Caía lentamente la tarde, eran casi las seis y treinta, hora australiana. Joseph y Evan aún seguían en la playa. Por un instante el apasionado marinero dejó de pensar en Lumina después de mucho tiempo.
La hora de volver a casa había llegado, Joseph y su amigo se separaron en la pequeña plaza. El chico no volteó ni por un segundo para ver el mar, no deseaba hacerlo, solo pensaba en lo que en ese momento estaba haciendo. Se encontraba confundido y necesitaba tiempo para estar solo.
Mientras tanto en Tritonia, Lumina pasaba cada segundo junto a los suyos. Quería aprovechar al máximo los pocos días que faltaban para volver a tierra firme. Por unos instantes la sirena se olvidó de Joseph.
Así mismo en Marania, el despiadado príncipe Atolón planeaba en cómo rescatar a su padre. Era difícil para él llevar a cabo semejante operación, pues, sus mejores soldados estaban cautivos en la prisión del reino vecino y los tánzures esta vez no lo apoyarían para emboscar nuevamente el pueblo de Tritonia.
Furioso al ver que nada salía como él pensaba, Atolón decidió visitar al líder del Tánzur para tratar de convencerlo. En el palacio del rey Tarek estaban ignorantes de la llegada del príncipe. Era obvio que no querían tener contacto con Marania después de lo que ocurrió con Tritonia. Los tánzures tenían pensado visitar el reino del pacifico para disculparse con el rey Ranhir y con todos los tritones.
En medio de la reunión con la corte, Tarek recibió el comunicado sobre la presencia de Atolón a las afueras del palacio y lo más extraño, que estaba solo.
—¡Déjenlo pasar! — ordenó Tarek— no creo que sea una amenaza sin su ejército.
Los integrantes de la corte reían sin parar por la forma en la que el rey se burlaba del príncipe maranio. El silencio llegó bruscamente al salón cuando Atolón ingresó.
—Creí que no me dejarías pasar, Tarek. Necesito hablar seriamente contigo— decía Atolón con un tono de voz arrogante—por favor, ordénale a tu estúpida corte que abandone el salón.
A lo que Tarek contestó: — ten más cuidado en cómo te diriges hacia mí, jovencito. Soy un rey y lo que tengas que decir hazlo en frente de mi estúpida corte como le acabas de llamar.
Bajo la mirada de los miembros de la corte, el joven Atolón no sabía qué hacer. Tarek por su parte esperaba una respuesta o alguna señal de vida de Atolón, pues estaba inmóvil frente a todos.
—Atolón, príncipe maranio del caos ¿Qué es lo que tienes que decir?
Atolón, quien tenía una actitud débil, se llenó de coraje y contestó: — he venido para que nuestros pueblos unan fuerzas por segunda vez. Tritonia debe pagar por mantener cautivo a mi padre.
Rápidamente uno de los integrantes de la corte intervino como gesto de protesta ante la insolente actitud del joven Atolón —¡descarado! —gritó —intentaste robar el trono de Ranhir, encerraste a la familia real, muchos soldados tritones y tánzures cayeron y ¿solo vienes aquí para que las fosas del atlántico se unan, peleen contra Tritonia y así rescatar a tu padre?
Tarek apoyó a su súbdito diciendo—no perderé más tánzures por acceder a tus caprichos, Atolón. Ranhir y yo no habíamos tenido problemas antes y, además, tu padre se lo buscó. Maher pagará caro y será difícil que obtenga su libertad conociendo la justicia en Tritonia— se acercó al joven y lo miró con total desaprobación— lo siento, no daré la orden a mi ejército de seguirte. Sugiero que regreses a tu fosa y esperes. Pídele a los dioses por su pronta liberación la cual no merece y por favor, no te metas con Tritonia. Ahora lárgate de mi reino y no regreses.
Atolón abandonó el lugar lleno de ira. Regresó a su palacio y allí permaneció encerrado por varios días.
Por otro lado, la familia real seguía unida. Gema y su hermano querían pasar un día más en el místico lugar. Austin quería volver a Brisbane, pero con tal de ver feliz a su esposa permaneció en Tritonia el tiempo que la sirena quiso. Los días habían pasado y la hora de regresar a tierra firme había llegado. Stara y su familia se despidieron, Lumina también se preparaba para volver.
Al iniciar el recorrido, la joven sirena miraba a todas partes como si algo le molestara. No fue un viaje cómodo para ella a pesar de que varios soldados tritones los acompañaron hasta el abismo de Challenger. A partir de ese lugar, el camino era totalmente seguro.
Estando ya en tierra firme, los viajeros cambiaron de forma, fueron por la ropa que habían escondido en un hoyo entre las enormes rocas y caminaron hasta la casa. Allí, descansaron y no salieron durante el resto del día. Joseph por su parte esperaba a la sirena en la playa diariamente al salir de clase. Tenía la esperanza de volverla a ver en la ciudad.
Un miércoles por la mañana, el marinero se encontraba en la zona rocosa donde vio a Lumina por primera vez. Tarareaba una canción romántica en voz baja con su mirada anclada en el horizonte. Parecía que dedicaba la canción a la sirena.
El joven hizo silencio unos minutos, inclinó su cabeza y cerró los ojos. Fue ahí que escuchó la voz de la sirena a sus espaldas —que hermosa melodía—comentó la joven.
Rápidamente, Joseph se levantó y se acercó a Lumina tomándola entre sus brazos, le dio un beso en la frente y dijo— me hiciste mucha falta.
Lumina cerró sus ojos, era obvio que disfrutaba estar en brazos del marinero. Se sentía
protegida cada vez que estaba con él. La sirena escuchaba la voz del chico quien continuó diciendo: —¿cómo estuvo tu viaje? ¿la pasaste bien?