—Ya está por caer la noche, todos a mi señal —advirtió Christopher mientras anclaba su mirada en la vasta bóveda celeste, a la espera de que el sol se ocultara por completo. El arrebol iba desapareciendo y con mucha calma, la luna iba apareciendo en el firmamento nocturno.
—Se asoman las primeras estrellas, es hora de movernos, hermano— comentó Jocelyn.
—Aún no. Tenemos que esperar a que la oscuridad reine en el lugar para que tengamos ventaja. Esas arpías son muy hábiles y no podremos pelear tan fácil.
—¡Christopher! —llamó Pandora mientras se acercaba con presteza —un enorme pelotón se acerca, son de los reinos de Tánzur, Livartova, Salacia y Cariacas.
Todos se miraban entre sí, sorprendidos ante el aviso de la joven pelirroja. Nadie esperaba la llegada de más soldados provenientes de otros reinos, pero se trataba de una guerra para darle fin a la constante zozobra vivida por muchas naciones submarinas a causa de las arpías. Al enterarse, los reyes de las otras fosas se sumaron a la causa para darle todo su apoyo Tritonia y Marania.
A eso de las nueve de la noche, Christopher gritó —¡A la carga! —y todos avanzaron hacia las costas de las islas Estrófades.
Los hermanos Verlander y el príncipe Adón se separaron del resto para ir en busca de Lumina y Joseph. A pesar de no conocer el camino, los jóvenes se aventuraron en la inmensa oscuridad que reinaba la isla, misma que dejaba en desventaja a muchas arpías al no poder ver a los soldados.
Los tritones y Marianos permanecían en tierra firme ya que solo ellos cambiaban de forma gracias al hechizo de Stara y las reinas de aquel entonces, Andrómeda y Lira. Mientras que, los livartanos, cariacos y tánzures, atacaban a las arpías heridas que se sumergían intentando huir del lugar.
Al ver que eran superadas en masa, Ambra fue por Lumina y Joseph para amenazar a los reinos con asesinarlos si no abandonaban la isla en ese instante. La arpía se percató de la presencia de los gemelos gracias a la luz emitida por sus collares para iluminar el camino. La líder de las Estrófades, sonrió de manera de desdeñosa y con mucha presteza los siguió durante todo el trayecto hasta que por suerte, los jóvenes encontraron la celda en donde estaban sus padres.
En ese momento, Jocelyn se percató de que Adón no estaba y regresó encontrándose con Adón luchando por su vida ante Ambra. La joven quiso intervenir para ayudarlo, pero el príncipe mariano le dijo que volviera con su hermano y llevaran a sus padres a Nueva Parténope.
Jocelyn no quería dejar solo al príncipe, a pesar de todo eran amigos y si él perdía la vida, Jocelyn jamás se lo iba a perdonar. Respiró profundo y corrió hasta la celda para ayudar a su hermano a liberar a sus padres. Lumina y Joseph corrieron junto a Christopher hacia la zona de guerra, pero no se dieron cuenta de que Jocelyn jamás los siguió.
Adón no soportó ver a Jocelyn allí, no quería que la joven perdiera la vida en manos de Ambra. Pero lo que el príncipe ignoraba en ese momento, era que la rubia híbrida tenía un plan en mente. Así que, con mucha delicadeza tocó el collar llamando a la única capaz de enfrentar a Ambra y derrotarla.
En simultánea, los tritones y marianos seguían peleando sin cesar por la soberanía no solo de sus naciones, si no que también, por los reinos más pequeños que al igual que ellos, eran víctimas de los caprichos de Ambra y sus fieles seguidoras.
Ya se iban haciendo casi las once de la noche cuando Jocelyn seguía llamando a Perla, pero esta no respondía. Así que, tomó una espada y junto a Adón, enfrentó a la voladora. En ese momento, algo pasó.
Una sirena llegó para ayudarles, se trataba de Andrómeda, a quien ya no le importaba perder la vida. No tenía motivos para seguir llorando y quiso vengar la muerte de su amiga de la infancia. La abuela de Jocelyn les pidió a ella y al príncipe regresar a la zona de guerra mientras que ella la distraía.
—Ya estoy harta de ustedes, creen que pueden hacer con nosotros lo que les plazca —dijo la sirena —pues tarde o temprano aprenderás,Ambra, que las naciones submarinas se respetan.
Ambra se reía de Andrómeda, y miraba a los jóvenes quienes aún estaban en el lugar pese a la orden de la sirena. Jocelyn miraba a Andrómeda mientras que Adón la protegía tomándola entre sus brazos. Las intenciones de Ambra eran más que evidentes, quería asesinar a todo aquel que fuera miembro de la familia real.
Andrómeda gritó una vez más que regresaran a la zona de guerra, pero Jocelyn se rehusaba. Adón por su parte, tomó a la joven y corrió tirándola del brazo. Debían escapar de Ambra.
—Sé que el destino de Andrómeda está escrito, pero es obvio que nosotros no podemos enfrentar a la arpía. —dijo Adón mientras seguía corriendo, alejando a Jocelyn del lugar —Nuestros padres tienen más experiencia, ellos sabrán qué hacer.
—Pero no podemos dejar allí a mi abuela, Ambra la asesinará —manifestó Jocelyn con los ojos llenos de lágrimas.
Adón se detuvo y volteó para acercarse a ella —sé lo que duele perder a un ser querido, pero es algo que no podemos evitar. —llevó sus manos al rostro de la joven y dándole suaves caricias le dijo —Andrómeda será recordada como una valiente guerrera, al igual que muchos de tus ancestros, como el gran rey Tristán o tu abuelo, el poderoso Ranhir.