Un par de días más tarde, Criseida abrió sus alas y se impulsó tomando vuelo hacia su isla natal. Iba tan rápido que todos en tierra firme la vieron perderse en el horizonte en cuestión de tan solo unos segundos. Era obvio que la arpía llevaba mucha prisa pues tardó mucho tiempo por fuera de las Islas Estrófades.
Criseida volaba tan rápido como podía en su intento por evitar ser vista por alguien o en el peor de los casos, por su líder. El visualizar la isla a lo lejos. la arpía sonreía con dulzura ya que, estaba por darles un mensaje de esperanza a sus compañeras.
La sonrisa de Criseida se fue de repente al sentir un fuerte dolor en su brazo izquierdo y otro en la pierna derecha. La arpía dejó salir un desgarrador alarido a los cuatro vientos al sentir aquel dolor insoportable que lentamente recorría su cuerpo. cuando volteó, pudo darse cuenta de que Ambra la atacaba con flechas intentando asesinarla. Así que, al tercer flechazo, en el costado derecho de Criseida, la mujer de grandes alas blancas cayó en un islote cercano a Nueva Parténope.
Al chocar contra el suelo, Criseida gemía de dolor pues, se había roto una de sus alas. Ambra aterrizó cerca de la rebelde riendo a carcajadas, como si se burlara del sufrimiento de la arpía. Creyéndola muerta, Ambra se elevó por los cielos en dirección a las Estrófades en donde permaneció junto a sus subordinadas planeando atacar nuevamente a los tritones que habitaban en Brisbane, especialmente a los nietos de Ranhir.
«No voy a morir aquí», pensó Criseida mientras se esforzaba por ponerse de pie. Habiendo logrado esto, respiró profundo y gritó con todas sus fuerzas como si intentara dejar salir toda esa ira acumulada. Criseida sentía odio hacia Ambra y deseaba con fervor asesinarla en cuanto regresara a las Estrófades, pero antes debía recuperarse.
En ese momento, la arpía hizo algo que obviamente era riesgoso para su vida. Sabía que estaba en un islote cercano a Nueva Parténope, por lo que, con mucha delicadeza, se sumergió y nadó hasta la extensión territorial de Tritonia.
—Debo darme prisa, no es seguro para mí estar en este lugar. —se hablaba a sí misma, sabiendo que por su ubicación, estaba nadando sobre el reino de Livartova.
Así, nadando sin parar, Criseida logró llegar a la costa de Nueva Parténope pidiendo ayuda. A pesar de su evidente mal estado ante los ojos de los guardias de la isla, estos la escoltaron hasta un calabozo, mismo en el que el padre de Joseph permaneció en cautiverio por casi dos décadas. Los soldados fueron por Eudora, quien en ese momento estaba sentada en el balcón de su habitación contemplando el vasto mar mientras pensaba en sus hijos.
Los soldados llamaron a la puerta de la líder, dando aviso de que habían capturado a una arpía en la costa Norte. Con mucha presteza, Eudora se puso de pie y caminó hasta la puerta en donde miró fìjamente a uno de los soldados a los ojos.
—¡Por los dioses del Olimpo! —exclamó —¿Qué hace una arpía en nuestro territorio?
Eudora no los dejó responder y escoltada por los guardias se dirigió hacía el calabozo. Allì, la gobernadora de Nueva Partènope y encaró a la apía. Criseida ya estaba acostumbrada a la desconfianza y la actitud de recelo de los tritones debido al pasado conflictivo entre ambos reinos.
Con mucha tranquilidad, Criseida le explicó a Eudora lo que pasaba y que ya había estado en Brisbane hablando con algunos miembros de la familia real. Eudora cedió, vió bondad en los ojos de la arpía y aceptó brindarle posada. Antes de moverla de la celda hacia una habitación, le ordenó a los soldados despojarla de todas sus armas. Luego de moverla de lugar y brindarle primeros auxilios, Eudora dió la orden a varios de los soldados ir por Traimor y Amaranta para reunirse con ellos y hablar al respecto.
Mientras los soldados de Nueva Parténope se disponían a viajar a Tritonia, en Brisbane caía lentamente la noche. Lumina y Joseph caminaban por la playa observando la Luna. En ese instante, sin tiempo de reaccionar, fueron secuestrados por Ambra y una de sus secuaces. Ambos fueron llevados a las Estrófades, pues, era obvio que la arpía quería iniciar otra pelea entre ambos reinos.
Lumina estaba muerta de terror, se sentía como cuando era tan solo una joven sirena exploradora. Los nervios la dominaron sobremanera y su cuerpo casi no podía reaccionar. Joseph por su parte, mantenía la calma y abrazaba a su esposa brindándole protección.
Confundidos y sin poder conciliar el sueño, Lumina y Joseph intentaban encontrar la manera de liberarse y salir de la isla. Joseph buscaba la forma de cavar mientras que la sirena intentaba comunicarse con sus familiares por medio del collar.
Con dos miembros de la familia real secuestrados y una fugitiva en territorio tritón, Ambra estaba a punto de toparse con un enfrentamiento que sin lugar a dudas iba a hacer que se arrepintiera.
Al ver que ya las cosas estaban saliéndose de control nuevamente con las arpías, Tritonia puso en marcha su plan de ataque. Esta vez, los gemelos Verlander lideraron al ejército tritón, sumándose a ellos el ejército maranio por petición de Adón. Pues, el príncipe no soportaba ver a Jocelyn sufrir por el secuestro de su madre. Desde ese instante, Jocelyn se dió cuenta de que Adón no solo la veía como una amiga.
Por su parte, los príncipes Tristán y Poseidón estaban enojados ya que deseaban tener listo el artefacto volador antes de su próximo encuentro con las arpías. Sin embargo, Evan logró adelantar el trabajo al enterarse del secuestro de su viejo amigo. A pesar de su esfuerzo, el pelirrojo no consiguió terminarlo, pero decidió volar hasta Nueva Parténope en el mismo sin importarle si la pequeña nave se desarmaba o explotaba a medio camino.