Al tratarse de los abuelos de Jocelyn, el príncipe Adón propuso a su padre ayudar a los tritones a pelear contra las arpías como venganza por lo que le hicieron a los señores Verlander. Atolón no estaba muy convencido de participar en dicho enfrentamiento, sabiendo que su ejército era débil y no podría ganarle a las emplumadas. En el fondo de su ser, el rey mariano tenía miedo de que su pueblo se viera masacrado por una causa ajena. Recordaba que ni siquiera pudieron ganarle a los tritones en el pasado, por lo tanto menos podrían ganarle a las arpías teniendo estas una enorme ventaja en comparación a las naciones submarinas: alas.
Incluso Avarinia sabía que era necesario acabar con las arpías de una vez. La sirena cariaca apoyó a su hijo, pues sentía rencor hacia las emplumadas por todo el daño que le hicieron a su pueblo natal mucho tiempo atrás. Luego de un largo discurso intentando convencer a Atolón de ayudar a Tritonia a pelear en contra de las Estrófades, el rey mariano accedió a aliarse con su vecino del Pacífico.
Luego de una larga conversación con su esposa e hijo, Atolón partió a Tritonia en donde se reunió con los líderes de la gran nación. Allí, los gobernantes de Tritonia y Marania acordaron participar en la lucha para detener a las arpías con tal de defenderse y proteger a quienes habitaban tierra firme. Como Atolón ya había estado en la isla Estrófades, propuso organizar una emboscada para tomarlas desprevenidas y obtener ventaja para poder derrotarlas. Trainor y Leiniker pensaron que era una excelente idea, por lo que no dudaron en aceptar y de una vez planearon el ataque.
Al concluir la reunión, tritones y marianos nadaron a tierra firme en donde se encontraron con los demás en Brisbane. Allí, Joseph y Atolón volvieron a verse cara a cara. Aunque esta vez, no era para enfrentarse entre sí, el ya retirado marinero mercante agradeció a su antiguo enemigo ayudarle a vengar la muerte de sus padres.
—¿Por qué lo haces? —cuestionó Lumina un poco intrigada por saber el motivo.
Atolón se acercó a la sirena quien permanecía al lado de su esposo y dijo —Sé lo que está sintiendo Joseph en este instante, y siento empatía por él pese a que años atrás intenté acabar con su vida. —respiró profundo —además de ayudarle a vengar la muerte de sus padres, quiero combatir contra las arpías para derrotarlas de una vez. No quiero que piensen que hago esto para pedirles algo a cambio en el futuro. Solo que quiero redimir mis errores y tratar de compensar a quienes lastimé en el pasado, entre ellos Joseph.
Lumina sonrió con ternura y miró fijamente a Atolón. La sirena sintió compasión por el rey mariano y le agradeció por estar allí acompañando a Joseph en su amargo momento. Lumina sabía que Adón era el responsable de que su padre ahora fuera alguien diferente.
—¿En dónde está el príncipe Adón? —cuestionó Lumina mientras miraba a todas direcciones buscando al joven mariano.
Atolón miró hacia donde estaba su hijo, y respondió diciendo —está junto a tu hija.
Lumina se encaminó hacia el príncipe para tener una corta charla con él. La sirena quería averiguar un par de cosas, y qué mejor manera de obtener respuestas que hablando directamente con el príncipe de Marania. Así que, al acercarse un poco más al joven Adón, le pidió amablemente hablar con él sobre su padre y por supuesto, acerca de Jocelyn.
Adón no estaba nervioso, pero moría de curiosidad por saber lo que la hija de Ranhir tenía que decirle. Así que, permaneció en silencio y esperó a que Lumina iniciara la conversación. El príncipe la miraba con algo de recelo, respiraba profundo y tragaba en seco pensando que Lumina iba a hablarle respecto a Jocelyn. Por su parte, la sirena solo quería agradecerle por convencer a Atolón de ayudar a Joseph a enfrentar a las arpías.
Luego de que la princesa de Las Marianas le diera las gracias, Adón se sintió aliviado hasta que Lumina nuevamente volvió a dirigirse a él, pero esta vez tratándose de Jocelyn y él. La sirena quería confirmar sus sospechas, por ello, le pidió al príncipe mariano decirle la verdad.
—¿Me promete que no va a enfadarse con ella? —cuestionó Adón, dirigiendo su mirada hacia la joven de cabellera rubia —si va a hacerlo, que sea conmigo y no con ella. Se lo pido en nombre de todos los dioses del Olimpo.
A lo que Lumina respondió —Mi hija no ha hecho nada grave, por lo tanto no tengo motivo alguno para enfadarme con ella. —respiró profundo —Solo quiero escuchar la verdad, y quiero que seas tú quien me la diga. ¿Estás enamorado de mi hija?
—Miento si lo niego —manifestó el príncipe —Amo la ternura de Jocelyn, me impresiona su valentía y admiro su belleza. —dirigió su mirada nuevamente hacia Lumina —la respeto y no quiero que se sienta incómoda conmigo, ni mucho menos tengo la intención de causarle problemas a tan bella ninfa.
—¡Qué curioso! —exclamó Lumina, mientras fruncía el ceño de manera graciosa —tu padre solía llamarme así hace mucho tiempo.
Adón inclinó la mirada sintiendo algo de vergüenza ante Lumina. Cuando la sirena se alejó para hablar con los demás, el príncipe mariano pensó en que no era el momento adecuado para sentirse de tal modo, pues estaban por enfrentar a las arpías y lo mejor era concentrarse en la pelea que se avecinaba.
El hijo de Atolón se mezcló con el resto del grupo y escuchó atentamente cada palabra de quienes allí estaban reunidos planeando la emboscada. Solo tenía una cosa en mente; vengar la muerte de los abuelos de la joven que tanto adoraba.