Crónicas de una sirena enamorada 3

Tritonia al borde del colapso

El malvado rey maranio Atolón se preparaba para masacrar a su pueblo vecino como de costumbre. El ruín gobernante estaba furioso sobremanera y quería descargar su ira. Atolón solo pensaba en causar estragos y enseñarle a su hijo una lección de maldad. 

Adón por su parte, se encontraba al lado de su progenitor mirando a todas direcciones. Observaba con detenimiento el vasto ejército maranio que estaba preparado para atacar en cuanto su rey diera la orden. 

—¡Mira hacia adelante, Adón! —exclamó el rey mientras controlaba al temible Iryatum —estás a punto de presenciar la mayor masacre que tu padre haya podido causar en nombre de Marán, tu bisabuelo, quien desde el más allá nos ayudará a cumplir uno de sus más grandes deseos, destruir Tritonia. 

—¿Piensas apoderarte del trono de Ranhir? 

—Esta vez lo lograré. —luego levantó su espada y habló con firmeza —¡Soldados! ¡Ataquen!

Las tropas maranias soltaron un fuerte alarido mientras avanzaban en dirección al palacio de Thaón, su primer objetivo. En aquel lugar, los soldados tritones se enfrentaron a los maranio en una intensa lucha por proteger a sus gobernantes quienes se encontraban al interior del palacio. 

Al percatarse de la presencia de soldados maranios, Traimor llevó a Lira y a Rinah en busca del pasadizo secreto en la parte trasera del palacio para resguardarlas. Las sirenas lloraban de pavor pues, presentían que el fin del pueblo de Tritonia se aproximaba. 

Tirando de cada una por un brazo, Traimor encerró a su madre y a su esposa en un calabozo —¡Permanezcan aquí! —ordenó —estarán a salvo. 

Traimor nadó de regreso al gran salón en donde su padre se preparaba para pelear. El príncipe y soldado, tomó su armamento y juntos salieron junto a los guardias que custodiaban el palacio para ayudar a sus súbditos a proteger el lugar. 

Mientras tanto en Tritonia del Norte, Ranhir también se preparaba para pelear a pesar de su estado de salud. El rey tritón era capaz de morir por defender y proteger a su pueblo, especialmente de las malas intenciones del perverso rey Atolón. 

—¡Andrómeda! ¡Ve a la cueva de los cantos y despierta a Cygnus-Lodon! —ordenó Ranhir mientras lentamente nadaba en dirección a la puerta del palacio. 

Andrómeda le dio un beso a su esposo y nadó velozmente a dicha cueva para despertar al enorme monstruo guardián. La reina de Tritonia del Norte intentaba comunicarse con Lira, pero esta no respondía debido a que no se atrevía a salir de su escondite. 

—¡Maldición, Lira! —decía Andrómeda en su desespero por no recibir respuesta de su homóloga —¡Responde! 

Lira veía el brillo de su collar, pese a que Rinah le decía que lo tocara para saber qué estaba pasando, la reina de Tritonia del Sur no se atrevía a hacerlo. La sirena no estaba confiada de quien intentaba comunicarse era realmente Andrómeda y no alguien con su collar. 

—Eso no puede ser posible —dijo Rinah —intentelo, si alguien más tiene el collar de la reina Andrómeda en su poder, le avisaremos a quienes están en tierra firme.

Lira pensó en que Rinah tenía razón, así que optó por responderle a Andrómeda. Ambas reinas sabían que esta vez el pueblo de Tritonia no saldría victorioso ante el ejército maranio, pero no se iban a rendir tan fácil. 

Andrómeda al saber que no contaría con la ayuda de Lira, pensó que debía controlar por sí sola a la enorme bestia que reposaba en el rincón más recóndito y oscuro de la cueva de los cantos. Para evitar el paso de intrusos, a pesar de que los vecinos de la fosa de Puerto Rico no recordaban la existencia de tan valiosa cueva debido a la maldición del rey Tristán, la sirena lanzó un hechizo de protección pues, los maranios no debían tener acceso al lugar. 

Esforzándose sobremanera la reina Andrómeda logró despertar a Cygnus-Lodon de su profundo sueño —¡Anda mi fiel guardián! ¡Anda a proteger a nuestro pueblo! Devora a nuestros enemigos y cuida a los habitantes de nuestra hermosa nación. 

Cygnus-Lodon se inclinó para reverenciar a Andrómeda y esta a su vez subió al lomo de la enorme bestia. El monstruo gruñó tan fuerte que hizo temblar la cueva y en la parte exterior, a varios metros sobre el remoto lugar, los soldados maranios sintieron temor al no saber qué había causado aquel sonido espantoso. 

Sobre la bestia, Andrómeda lo guiaba y controlaba hasta poder salir de la cueva de los cantos. Los fuertes pasos del enorme monstruo asustaban a los enemigos del pueblo tritón, pero a pesar de ello, no huyeron y continuaron atacando a los tritones sin piedad no importandoles edad. 

Mientras la reina seguía controlando a la bestia, Ranhir peleaba con la poca fuerza que tenía. Su estado de salud era cada vez más débil y eso era algo de lo que Atolón tomaría ventaja en un futuro no muy lejano. Solo era cuestión de enfrentarse cara a cara. No cabe duda de que Ranhir era consciente de que su muerte estaba asegurada ese día, pero eso no le importaba porque iba a morir como el guerrero que era y que su alma pronto estaría junto a la de su padre, el rey Tristán. 

En el palacio de Kermadec la pelea seguía, Atolón y su hijo siguieron nadando hasta llegar al palacio de las Marianas. Allí sorprendieron a Ranhir, que en ese momento tenía a un soldado maranio por el cuello y al ver a Atolón, degolló al joven a pesar que le suplicaba por su vida. En ese instante, Ranhir volteó  hacia su adversario con una mirada más fría que de costumbre. El rey de Tritonia no dejaba de fulminar a su malvado homólogo maranio con la mirada, como si le intentara decir que disfrutaba asesinar a sus soldados. 




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