Crónicas de una sirena enamorada 3

Leyniker y Amaranta viajan a Brisbane

Pasada una semana, Amaranta y su esposo Leyniker llegaron a tierra firme junto a su hijo Poseidón. La familia real se encontró con los demás miembros en la zona solitaria de la playa para poder entrenar sin complicaciones ni distracciones. Así horas y horas diarias le tomaron a este grupo de valientes guerreros para mejorar cada día. No se trataba de cualquier enemigo, no se trataba de un simple torneo, no se trataba de un juego, aquel motivo tenía nombre propio: Atolón. 

—¿Qué pretende ese abyecto esta vez? ¿No es suficiente para él todas las derrotas acumuladas durante los últimos años en su intento por desestabilizar la paz en nuestro pueblo? —preguntó Stara.

—Todos sabemos que Atolón es igual de pertinaz que su padre —comentó Amaranta —aunque a mi parecer es el doble de obstinado, por lo menos Maher desistió de su idea de destruir, pero Atolón aún no se ha dado por vencido. 

En ese entonces llegó Evan acompañado de su esposa Gema y su hija Pandora. La joven se armó de valor y convenció a sus padres de regresar a Tritonia para enfrentar a su tío. Pandora sentía la necesidad de encararlo a pesar del temor que sentía hacia él o hacia su primo. La presencia de los Kratt sorprendió a los miembros de la familia real, quienes muy anonadados no eran capaces de pronunciar una sola palabra ante la llegada de Evan y los suyos. 

—Evan ¿También vas a entrenar? —preguntó Lumina. 

—Si alguien va a enfrentar a Atolón, seré yo —contestó muy seguro de sí mismo —necesito ver su verdadero yo y saber si es capaz de lastimarme realmente. 

Raynor y Perla se miraron, luego la arpía pronunció —¿Y si realmente Atolón llega a lastimarte? 

—¡Madre! —intervino Olivia —no tiene por qué ser así. Si antes el rey Atolón buscaba al señor Kratt para llevarlo al palacio de Marania, no creo que ahora quiera hacerle daño. 

—No tienes idea de lo perverso que puede llegar a ser ese sujeto —manifestó Poseidón. 

—¡Bien! Basta de charla y a lo que vinimos —Leyniker interrumpió la conversación y tomó sus cosas —no hay tiempo que perder. 

Los jóvenes siguieron al soldado mientras sus padres, a paso lento, los veían con asombro y a su vez con miedo. La incertidumbre dominaba sobremanera el lugar y es que el solo hecho de hablar de Atolón, era más que suficiente para tiritar de pavor. Quienes anteriormente enfrentaron a Atolón sabían de lo que era capaz, pero no tenían conocimiento de lo que sus hijos podían llegar a hacer con tal de defender Tritonia y lograr que los maranios dejaran en paz a la gran nación del pacífico. 

Los descendientes que en ese momento caminaban detrás del soldado Leyniker eran jóvenes bastante fuertes y valientes, que a pesar de jamás haber participado en una pelea entre reinos grandes, tenían ese espíritu guerrero de cualquier tritón de sangre pura. 

Olivia y Pandora, las nietas de Stara, eran igual a su abuela. Las jóvenes de apariencia tierna y delicada eran capaces de blandir las espadas que Leyniker había llevado a tierra firme para su entrenamiento. Las chicas tenían conocimiento al respecto gracias a Stara, quien les enseñó desde pequeñas a manipular este tipo de armas, en caso de que el pueblo de Tritonia se viera involucrado en problemas con sus enemigos. 

Por otro lado, los gemelos Christopher y Jocelyn no sabían mucho al respecto. Pero  todas esas espadas y a sus primas manipular dicho armamento, causaron curiosidad y despertaron el deseo de aprender de estos dos intrépidos hermanos, especialmente a Christopher, que comenzaba a sentirse atraído por las dagas y la pelea. 

Joseph y Evan también entrenaban con Leyniker mientras que sus esposas los veían. A pesar de haberse enfrentado a Atolón hace muchos años, ambos sentían miedo, pero en el fondo estaban cansados de las molestias causadas por el perverso rey. Por momentos, Joseph y Evan se preguntaban cuál era el verdadero motivo para causar estragos en Tritonia si en realidad su objetivo no era apoderarse del reino del Pacífico. 

Esa pregunta se la hacía todo aquel que sabía de la existencia de estas místicas naciones, para los tritones y para los habitantes de los reinos vecinos, era un misterio. Atolón y su padre alguna vez intentaron obligar a Ranhir a entregar a Lumina como esposa del entonces príncipe, tiempo después, el ruín heredero al trono maranio secuestró a Joseph para acabar con su vida y hacer sufrir a la sirena como venganza por su rechazo y, cuando supo del paradero de su hermano, causó muchos problemas a Tritonia en su afán por llevarlo con él pese a que se rehusaba a vivir en el fondo del mar. 

Atolón nunca se daba por vencido aun cuando perdía contra sus adversarios, y ahora que es el rey, abusa de su poder para llevar a cabo sus planes sin importar que su padre ha intentado en diversas ocasiones convencerlo de que desista. Pero, a él solamente le importaba causar estragos y ver morir a inocentes, eso le causaba placer. 

Mientras tanto en el palacio de Marania, Maher y su nieto, el joven Adón, conversaban a escondidas de Atolón como de costumbre. El padre del rey, quien estaba cada vez más enfermo, estaba arrepentido de todo el mal que hizo y quería guiar a su nieto por un camino diferente al de su padre. 

Adón escuchaba atentamente a Maher, pero sentía confusión pues en ocasiones creía que su padre tenía la razón. Avarinia y Atolón sembraban odio en el corazón de su hijo para que éste siguiera masacrando a los demás pueblos, especialmente a Tritonia como sus ancestros los habían hecho desde la antigüedad. 




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