Sigilosamente, tritones y marianos emprendieron su curso hacia la isla de Estrófades. Por momentos, Perla, la arpía rebelde, sentía nostalgia por el retorno a su tierra. A pesar de ese sentimiento, la mujer fue mucho más fuerte que antes y se concentró en su objetivo. Ella no quería retomar la precaria vida que alguna vez padeció, pero en algunas ocasiones, deseaba convencer a sus compañeras a renunciar a su juramento de lealtad hacía Ambra e iniciar una nueva vida.
Durante el viaje a su isla natal, Perla no dejaba de llorar. Sentía miedo de Ambra, de su furia y su poder. Aunque había algo que la aterraba todavía más; perder la vida o ver a sus amigos fallecer ante las manos de su antigua líder y ahora adversaria.
Antes de llegar a la isla de las Estrófades, los tritones llegaron a Nueva parténope en donde tomaron un descanso y se reunieron con los habitantes de tierra firme para perfeccionar su plan. Sin pensarlo, los tritones de la isla aceptaron unirse al grupo a pesar de la presencia de Atolón y su familia. Sabían que no era momento de rencores cuando había un enemigo más peligroso que tenía unidos a dos poderosos reinos.
Allí, Lumina y Eudora conversaron sobre el asesinato de los señores Verlander. La sirena se sentía muy triste por su esposo. No soportaba verlo en semejante estado de depresión por haber perdido a sus padres de semejante forma, en especial a manos de una arpía. Por supuesto que Eudora comprendía el dolor de Lumina y Joseph, y sentía mucho enojo por la acción de Ambra, la cual denominó como cobarde al despojar a dos ancianos humanos e indefensos de su vida.
—Ellos no tenían nada que ver en esto —comentó Eudora — ¿Por qué asesinarlos? ¿Qué ganaría Ambra con matar a los padres de Joseph?
—No tengo idea, pero vamos a averiguarlo. —respondió Lumina —Ambra debe muchas explicaciones y debe pagar por sus actos.
En eso intervino Atolón diciendo —Y alguna vez me llamó cobarde por secuestrar al marinero humano. Me temo que Ambra fue más cobarde que yo, por lo menos no asesiné a Joseph pese a sentir el deseo en aquel entonces.
—No estás ayudando en nada, rey Atolón. —manifestó Lumina un tanto molesta.
—Lo siento, no es mi intención molestar. —se disculpó el maranio —Pero deseo que Ambra pague cada ofensa en mi contra.
—Fuiste su aliado para secuestrar a Evan, ¿Por qué no aprovechaste la oportunidad para liquidarla en ese momento? —cuestionó Lumina.
A lo que Atolón respondió con una sonrisa pícara —no contaba con un poderoso ejército, bella ninfa.
El rey mariano abandonó el salón y se dirigió hasta la costa en donde estaban los demás haciendo compañía a Joseph. De algún modo, el rey pelirrojo sentía algo de lástima por el humano, así que se acercó hasta él y permaneció a su izquierda observando las olas.
Evan se percató de la actitud de su hermano mayor, lo cual lo hizo alegrarse un poco por Atolón. «¿será que finalmente recapacitó y piensa redimirse de sus crueles actos?», pensó mientras sonreía con ternura.
—¡Evan! ¡Ven aquí! —demandó Atolón al verlo sonriendo a la distancia.
Evan obedeció al llamado de su hermano mayor y se acercó, ubicándose al costado derecho de Joseph. Los tres siguieron observando el vasto océano en completo silencio mientras esperaban a los demás y así continuar con su viaje a las islas Estrófades.
Mientras Joseph, su mejor amigo y su antiguo rival esperaban por los tritones a orilla del mar, los soldados y los jóvenes de la familia real se preparaban para abandonar la isla en pocos minutos.
Todos estaban cansados de las arpías y acordaron que ya era hora de ponerles un alto a las emplumadas. Luego de prepararse, los navegantes se sumergieron rumbo a las Estrófades. Nadaron de la manera más sigilosa posible, pues la idea de una emboscada seguía en pie, pues era una gran ventaja para ellos ante sus enemigas voladoras.
A pocos metros de la costa de las Estrófades, Lumina y su hermana dieron la orden de detenerse e inspeccionar el perímetro. Había varias arpías centinelas, entre ellas dos se encontraban en las alturas haciendo guardia en el lugar. Con mucha presteza, los tritones permanecieron inmóviles bajo las aguas esperando por la señal de sus gobernantes para dar inicio al ataque.
Justo cuando Amaranta iba a dar la señal, Atolón intervino intempestivamente al percatarse de que una de las arpías llevaba entre sus enormes garras a un joven humano.
Varios tritones intentaban ver de quién se trataba, hasta que finalmente, el príncipe Poseidón pudo percatarse de que se trataba de nada más y nada menos que de Tyler, sobrino de Jospeph. El príncipe alertó a los demás, pues sabía que todo aquello se trataba de un plan de Ambra para declararle la guerra a Tritonia por medio de los Verlander, aunque estos no tenían nada que ver.
—¿Por qué secuestrar a un humano si él no tiene relación alguna con los pueblos que aquí se encuentran a punto de enfrentarse? —cuestionó Atolón, mientras los demás lo miraban con obviedad. —Si, ya sé que secuestré a un humano hace ya mucho tiempo. Pero, era muy diferente. En ese entonces tan solo era un inmaduro caprichoso lleno de rencor y maldad.
—Dejen las memorias para después —habló Tristán —la vida de Tyler corre peligro mientras nosotros permanecemos aquí. Tenemos que actuar rápido si queremos retornar a Australia con el humano vivo.