Crónicas de una sirena enamorada 3

El regreso de Joseph

A bordo del buque, los marineros terminaban con sus labores. Al finalizar, el capitán les ordenó tomar un descanso y prepararse para su retorno a tierra firme. 

El joven Joseph en ese momento se encontraba al interior de una pequeña oficina cerca de su camarote. De vez en cuando refunfuñaba, pues era tan pequeña que apenas podía moverse. El marinero deseaba pisar tierra firme lo más pronto posible, pues no quería seguir lejos de sus amados retoños. 

En ese preciso instante, uno de sus compañeros le habló desde afuera avisándole que el capitán lo quería ver, y que le llevara de inmediato el último reporte para que así, al igual que el resto de sus compañeros, también pudiera descansar. 

Rápidamente, Joseph recogió los papeles y salió corriendo dejando a su compañero solo en el pasillo. Al llegar a la oficina de su superior, le entregó el sobre y se quedó parado frente al capitán a la espera de su respuesta. 

—¡Excelente! —fue lo único que dijo el capitán. 

Joseph sonrió y en completo silencio caminó hasta salir a la proa para sentir el viento chocar con su rostro como era de costumbre. Uno de los marineros novatos se acercó a él y le brindó un poco de refresco y frituras. 

—¡Gracias! —dijo llevando varios palitos de queso a su boca. 

El buque Charlotte se encontraba a varios kilómetros de la costa australiana. Joseph estaba realmente ansioso por volver a ver a Lumina después de varios meses. Quería abrazarla, besarla, cargar a sus pequeños y jugar con ellos. 

Cuando los edificios de Brisbane comenzaban a verse a los lejos, el entusiasta marinero mercante saltaba de alegría contagiando a sus compañeros; quienes al igual que él, saltaban como niños celebrando su regreso a casa. 

Aquel caballero australiano tocaba su collar de luz para dar aviso a su esposa que ya se aproximaba al puerto y que muy pronto estaría con ella. Mientras tanto, en su casa, Lumina esperaba por su esposo sentada en el sofá. 

La sirena tocaba su collar con una mano y con la otra acariciaba su cabello, luego, una tierna sonrisa en su rostro demostraba su felicidad porque esta vez Joseph regresaba sano y salvo tal y como ella lo había deseado. 

A medida que el buque se acercaba más al puerto, los marineros destaparon una botella de champagne y brindaron por todos los meses que pasaron a bordo sin complicaciones, y también por la armonía y compañerismo entre ellos. Joseph no se había sentido tan bien con sus colegas después de haber conocido a Evan en el buque Marsella.

Cuando finalmente el barco llegó al puerto, los marineros bajaron con sus pertenencias. Joseph fue el tercero en pisar tierra firme, se despidió del resto y tomó un taxi a casa. Al llegar a su hogar, el marinero podía sentir que Lumina lo esperaba felizmente. Caminó hasta la puerta principal y presionó el timbre. 

Lumina sabía que quien llamaba a la puerta era su amado esposo, la mujer caminó y abrió recibiendo a Joseph con un cálido abrazo —¡No sabes lo mucho que te extrañé, cielo! —susurraba. 

Joseph sonreía mientras abrazaba fuertemente a Lumina —Yo también te extrañé, cariño —Luego la miró a los ojos y la besó tiernamente como siempre lo había hecho. 

Lumina ayudó a Joseph con sus cosas y juntos entraron a casa. Allí, el marinero volvió a ver a sus pequeños bebés por primera vez en meses. El hombre no dejaba de sonreír mientras caminaba hacia ellos. 

Primero cargó a Jocelyn, la abrazó y le dio un beso en la frente a su adorada hija. Luego, cargó a Christopher e hizo lo mismo. Después de ver a sus pequeños, Joseph subió a la planta alta de la casa para darse un baño mientras que Lumina cuidaba de los bebés. Minutos más tarde, el hombre bajó y tomó asiento al lado de su amada, permaneciendo allí por un largo rato. 

—Cuéntame, nena ¿Pasó algo extraordinario en mi ausencia? 

—No, ni aquí, ni en Tritonia. Las cosas hasta ahora marchan en perfecta armonía, solo deseo que los dioses protejan a mi pueblo de la maldad y el caos. 

En ese instante sonó el teléfono —Yo contesto —dijo Joseph y se levantó del sillón —¿Hola? 

Del otro lado hablaba Judith, quien estaba ansiosa por visitarlo en cuanto llegara a Australia. Joseph le comentó que estaría todo el día en casa pues, quería descansar y pasar tiempo con su familia. Judith aprovechó para llevarles algunos detalles y ver a su hijo nuevamente.

La señora Verlander llegó a casa de su hijo y le entregó las cosas; juguetes para los bebés, un astrolabio para él, pendientes para Lumina y una carta proveniente de Inglaterra. 

—¡Una carta de Evan! —exclamó Joseph mientras abría el sobre emocionado pues finalmente obtendría noticias de su mejor amigo. 

—¿Qué dice? —preguntó Judith. 

Joseph leyó la carta textualmente —Queridos Joseph y Lumina Verlander, quiero expresarles lo feliz que me encuentro al saber que sus hermosos hijos han nacido en perfectas condiciones. He deseado tanto viajar a Australia para visitarlos, pero a veces se me hace difícil. Me resigné a que cuando llegue la hora de conocer a los niños, ellos estarán grandes. Solo espero que los cuiden mucho y que los eduquen bien. Yo por mi parte espero graduarme pronto para volver con Gema a nuestro país y vivir juntos. Los quiere Evan. 




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