"Llevo tu luz y tu aroma en mi piel, y una herida profunda en el corazón..."
Habitación blanca. Bertha se sitúa delante de su espejo, en un cálido dormitorio de veintitantos años de sueños. Sentada en un taburete color verde, mirándose fijamente hasta perderse en el castaño de sus propios ojos. Dejándose llevar por los segundos, allí sentada inmóvil. Sólo un respiro profundo que lanza al viento de vez en cuando. Para ella, un par de preguntas invaden su mente y sus pensamientos gotean como agua en un vaso medio lleno de recuerdos.
- "¿Cuánto vale mi vida ahora? ¿Si mi vida tuviera algún valor monetario, una medida, un costo, un patrón, una ecuación dónde despejar la "equis" y hallar la verdad absoluta de mi ser?
Después de un instante de recorrer en su propio laberinto mental una voz en su cabeza retumba fuertemente como un sonido de tambor que la devuelve a la realidad inminente ¡Tu vida ahora vale 20 kilos y cuesta cero!
En busca de un futuro mejor ese es el precio que hay que pagar para ver las estrellas. Colocar toda tu vida en un equipaje, empezar de nuevo, sacrificar los momentos mas anhelados con tus seres queridos, poner "en espera" tu propia felicidad.
En ese momento Bertha recuerda una conversación de días pasados con una sabía anciana, su madre, en una noche oscura. Ella le dijo "Hija mía, ¡cómo daría mis años restantes de vida, ese tiempo preciado antes de ver a la muerte venir a buscarme! Te los regalaría a ti, para que estuvieras en otro lugar, en otro momento, que nuestras vidas se fusionaran y volver a nacer en otro instante, en otra situación, pero... ¡No puedo! No está en mí poder brindarte todo lo que no tuve y quise tener. Tan solo me quedan estos pensamientos viejos que te pueden ayudar en tu camino. Un largo camino que solo tú puedes recorrer".
Ella continúa: "No está prohibido mirar hacia arriba. Prohibido es quedarse a contemplar la luna y no intentar tocarla. Prohibido es quedarse en el lugar de partida y no hacer nada para arribar a la meta. Para llegar a contemplar más de cerca esa luz blanquecina, hay que dejarlo todo atrás. Y dejando todo atrás, solo el tiempo acercará distancias. Pues verás que la distancia es sólo una palabra de nueve letras que juntas hacen un concepto, un sentimiento vacío. Un sentimiento que el tiempo destruirá y que no sabrás más nunca de ella. La distancia es pasajera y tu eres un pasajero con un billete en la mano. Pronto llegarás a destino y no habrá pared alguna que pueda limitar tu vida, cuando te propongas alcanzar tu razón de vivir. No le puedes decir a una luna elegante que baje, debes alcanzarla tú mismo, haciendo realidad tus sueños. Algún día te veré de nuevo, ya con unas cuantas canas en tu haber, desgastada por el tiempo, pero esbozando una sonrisa que iluminará todo este desastroso lugar.
"Sé que me dirás: ¡Vieja lo he logrado, he venido a regalarte esos años que tanto anhelabas darme! Dile a la muerte que puede esperar un rato más, que tu y yo caminaremos descalzos en nuestra propia y hermosa playa de amor".
¿Cuánto vale un recuerdo, una imagen en la cabeza, un sentimiento grato, una historia de amor, un momento perfecto? Todo queda reducido a veinte mil gramos.
Para poder partir es necesario rellenar minuciosamente cada espacio, cada rinconcito de una maleta azul rasgada a medio usar, piensa Bertha. Pero... ¿Qué llevar?, es otra pregunta que se le viene en mente, al momento de observar todo un huracán desarrollándose en su dormitorio. Un sinfín de posesiones materiales regadas en unos pocos metros cuadrados.
Bertha decide colocar únicamente en su maleta un lema gigante que pocos viajeros conocen y que necesitarán a lo largo de su trayecto. Muchos fallan en el intento porque simplemente no tienen el coraje suficiente para completar tres etapas distintas de esta nueva vida. "Bajar la cabeza, estar callado y pedalear".
Bajar la cabeza para aceptar con humildad momentos oscuros en el trayecto. Esa vida que te desafía todos los días a retarla, a jugar su juego malvado, escupiéndote en la cara y mofándose de ti, cuando tragando polvo y sangre yaces en el suelo gélido. Pero esa vida te enseña de la manera mas cruel a vivir. Necesitas tocar fondo, ver al demonio rojo directamente a la cara para valorar lo que tuviste y dejaste atrás.
Bajar la cabeza para cerrar los ojos y sentir que eres un pez nadando a contracorriente en un mar de agua salada, siendo tú, una especie diferente y hermosa de agua dulce, en un ambiente inquietante tratando de adaptarte a la incógnita de tu entorno. No es una limitación, es una ventaja.
Estar callado, para meditar todo el tiempo sobre tu vida. Para analizar cada fracaso, cada herida, cada caída. Caerás, caerás y caerás. Una y otra vez. Pero por cada caída habrá un aprendizaje que te hará fuerte. La noche viene acompañada por el día. Y por cada caída, habrá un ascenso, te alzarás con la mirada ahora puesta en el vasto horizonte y seguirás tu viaje con más ímpetu que nunca.