Crónicas de una sirena enamorada 3

En el que Lumina y Amaranta ya no le temen a su padre

Esperando a que el rey finalmente se armara de valor para hablar, las sirenas lo miraban de manera cortante como Ranhir solía hacerlo. En ese instante, el líder de Tritonia comprendía la cruel sensación que causaba a cada habitante de su pueblo cuando se encontraban bajo su presencia. 

—No me miren de esa forma, es incómodo —, demandó Ranhir —parece que quisieran sacarme el alma. 

—lo sentimos, padre. Es así como tú sueles mirar a los demás —comentó Lumina mientras se cruzaba de brazos —¿Qué debe decirnos?

Ranhir vaciló un poco antes de hablar causando nuevamente la furia de Amaranta —¡Habla ya! —dijo con firmeza.

Al ver que sus hijas comenzaron a enojarse por el suspenso, Ranhir inició diciendo:

—Fuentes me indican que Atolón volverá a atacar y he estado pensando en enfrentarme a él yo solo. Sé que suena bastante loco, pero siento que debo hacerlo.

Abruptamente, Amaranta se puso de pie—¿En qué estás pensando, padre? ¿Crees que tienes la fuerza suficiente para pelear contra Atolón? ¿Te has vuelto loco? 

—Padre, te pedimos que desistas, no es para nada inteligente lo que estás pensando hacer —Lumina se molestó con la idea de Ranhir —Es completamente suicida.

—¿A qué costo, padre? ¿Crees que sacrificando tu vida lograrás deshacerte de Atolón para siempre? —dijo Amaranta con la voz quebrada.

A lo que Ranhir contestó —Debo proteger a mi pueblo.

—Nuestro ejército lo ha hecho durante muchos años, no puedes arriesgarte a que Atolón te mate porque se te ocurrió una idea tan descabellada y suicida como esa — habló Lumina firmemente —No entiendo como has podido pensar en hacer algo así.

Amaranta caminó hasta la puerta principal en donde los soldados seguían parados en fila esperando al rey. Lumina se percató de que su hermana tenía intenciones de salir de la casa a esa hora. 

—¡Espera, Amaranta! ¿A dónde vas? — preguntaba Lumina en su intento por alcanzarla.

Amaranta sin mirar atrás respondió a la pregunta de Lumina diciendo —¡Regresaré a Tritonia! ¡Debo cumplir con mi deber! —corrió hasta la orilla, cambió de forma y sin vacilar se sumergió. 

El rey Ranhir fue tras ella, los soldados lo escoltaron hasta el palacio. Lumina quería llorar en ese momento, sentía que su nación comenzaba a vivir momentos de crisis nuevamente por el regreso de Atolón. A Jospeh, por su parte, solo le quedaba consolarla y darle ánimos, el marinero odiaba verla llorar.

Luego de llevar a sus hijos a dormir, Joseph se sentó junto a Lumina en la cama. El marinero miraba al techo pensando en qué decirle a su esposa, mientras que Lumina sollozaba y se acurrucaba entre las sábanas intentando no pensar en lo que podía hacer Amaranta al interior del palacio de su padre. 

—¿Te sientes bien? —fue lo único que se le ocurrió a Joseph en ese instante. 

Lumina no dijo nada y Joseph pensó que lo mejor era guardar silencio. Decidió dejarla sola, así que se acercó a las cunas de sus pequeños gemelos y allí permaneció de pie, mirándolos con ternura. En ese momento, su esposa habló al fondo diciendo:

—¿Por qué Atolón quiere desestabilizar a mi país? ¿Qué mal le hizo Tritonia a ese abyecto despiadado para arremeter en contra de mi pueblo las veces que le place?

Joseph volteó la mirada hacia Lumina, a paso lento se acercó a la cama y acostándose junto a la sirena dijo —Tal vez quiere algo que poseen en Tritonia, quizás sea algo de mucho valor —abrazó a Lumina y luego añadió —O simplemente es por el placer de verlos sufrir. 

—Alguien debería asesinarlo y acabar con todo esto de una vez por todas —expresó Lumina con mucha ira, empuñando manos y dientes como si expulsara todo ese odio que sentía por Atolón.

A lo que Joseph contestó —Te juro que si yo tuviera el poder y el valor de encararlo y arrebatarle la vida, hace tiempo le habría clavado una daga en su putrefacto corazón — suspiró —pero desgraciadamente no tengo esa valentía de acabarlo, para así terminar con el sufrimiento de Tritonia y todas las naciones aledañas.

—Que los dioses del Olimpo protejan a mi padre en caso de que ejecute su plan. No soportaría que él, Ranhir de las Marianas, gobernante de Tritonia, hijo del gran Tristán y uno de los tritones más fuertes que ha existido, muera en manos de Atolón —manifestó Lumina. 

—no será así —dijo Joseph —verás que pronto encontrarán otra manera de deshacerse de Atolón de una vez por todas.

Dejando de lado el tema, los Verlander conversaron sobre cómo visualizaban a los gemelos en el futuro. Lumina quería verlos crecer, lo opuesto a Joseph, quien deseaba que todavía no lo hicieran. Pero, el tiempo transcurría y ambos debían prepararse para ver a Christopher y Jocelyn convertirse en jóvenes fuertes y valientes, de sangre guerrera y aventurera, destino del cual, por más que lo intentaran evadir, jamás iban a escapar. 

Esa misma noche, Lumina tuvo un sueño en el que vio a sus hijos pelear contra los maranios. Christopher lideraba al ejército tritón mientras que Jocelyn controlaba a la enorme bestia Cygnus-Lodon para que aquel monstruo abominable devorara sin piedad a sus enemigos. La sirena sintió que el sueño lentamente pasaba a ser una terrible pesadilla, de algún modo, Joseph y Evan habían sido asesinados por Atolón, la familia real fue despojada de toda su riqueza para luego ser expulsados a tierra firme y ser devorados por las arpías de las islas Estrófades. Los habitantes de Tritonia fueron sometidos a la esclavitud y Atolón junto a su esposa e hijo se apoderaron de aquel reino dejándolo a oscuras y en ruinas.




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