Horas después de una larga conversación intentando llegar a un acuerdo, Joseph y su amigo partieron de casa de Stara de vuelta a su vecindario. Ambos se separaron, pues Evan quería permanecer un rato en la playa y Joseph quería pasar la tarde junto a sus hijos viendo películas.
El pelirrojo se quedó sentado en la arena contemplando el horizonte mientras daba suaves caricias al gato, el cual ya estaba mucho mejor de aquel fuerte golpe. De un momento a otro, el felino comenzó a comportarse un poco extraño, lo cual preocupó a Evan.
—¿Qué rayos te ocurre? —balbuceó Evan un tanto confundido mientras que miraba hacia el mar o al cielo esperando ver algo extraño. —No hay nada, Jaccu.
Nuevamente, Evan apunta su mirada al cielo en dirección al norte, en donde pudo divisar a una arpía volando velozmente hacia la costa. Eran más o menos las seis y treinta de la tarde y el Sol comenzaba a descender causando un bello arrebol en el cielo.
—¡Maldita sea! —exclamó Evan y se levantó con ligereza abrazando al gato con fuerza.
En su intento por huir, el pelirrojo fue alcanzado por la arpía, quien le dijo que no tuviera miedo, pues había llegado en son de paz.
—No vengo a causar problemas, príncipe Evan. —habló la arpía —Soy Criseida, y estoy aquí pidiendo ayuda para mi pueblo.
—¿Ayuda, dices? ¿Después de todas las desgracias que le causaron al pueblo de Tritonia y a los padres de Joseph? —cuestionó el oceanógrafo con furia —¡Vaya doble moral la de ustedes!
—Por favor, se lo ruego —suplicó la arpía inclinándose ante el pelirrojo—lléveme con Perla. Necesito hablar con ella. Solo eso le pido, príncipe Evan.
—No soy príncipe y no te arrodilles ante mí —habló el sujeto con desdén —no te llevaré con Perla. No me creas estúpido, sé que Ambra te envió para vengarse de nosotros.
—¡No! —manifestó la arpía —nadie en las Estrófades sabe que estoy aquí, ni siquiera quienes se ocultan conmigo para acabar con la tiranía de Ambra.
—¿A qué te refieres con eso?
A lo que Criseida respondió —Mi pueblo está dividido desde el último conflicto contra Tritonia. Muchas no estuvimos de acuerdo con que los padres del esposo de Lumina fueran asesinados sin razón. Ellos no tenían que ver en esto.
—¡Por supuesto que no! —interrumpió Joseph muy enojado, sorprendiendo a la arpía y asustando a su amigo por su forma de actuar en ese instante—¿Pero alguien pensó en eso antes de asignar cruelmente a mis padres? Eran tan solo un par de ancianos indefensos que querían vivir el resto de sus días en paz.
—Le pido perdón por lo ocurrido con sus padres, y es por ello que estoy aquí.
La conversación entre ambos hombres y la visitante emplumada se iba acalorando por la furia de Joseph. Por suerte para Criseida, Lumina y su hijo iban pasando por el lugar y se encontraron con tal escena.
—¿Qué haces tú aquí? —cuestionó Lumina un tanto molesta por la presencia de la arpía en Brisbane.
A lo que la emplumada respondió —vengo en son de paz. No quiero perturbarlos ni causarles más problemas, pero mi pueblo está dividido y necesitamos de su ayuda para ser libres.
—¿Libres? —intervino Christopher hablando con firmeza —ustedes secuestraron a Evan y luego a mi primo quien nada tiene que ver en este rollo, ¿Y vienes aquí con esa historia tan absurda? ¿Qué quieres que hagamos por tu pueblo luego de las masacres que cometieron en contra de mi familia?
—Si me llevan con Perla les contaré todo. Solo eso les pido que hagan por mí. —suplicó la arpía logrando al fin convencer a los Verlander y a Evan de llevarla con la arpía rebelde.
Mientras tanto, en casa de Stara, la familia real seguía pensando en cómo harían Joseph y Evan para construir aquel artefacto que tanto necesitaban para defenderse. Ignorantes de que los ex marineros iban de regreso a la casa de la sirena de cola blanca, los príncipes y el rey Trainor discutían si Perla o su hija serían capaces de pilotar tal cosa.
La conversación entre los integrantes de la familia real se interrumpió debido a unos golpes en la puerta. Stara se levantó y se percató de que su sobrina y los demás estaban acompañados por una arpía.
—¡Todos ustedes! —alertó —posición de ataque, tenemos visita.
Todos sacaron sus dagas, espadas, sables y cuanto armamento llevaban a su disposición. Stara abrió la puerta y miró a la arpía de forma amenazante. Aquella mirada fría y cortante de la sirena causó temor en la arpía quien en realidad solo deseaba hablarles a los tritones sobre la situación de su pueblo.
Al interior de la casa podía percibirse un ambiente hostil, los tritones a la defensiva y la arpía despavorida generaba un choque de emociones, pero que la confusión era la dominante en aquel lugar.
—¡Aguarden! —exclamó Lumina —creo que estamos exagerando un poco. Solo miren su actitud pacífica. Pienso que deberíamos darle la oportunidad de hablar.
—Confías mucho en ella, esposa mía —manifestó Joseph —a mí no me tiene del todo convencido.
—¡Por favor! Nuevamente suplico que me escuchen —dijo la arpía con pavor ante la amenazante mirada de todos hacia ella. —muchas no estamos de acuerdo con la forma en la que Ambra quiere hacer las cosas y estamos dispuestas a crear una alianza con Tritonia para derrocarla.