Crónicas de una sirena enamorada 3

Carne humana

Eudora le contaba a Evan y Joseph todo el caos que causó Coral hace mucho tiempo, cuando sorpresivamente, una de las sirenas que hacía guardia ingresó para darle aviso a la gobernadora de que las reinas Lira y Andrómeda estaban en la isla y necesitaban hablar con ella. 

—¡Déjalas pasar! —demandó Eudora. 

La gobernadora de Nueva Parténope sorprendió al ver que las reinas de Livartova y Mihasya estaban presentes en el salón. Más atrás estaba Lumina, quien no se veía muy tranquila ante la visita de las sirenas. 

Al percatarse de la expresión despavorida de su esposa, Joseph caminó hasta ella y abrazándola preguntó —¿Pasa algo malo? ¿Quiénes son? 

—Son las reinas Naiad y Salacia de los pueblos de Livartova y Mihasya. Ambas naciones son aliadas de Tritonia —respondió la sirena —pero no es común que abandonen sus pueblos y menos para pisar tierra firme. 

—¿Quiere decir que ellas conocen el hechizo de cambio de forma?

—Ellas lo hacen sin necesidad de hechizos. 

En ese momento, las miradas de Joseph y Evan se encontraron. Atónitos, ambos se hicieron señas para alejarse del resto y poder conversar tranquilamente. Los hombres caminaron hasta la parte exterior del palacio, pues no querían quedar como maleducados ante los demás. 

—¿Escuchaste eso? Cambian de forma sin necesidad de hechizo —comentó Joseph mientras observaba el paisaje—tiene sentido, ya que tu hermano lo hace. 

—Tal vez tengamos cierta conexión con esos reinos y por eso la habilidad de cambiar de forma sin ayuda de magia —respondió Evan —tal vez no seamos maranios puros. Ya se que evidentemente no lo somos por mi madre, a lo que me refiero es al hecho de que tal vez mi padre comparte genes con alguien nativo de esos reinos. 

—¿Por qué no le preguntas a Eudora? Quizá ella sepa algo al respecto. 

Joseph no continuó hablando al ver que Lumina se acercaba. Por la expresión de la sirena, algo no andaba bien. Lumina se veía preocupada, pues Tritonia se veía nuevamente amenazada, razón por la cual, las gobernantes viajaron a la isla. 

—Poseemos problemas nuevamente —manifestó la sirena sin poder ocultar su enorme preocupación. —Encontraron a varios tritones muertos en   la frontera con las Cariacas, en estado deplorable e imposible de ver. Varios órganos fueron extraídos, además, varios cariacos y maranios fueron cruelmente asesinados. 

—¿Es Atolón el responsable? —cuestionó Evan avergonzado. 

—Me temo que esta vez tu hermano está libre de toda culpa —intervino Naiad —la responsable de esto es Coral. Ella consume carne de otros seres de su especie. Lo sabemos por el patrón de las heridas halladas en los cuerpos. —suspiró —sin mencionar que también había restos humanos. 

—¡Madre de Dios! —exclamó Joseph ante lo que dijo la reina Naiad. 

—Se bien que tú pasaste un mal momento junto a tus compañeros hace años por causa de Coral, por lo que te sugiero que regreses a tu país y permanezcas allí. Los tritones y los demás reinos vamos a solucionar esto. —comentó Andrómeda mientras se acercaba —Lumina, te pido que regreses a casa junto a tu familia mañana a primera hora. 

—Así será, madre. 

La tarde transcurrió y lentamente se acercaba la noche. Lumina y Joseph se encontraban al interior de una de las habitaciones de huéspedes, el marinero no soportaba ver a su amada de esa manera; preocupada, como si su vida estuviese a punto de acabar y ella fuese consciente de ello. 

Joseph se acercó a Lumina, se inclinó un poco y llevó su mano hasta el mentón de la sirena como si levantara el rostro de la mujer para mirarla  fijamente a los ojos. Con una sonrisa más tierna que de costumbre, Joseph intentó calmar a su esposa diciendo que las cosas pronto iban a cambiar. 

—Mañana a primera hora regresaremos a Australia, estaremos a salvo en casa. 

—¿No comprendes, Joseph? —cuestionó Lumina preocupándose aún más — si Coral llegase a aliarse con Atolón, las cosas empeorarían para nosotros.

A lo que Joseph contestó —nada de eso pasará, cielo. Solo trata de ser optimista. 

—Es imposible ser optimista en una situación así. Esa maldita sirena es capaz de lo peor, ya escuchaste lo que hallaron recientemente —comentó Lumina mientras se ponía de pie, y dando algunos pasos hasta el balcón para observar el cielo nocturno, dijo —Coral ha regresado, y con la ausencia de mi padre será dificil derrotarla.

Joseph se acercó a Lumina y le dio un abrazo —¿Cuando Tritonia se ha dado por vencida? Dime —expresó el marinero, acto seguido le dio un beso a la sirena. 

Mientras la Luna reposaba en la bóveda celeste con su intenso brillo, bajo el océano, la guardia de Tritonia patrullaba las aguas atentos ante cualquier movimiento extraño. Sabían que Coral merodeaba el lugar, por lo que, bajo órdenes de la reina Andrómeda, liberaron a Cygnus-Lodon en caso de ser atacados. 

La noticia del regreso de Coral generó pánico masivo entre los habitantes de todas las naciones submarinas, por lo que el rey del Tánzur decidió convocar a sus homólogos a una cumbre en su palacio. 

Para ello, envió a la gran parte de sus soldados con el fin de brindar protección a los gobernantes. El primero en llegar al reino fue Macelon, rey de la nación de las Cariacas, quien fue escoltado por su ejército. 




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