Crónicas de una sirena enamorada 3

El misterioso Jaccu

 

Dos días después de la cumbre del Tánzur, Eudora regresó a Nueva Parténope. Más tarde, Evan y su esposa regresaron a Brisbane. Pero, la joven Pandora no viajó con ellos, ya que quería pasar más tiempo con su abuela. 

Evan y Gema nadaron velozmente hasta Australia,  al llegar a la orilla, cambiaron de forma y caminaron con ligereza hasta la casa de Stara para tener noticias de Tritonia. Perla y Olivia estaban sentadas en la terraza como de costumbre, mientras que Stara y su esposo regresaban de la plaza con algunas cosas. 

En ese momento, el collar de Evan comenzó a brillar. Joseph trataba de comunicarse con él para saber si había regresado a la ciudad o si aún permanecía en la isla. Evan dijo que estaría en casa de su amigo un rato, quería aprovechar la visita para obtener noticias de lo que estaba pasando bajo el océano en ese momento. 

El maranio caminó hasta la casa de Joseph, pero a medio camino se encontró con una pequeña caja abandonada en la orilla del mar. 

—¡Santo cielo! ¿Por qué dejan su maldita basura aquí? ¿No tienen conciencia ambiental? —expresó muy molesto tomando la caja con intención de tirarla en el bote de la basura que estaba del otro lado de la calle, pero cuando levantó el brazo para arrojar la caja en el enorme contenedor, el tierno maullido de un gato proveniente del interior de aquella caja, llamó la atención del hombre —¿Pero que demonios? —Evan estaba consternado al abrir la caja —¡Oh, no! ¿Quién fue el desalmado en abandonarte de esa manera, pequeño amigo? —dijo mientras sacaba al animalito de la caja. 

El gato maullaba repetidamente, estaba asustado y hambriento, buscaba refugio en los brazos de Evan —No te preocupes, yo cuidaré de ti a partir de hoy. —Evan tiró la caja en el bote y siguió caminando a casa de Joseph con el gato entre sus brazos. A pocos metros de la casa de Joseph, Evan pudo divisar a su amigo salir del lugar en dirección a la playa —¡Verlander! —gritó llamando la atención del marinero. 

Joseph volteó la mirada al escuchar la voz de Evan y desde la distancia levantó su mano para saludarlo. Evan corrió para ahorrar tiempo, se acercó a su amigo y le mostró al pequeño animal. 

—¿Dónde lo encontraste? —preguntó Joseph mientras tomaba al gato para acariciarlo —Aparenta tener tan solo unos días de nacido. 

—Lo encontré a la orilla del mar dentro de una caja, parece ser que lo dejaron allí con la intención de que las olas lo arrastraran hacia el mar abierto —dijo Evan y luego de una pausa, preguntó —Joseph ¿has sabido algo sobre Tritonia y esa sirena llamada Coral? 

—Creí que venías a dar alguna noticia al respecto —comentó Joseph —Lumina, los chicos y yo hemos permanecido en casa para estar seguros. Sugiero que tú y los demás hagan lo mismo, ella es cambia formas, o eso escuché. 

Evan miró al horizonte pensando en el posible futuro que le esperaba en caso de que Coral y Atolón se unieran para declararle la guerra a sus enemigos, especialmente Tritonia. —¿Qué crees que pase si ella y mi hermano ganan esta pelea? Porque si tan solo Atolón es un dolor de cabeza para reinos enteros por su nivel de maldad, ahora imagínatelo junto a Coral declarándole la guerra a los demás. 

—¡Shh! 

—¿Qué? Es solo una hipótesis —comentó Evan pensando que Joseph lo había mandado a callar por lo que dijo. 

—No es eso. Algo se mueve bajo el agua —advirtió Joseph mientras le entregaba el gato a su amigo —Evan, aléjate de la orilla —decía mientras comenzaba a retroceder. 

Evan también dio unos pasos alejándose de la orilla, pero siempre atento a lo que pudiese salir de allí. Aquel extraño hizo que el gato se comportara algo inquieto, el animal saltó de los brazos de su nuevo dueño y caminó hasta la orilla. El pequeño felino observaba detenidamente el agua, pero se mostraba tranquilo. De pronto, lo que allí se encontraba salió del agua, para sorpresa de Verlander y Kratt, era el príncipe Adón. 

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Evan —¿No sabes que si tu padre se entera te va a hacer puré?

A lo que el príncipe respondió —Tío, no sé qué es eso, pero he venido por ayuda. Mis padres están en peligro. —luego llevó su mirada hacia Joseph —señor Verlander, le suplico que me ayude. 

—No puedo hacer nada al respecto, soy solo un humano. Lo siento —expresó el marinero tajantemente. 

Joseph en ese momento no era capaz de razonar que Adón no es culpable de las fechorías de su despiadado padre. Al ver al príncipe, era como ver a Atolón. Un joven monarca a quien la maldad le corría por las venas. —Ruégale a los tritones, no a mí. —habló firmemente y se alejó. 

Evan miraba a su sobrino con desconfianza —¿A qué has venido y como es eso de que tus padres corren peligro?

—Regresamos al palacio luego de la cumbre y Coral nos sorprendió. Tiene a mi madre como rehén, yo escapé en cuanto vi la oportunidad. —comentó Adón —por favor, tío.

Evan interrumpió al príncipe diciendo —lamento escuchar eso, pero no es conmigo con quien debes hablar —señaló en dirección a casa de los Verlander —allá vive Lumina y sus hijos —luego señaló en dirección a casa de la sirena de cola blanca —y hacia allá vive la gran Stara. 

—¿Me acompañas? —demandó Adón mientras suplicaba con la mirada no le negaran la ayuda. 




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