Crónicas de una sirena enamorada 1

El reencuentro

 

Lumina y sus primos veían la tele cuando sintieron que alguien llamaba a la puerta. Gema se levantó y se acercó a la ventana, vio que eran Joseph y la señora Judith. La joven volteó e hizo señas a su prima dando a entender de quien se trataba. Lumina se puso de pie, estaba emocionada, realmente quería verlo.

Gema abrió la puerta y los invitó a entrar. Todos allí vieron la expresión de Joseph quien sonreía de una forma inusual. Su madre jamás lo había visto así, pero se sentía feliz de ver a su hijo con tal expresión en su rostro.

El joven extendió sus brazos y Lumina se acercó a él. Solo faltaba aquel abrazo para que la sirena se diera cuenta de que deseaba algo más que una amistad con aquel apuesto muchacho. Mientras que en tierra firme ocurría tan hermosa escena, en Tritonia, Maher recibía su merecido.

Solamente bastaba con destruir o intentar destruir el reino submarino del pacifico para que el despiadado rey maranio despertara la furia de su homólogo Ranhir. El rey de Tritonia golpeaba fuertemente a Maher, lo hacía para desahogarse y por todos los tritones muertos en la reciente guerra. Ranhir no hacía más que ofenderlo y partirle la cara.

—Eres un maldito, Maher. Un ser despreciable. Eso es lo que eres— decía Ranhir mientras lo golpeaba una y otra vez —¿De verdad creíste que serías rey de Tritonia? Pues si es así, déjame decirte que es un puesto muy difícil de obtener.

—A mi manera no es algo tan complicado de obtener como dices. En realidad, te iba a devolver tu corona, no me interesa gobernar Tritonia, solo es basura oceánica — contestó Maher gimiendo de dolor.

—Dime entonces ¿por qué invadiste mi pueblo? — preguntó Ranhir entre dientes —si somos basura oceánica como acabas de decir ¿por qué tu maldito ejército saqueó los tesoros de mi pueblo?

—¿Cuál es el problema? Ya los tienes de vuelta— dijo Maher con una sonrisa bastante burlesca —Escucha Ranhir, no todo tiene que ser paz y armonía en Tritonia. Siempre has tenido ese problema, quieres que tu pueblo sea perfecto. No te culpo, eres hijo de Tristán.

—Es lo que todo rey quiere ¿No? Lo mejor para su pueblo. ¿Cómo puedes saberlo? Si a ti no te importa ni tu propio hijo.

—¡Vaya! Lo dices como si Lumina te importara—dijo Maher e intentó levantarse, pero no pudo— Dime una cosa, Ranhir. Si salgo de aquí y tu pueblo ve lo que has hecho conmigo ¿Qué crees que piensen?

—Se reirían de ti, todo Tritonia te odia— contestó Ranhir mientras salía de la mazmorra—

Si quieres tu libertad de regreso, tendrás que pedirle perdón a mi pueblo. Maher contestó con un interrogante — y si no, ¿Qué?

—Entonces, saldrás cuando me plazca—expresó Ranhir y se alejó de la cueva en la que Maher estaba cautivo.

Camino al palacio, Ranhir se encontró con Traimor. El rey vio a su sobrino un poco triste, en ese momento supo que echaba de menos a su prima.

—Si así lo deseas puedes ir a visitarla— dijo sorprendiendo al joven soldado—tu padre y yo cuidaremos de Tritonia.

—No, tío. Mi deber es proteger el reino y no me iré hasta saber que los maranios jamás regresarán— contestó Traimor —Lumina está a salvo con la tía Stara, además, es conveniente para ella permanecer en tierra firme. Atolón la quiere y Lumina ama a un joven humano.

Al escuchar la última frase, Ranhir preguntó por el chico que captó la atención de su primogénita. Traimor dijo conocerlo y que era un buen sujeto, de corazón puro, digno de amar a la hija del rey de Tritonia. El rey dejó salir una carcajada y nadó junto a Traimor al palacio. Ranhir estaba cambiando su modo de pensar hacia los humanos, estaba equivocado. En realidad, existen humanos de buen corazón.

En Brisbane, Lumina y Joseph salieron a dar un paseo luego de su encuentro en casa de Stara. Caminaron unas calles hasta llegar a un pequeño parque en el cual pudieron conversar con más tranquilidad. La joven sirena tenía la duda del por qué Joseph le había dado flores.

—Es una forma de expresar amor— contestó Joseph — y eso es lo que siento por ti.

Lumina no contestó nada, sólo observó el cielo y cerró los ojos. Parecía estar confundida en ese momento.

—Sé que es muy rápido, pero créeme que lo que siento por ti es puro y sincero. Además, yo nunca lastimaría a la hija de un rey tritón, sobrina de una valiente guerrera —comentó el marinero

El joven sentía alivio al comentarle a Lumina lo que hace tiempo quería decirle. La sirena solo miraba a lo lejos sin decir una sola palabra.

Por unos instantes, el silencio era invadido por el sonido de las olas y el canto de las gaviotas sobrevolando a la orilla de la playa. Joseph se dio cuenta de que Lumina se sentía algo incómoda, no por lo que había dicho, sino por la presencia de un sujeto que a lo lejos la observaba fijamente.

—¿Podemos ir a otro lugar? No me siento bien aquí—dijo Lumina

—De acuerdo. Si lo deseas te llevaré a casa de tu tía—se levantó y extendió su mano hacia

la sirena. La joven se levantó y caminó junto al marinero hasta la casa de Stara.

Lumina estaba nerviosa y miraba hacia atrás en varias ocasiones. Joseph notó que algo diferente en la actitud de la chica, intentó llamar su atención para que olvidara aquello que la atormentaba.

—¿Qué ocurre? Te noto extraña— preguntó Joseph

—Acabo de ver a Atolón— contestó Lumina

Al llegar a casa de Stara, la joven sirena alertó a su tía.

—Atolón, está aquí, acabo de verlo

Stara se sorprendió al escuchar lo que decía su sobrina.




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