estrellas y la Luna, dejándose envolver por los aromas de la oscuridad y sus ruidos naturales. Hablaba sola, pues recordaba las enseñanzas de Cassiel. Las estrellas daban buenas noticias en ese momento y no había que preocuparse tanto por lo que fuera a pasar las siguientes noches. 

Ya era hora de regresar a su nuevo hogar, pues, la ubicación de la Luna en el cielo, le demostraba que era muy tarde; no tenía idea de quien le esperaba en su nuevo hogar repentino, pero, mientras no estuviera sola, era más agradable. El otro día, encontró a Aarón esperando en la puerta, bebieron café y charlaron sobre el pequeño comedor por horas, hasta que se dieron cuenta que amanecía y debían ocultarse. Esa noche, Aarón estaba de guardia, así que no le vería por un rato.  

En el camino escuchó un crujido, alguien le seguía, miró hacia atrás alterada y se percató de una escena escalofriante. Un contenedor estaba abierto y salían muertos vivientes, apostaba que nadie se había percatado, que, dentro de aquel contenedor de color marrón, había vida muerta moviéndose sin ser escuchada. Gritó el nombre de Aarón con la esperanza que le escuchara, a la vez, que emprendió la huida corriendo; sin embargo, su mayor temor no eran los zombis, era la Luna llena, que minutos antes había contemplado, esta vez, el Astro, que se posaba en el cielo, en un punto clave.  Sabía que esas criaturas no reaccionaban con los cambios lunares, aunque, eso o fue lo que le atemorizó. Intuía que aquel que liberó a los zombis estaba relacionado con la Luna.  

Saltó la barba que aseguraba el puerto, olvidando que corría electricidad sobre su materia. Se electrocutó, perdiendo el equilibrio, provocando que cayera al suelo de espaldas. Se atemorizó más, al sentir que aquellas criaturas instintivas le jalaban de los pies. Una vez más gritó el nombre de Aaron, porqué sabía que sería la única persona que le escucharía, los demás humanos que vivían con ellos, se habían esfumado.  

Comenzó a formar energía en sus manos, aquel ataque no servía con esos seres antinaturales, por eso, la energía que emanaba de sus manos la mandaba al cielo, que tomaba un color naranja en la orilla y amarillo en el centro. Sí Aaron podía verlos, quizá iría ayudarla porque no quería convertirse en un zombi, tampoco quería morir y mucho menos, ser rasguñada o mordida por uno. No debía de haber esa clase de criaturas en el puerto, si se escondían de día era por humanos, no por zombis y Aaron no aparecía por ningún lado...su muerte estaba escrita en algún lugar del cosmos. 



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En el texto hay: vampiros, lobos, zombis

Editado: 14.07.2020

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