En la costa, Judith y William esperaban angustiados por el regreso de Joseph. Nina recorría las calles preguntando por él, pero nadie daba razón del joven.
—Vamos a casa— dijo William—debes descansar.
—No puedo, no hasta saber de tu hermano.
Ambos permanecieron por veinte minutos, luego regresaron a casa.
A lo lejos, Lumina y Stara cambiaron de forma. Ayudaron a Joseph a salir, ya que no podía ponerse de pie al seguir perplejo por lo sucedido. El joven marinero se veía algo desorientado.
—Lumina, gracias por salvarme. Estaré eternamente agradecido por eso. —Era mi deber. Ahora, vuelve a casa, tu madre debe estar preocupada por ti— dijo la sirena.
—Ven conmigo, no podré llegar solo— dijo Joseph tomando las manos de la doncella— acompáñame.
Stara dijo que los acompañaría, sacó una mochila oculta detrás de una enorme roca. Se vistió, Lumina hizo lo mismo. Joseph esperaba dando la vista en dirección a las Marianas.
—Vamos ya— dijo Stara, luego pensó— ¿qué le dirás a tu madre?
—Ya pensaré en algo— contestó Joseph.
Así, caminaron a casa del joven. Allí, William quien en ese momento estaba sentado en la terraza vio a su hermano menor acompañado de Lumina y Stara. Rápidamente se puso de pie y llamó a su madre. La mujer salió y vio a su hijo sano y salvo. El marinero se acercó a su madre dándole un fuerte abrazo. Judith lloraba de felicidad.
—Gracias Dios, gracias— repetía la mujer— ¿en dónde estabas metido?
Joseph dijo una pequeña mentira “blanca”— fui a nadar y no sé qué pasó después. Lumina dijo que me halló inconsciente a pocos metros de las rocas.
Stara y su sobrina se miraron y le siguieron el juego a Joseph ¿Quién iba a creer que en realidad fue secuestrado por un ser místico y malvado, y que estuvo cautivo durante horas bajo el agua y después saldría vivo?
Judith agradeció a Lumina, de todas formas, salvó a su hijo de morir ahogado.
—¿Quieren pasar? — dijo Judith invitándolas a la casa, pero Lumina pensó que sería mejor si Joseph descansaba.
—Vendremos más tarde, Joseph necesita descansar— se acercó al marinero y dijo— debes dormir un poco. Cuando te sientas mejor, vendré a verte.
El joven obedeció y se fue a descansar. Lumina volvió a casa con Stara.
—¡Volvieron! Oh, gracias al cielo están bien— Austin celebrara el regreso de su esposo —
¿Qué ocurrió?
—Atolón tenia a Joseph— respondió Stara y comenzó a contarle a su familia lo que pasó en Marania.
Mientras tanto, en la fosa de Puerto Rico, Maher y su hijo tenían una fuerte discusión. El rey maranio calificó como acto de cobardía por parte de su hijo el hecho de secuestrar a un humano.
—Eres un cobarde, Atolón— gritaba Maher dándole bofetadas a su hijo— ¿en qué estabas pensando al secuestrar a un débil humano? ¡Contéstame!
Atolón no decía nada, cosa que hacía enojar aún más a su padre.
—He dicho que me contestes— gritaba Maher entre dientes.
—Ese humano es quien tiene a Lumina ¿qué se supone que debo hacer? Tengo que quitarlo del medio, no me quedaré con los brazos cruzados como tú— apuntó a su padre con el dedo índice— que dejaste que te arrebataran a la poderosa Stara, yo no puedo permitir que tu historia se repita conmigo.
—Lo mejor es que la olvides. Sabes cómo es Lumina, ella jamás será tuya—decía Maher sentándose en su trono— has lo que yo, busca otra sirena.
—¿Y me deje como mi madre te dejó a ti? Ella se fue a tierra firme huyendo de tu maldad, tengo un hermano que no conozco.
—¿Y solo te importa una sirena? ¿Crees que no me duele la partida de Eudora y de aquel hijo del cual no se nada? Vivo con ese sufrimiento a diario, y aunque jamás amé a tu madre como a Stara, la extraño cada día. Ella se fue por mi culpa y de haber sabido que estaba embarazada nunca la hubiese dejado ir ¿sabes qué es lo peor? Que Ranhir y Thaón… los malditos hijos de Tristán la ayudaron a escapar. Solo ellos saben dónde está ella.
Atolón abandonó el palacio y nadó hasta la fosa de las cariacas. Allí, para “despejar” su mente hizo de las suyas.
En Tritonia, la familia real hablaba de Joseph. El joven causó admiración entre los miembros de la realeza.
Al día siguiente, en Brisbane, la joven princesa salió a casa del marinero. Llamó a la puerta, Judith abrió y la invitó a pasar.
—Le diré a mi hijo que estás aquí— dijo la mujer con una tierna sonrisa. Pocos minutos después el muchacho salió de su habitación y tomó asiento en frente de la sirena.
—No sabes lo feliz que me hace que estés aquí. Tuve una noche terrible, al cerrar mis ojos solo veía agua.
La sirena lo interrumpió diciendo— Joseph, sé que es difícil para ti, pero por favor, trata de olvidarlo. No dejaré que vuelvas a ese horrible lugar.
Joseph se levantó y se ubicó al lado derecho de Lumina —tenía miedo de no verte nunca más, tenía miedo por mi vida. Que ese malvado ser se saliera con la suya.
—atolón nunca ha podido salirse con la suya y aunque no lo demuestre, yo soy más fuerte que él. Sin embargo, me sentí débil cuando vi que te ahogabas— dijo Lumina mirando a Joseph fijamente a lo lejos.
—Eso no fue lo que yo vi. En realidad, vi a una joven sirena llena de ira y fuerza.
Judith llegó con galletas, llamó a Joseph por unos segundos y en voz baja le dijo—saldré a la sala, confío en que no harás nada raro ¿verdad?
Joseph comenzó a reír —vete tranquila—le dio un beso en la frente y volvió a sentarse, pero esta vez junto a Lumina, quien comía unas ricas galletas con chispas de chocolate por primera vez en su vida. Judith salió y los muchachos quedaron solos en casa. La sirena comía de forma salvaje mientras que su compañero la observaba. Por un momento, la princesa se sintió avergonzada por la mirada del marinero y dejó de comer.