Caminaba por la calle con ropa ligera y una mochila en la espalda. Traía una chalina cubriéndole la cabeza y el rostro. La noche era cálida como en el mes de abril. Andaba sigilosa y precavida, pues sujetaba una katana en la mano izquierda; recorrió la ciudad durante la noche, llegando al lugar dónde estaba la casa en la que vivió cuando era una niña. Se sentó un rato en el peldaño de la entrada, esperando su próximo movimiento. Miró su reloj de mano, esperando que el segundero girara y girara, y, cuando el reloj marcó las tres en punto, se levantó.
Emprendió pues hacia el otro extremo de la calle, sobre la acerca, en el terreno baldío dónde jugaba con sus vecinos, se agacho y prendió un encendedor dejándolo caer al suelo. Admiró la belleza del fuego que se extendió por toda la calle, más no debía de estar mucho tiempo ahí anonada con su hazaña, pues tenía que irse antes que le atraparan los vecinos o sus enemigos. Cerró los ojos un momento para sentir el calor que le brindaba el fuego, cuando volvió abrirlos, se percató que se había quedado dormida; su rostro estaba lleno de hollín y a su lado estaba un lobo, quién le despertó dándole un lengüetazo en la mejilla.
— Me pasó de nuevo ¿verdad? — Le dijo al lobo, sin entusiasmo. No recordaba haber tenido visiones un momento antes de dormir.
— No te atacaron…— Escuchó la voz del lobo.
— ¿Qué se llevaron?
— El encendedor…— Frunció los labios con pesar. Dos emociones se mezclaron en su cuerpo, amor y miedo.
— Aram ha vuelto. — Alegó suspirando.
— Sí…
La joven observó el resultado de su incendio, la calle aún seguía consumida en llamas y pareciera que las personas que vivían en las casas vecinas, no se percataron; las casas estaban intactas; sólo las llamas acababan con lo que había sobre la calle, coches, postes de luz, cables, pasto, tierra y basura.
Así pues, con sumo cariño y afecto acarició la cabeza del lobo, se acomodó y alistó para subirse al lomo del cánido.
— Tenemos que irnos…
El viaje nocturno fue corto y pacifico; pero, eso no la distrajo de estar alerta, con la katana desenfundada, lista para atacar. Tuvo que poner fuerza en sus piernas para no caerse del lobo hermoso que la sostenía en su lobo. El lobo le llevó a las cumbres que se encontraban bajo el bosque dónde nadie iba, iluminaba con una linterna el lugar aferrándose al pelaje del lobo café grisáceo, que le acompañaba.
— ¿Crees que siga dormido? — Conocía muy bien al bello durmiente que respiraba a unos centímetros. Podía ver su pecho subir y bajar. Tenía rato que no lo veía y verlo en ese estado era un poco preocupante.
— Sí…
Iluminó la parte dónde entraron y vio otro lobo que dormía profundamente, era color gris y contempló como respiraba pacíficamente. Bajó del lomo del cánido y se acercó con sigilo a la otra bestia. Le acarició el hocico y luego tras las orejas.
— Corín…despierta…
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Editado: 14.07.2020