Crónicas de una sirena enamorada 3

La tregua

Los maranios volvieron a salir de sus hogares y ayudaron a los soldados a restaurar el reino. Finalmente, los habitantes de las fosas de Puerto Rico y todas las naciones submarinas vivirían en paz, la amenaza había sido capturada. 

Asomado por el balcón de su habitación, Atolón pensaba en el noble gesto de Lumina y su familia a pesar de todo el daño que él les causó. Así que, planeó visitar Tritonia para hablar con sus gobernantes con el propósito de hacer un pacto con ellos. 

El rey maranio tenía pensado hacer una tregua con Tritonia, pues consideró que su padre tenía razón. Ya no había motivo para seguir atacando a la gran nación del Pacífico, por lo tanto, la idea de la tregua era lo menos que él podía hacer por Tritonia como señal de agradecimiento. 

El gesto de los tritones fue tan noble que incluso llegaron a conmover a la reina Avarinia pese al odio que esta sentía por las hijas de Ranhir, y esa actitud pacífica de ambos reyes era algo que hacía feliz al príncipe Adón. 

Atolón y Avarinia se acercaron a la habitación de su hijo para avisarle que debía prepararse para el viaje a Tritonia. Adón sabía lo que planeaba su padre, y con mucho gozo rebozando de su cuerpo, nadó para abrazarlo fuertemente y decirle que estaba muy satisfecho con su decisión. 

Mientras los gobernantes se disponían a viajar, en Tritonia se preparaban para un evento importante en la vida de Amaranta: Andrómeda decidió ceder el trono a su hija. La reina se sentía cansada, por lo tanto, su segunda hija tal y como se había acordado mucho antes de la muerte de Ranhir. 

Lumina y sus familiares se quedaron en Tritonia para presenciar la coronación de Amaranta. Por nada del mundo la sirena se iba a perder de dicho evento. Horas más tarde, la ceremonia había concluido. Tritonia entera celebraba tranquilamente por la coronación de la nueva reina. 

En medio de la celebración, los soldados se alarmaron ante la presencia de Atolón quien estaba escoltado por otros soldados tritones. Los habitantes de la gran nación del pacífico dejaron de danzar al ver que el enemigo estaba en su extensión. 

—¿A qué has venido, Atolón? —preguntó Andrómeda molesta —no eres bienvenido. ¿Acaso pretendes atacarnos nuevamente? 

A lo que Atolón respondió —no he venido a atacar a nadie, vengo a pedir perdón por mis atroces actos y a hacer una tregua. No soy capaz de atacar a quienes sin importar el daño que en incontables ocasiones causé, me ayudaron a salvar a mi pueblo. 

—Lo hicimos por tu hijo —intervino Lumina. 

—Cual sea la causa, quiero agradecer su ayuda y prometerles no volverlos a molestar. 

En eso intervino Amaranta —dejen que hable.

—Delante de todos los habitantes de esta nación, pido perdón de corazón por todo el mal que causé y por las vidas que arrebaté. Viví cegado y consumido por el odio durante toda mi vida, planeando liquidar a quienes creí me arrebataron tantas cosas y seres que tanto amo a pesar de todo; mi madre, mi hermano y mis deseos de ser feliz. —miró a su hijo y pronunció —ignorando que mi verdadera felicidad aún no había nacido —llevó su mirada a Evan —o al menos parte de ella. —suspiró —Lumina, intenté poseerte aun cuando tu corazón pertenecía a alguien más, alguien a quien intenté acabar sin tener la culpa. 

En ese momento Joseph miraba a Atolón fijamente a los ojos y pudo constatar que el rey estaba siendo sincero. 

Atolón siguió hablando —Pido perdón a mi hermano y mi madre  por los traumas que les causé por mi maldito egoísmo. Solo pensé en mí ignorando que en realidad ya no pertenecen al océano. También pido perdón a la familia real por haberlos despojado de Ranhir y Thaón.

—Si te hace sentir mejor, tú asesinaste a tu padre —habló Amaranta —así que estamos a mano en esa parte. 

Atolón inclinó su cabeza en señal de vergüenza y lentamente se inclinó junto a Avarinia y Adón. Amaranta, al ver el acto de los reyes maranios pronunció —El principal culpable fue tu padre quien sembró todo ese odio en tí. 

—Y estoy dispuesto a pagar por ello —manifestó Atolón. 

—Tu hijo sentía admiración por Ranhir ¿Sabías eso? —manifestó Andrómeda. 

—No estaba enterado. —Atolón se levantó —es todo, no hay más que decir.

En ese momento Eudora se acercó a Atolón y lo abrazó fuertemente, provocando el llanto de su hijo. Evan, lentamente se acercó y también le dio un abrazo a su hermano mayor, tenía la esperanza de que podía cambiar. 

En medio del llanto el rey maranio repetía y repetía —juro por los dioses del olimpo no causarles más daño. 

Adón y Pandora miraban aquella emotiva escena, sabían que poco a poco serían una familia unida. Por primera vez en muchos años Tritonia y Marania estarían en paz, pues Amaranta dio por bien recibido el pacto con Atolón. 

Ambos reyes acordaron no atacar al otro si ese otro no atacaba primero. Por supuesto que Atolón no lo haría, pues sabía que siempre perdía sus peleas contra Tritonia, mientras que estos solo atacaban cuando los provocaban. 

Días después de la ceremonia, los Verlander y sus acompañantes regresaron a tierra firme, en donde fueron recibidos con un enorme banquete. William y Nina prepararon mucha comida para celebrar el retorno de sus familiares. 




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